Atisbando en los Recuerdos
José Ruiz Elcoro & Alfonso Hiram García Acosta
Va el siguiente ensayo dedicado a la memoria de mi Hermano Masón, el Licenciado en Derecho y Periodismo Humberto Rodríguez Manso, camagüeyano de buena cepa, patriota y escritor que nos dejó el libro “México, en Guillén”, en el cual deja la huella de Poeta Nacional de Cuba.
Por Manso –así le dijimos siempre– tuve el honor de conocer a muchas personalidades de las letras cubanas, como a Ángel Augier, quien fuera el mejor biógrafo de Guillén. Por esa amistad con Augier, como presidente de la Fundación “Nicolás Guillén”, por sugerencia de Manso se me nombró Representante en México de dicha Fundación. Augier falleció y tomó la Presidencia de la Fundación el nieto de Guillén, Nicolas Rodríguez Guillén, Decano de la Facultad de Química.
En Cuba formamos un cuarteto de amigos que perdurará siempre en este plano de vida: el Dr. José Loyola Fernández, Primer Vicepresidente de la UNEAC; Humberto Rodríguez Manso, Asesor de la misma, que falleció antes de terminar el libro “Historia de la UNEAC”; Eduardo Ramos, Director de la Banda de Música de La Habana, con quien abrí un espacio en el Museo de Guanabacoa para el Dr. Eduardo Urzaiz Rodríguez, guanabacoense y Rector de nuestra Alma Mater en dos ocasiones en Yucatán. Ellos eran “Los Tres Mosqueteros”, hasta que en el 90 me uní al grupo como el Dartagnan mexicano, consolidando la amistad de dos pueblos por medio de convenios culturales entre ambos países Cuba y México.
La primera vez que nos sentamos los cuatro en el Restaurante del Hotel Guantánamo, nuestra anfitriona, la capitana Estrella, nos puso a la mesa una botella de vino tinto Balcánico, un pomo de aceitunas y un platoncito de queso blanco y jamón para que brindáramos. En Guantánamo lo hicimos cuatro veces, algunas en La Habana y Cienfuegos, ya que como corresponsal viajero del Diario del Sureste en el Caribe y Centro América me podía desplazar constantemente para promover internacionalmente la capacidad cultural cubana tanto en la cultura como en las artes.
A Guillén lo recibimos en dos ocasiones en esta ciudad de Mérida de Yucatán, cuando nos dio clases de poesía y periodismo a algunos de los miembros de la Asociación Periodística Estudiantil Yucateca (APEY), cuando nos formábamos en estudios de Bachillerato en Ciencias en la Universidad Nacional del Sureste al inicio de los años cincuenta.
En esa ocasión los oferentes de Guillén fueron los escritores Franti Cardeña, Juan Duch Collel, Mario Zavala, y Renán Irigoyen Rosado. Todos coincidían en un pensamiento de izquierda y lo plasmaban en las columnas del Diario del Sureste en esos días.
Cuando nos visitaron por vez primera en el café y restaurante Peón Contreras, nos encontrábamos saboreando un buen café, acompañados del poeta Carlos Duarte Moreno (amigo de Guillén en La Habana), Luis Alvarado Alonzo, José Adonay Cetina Sierra, Luis Felipe Ortiz Martínez, Carlos Duarte Moreno hijo, Juan José Morales y el que escribe. Al ver a Nicolás Guillén, en esa clase de poesía que nos brindaba el poeta y escritor Duarte Moreno, este improvisó dos cuartetas de las que solo recuerdo la última: “qué bien Nicolas Guillén, / nos volvemos a encontrar / cañaveral y henequén, / tu Cuba y mi Yucatán”, y se fundieron en un fuerte abrazo. Guillén en esa ocasión nos dio dos clases de poesía de cuatro horas cada una; en su segunda visita nos dedicó tres días de su estadía en nuestra ciudad.
A continuación, algunos datos biográficos de este poeta que dio un ritmo caribeño a su poesía antillana, y que fuera fundador de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).
Nicolás Guillén, (Camagüey, 1902 – La Habana, 1989) Poeta cubano. Por su obra ligada a las tradiciones afrocubanas es considerado el máximo representante de la llamada «poesía negra» centroamericana y una de las principales figuras de la cultura de la isla. Nicolas Guillén cursó un año de derecho en La Habana, antes de abandonar la universidad y volver a su ciudad, donde trabajó como tipógrafo y se dedicó al periodismo en la redacción de “El Camagüeyano”, en cuyas páginas inició también su actividad literaria.
Nicolás Guillén a partir de 1925 se instaló en la capital habanera, donde participó activamente en la vida cultural y política de protesta, lo que le supuso breves arrestos y períodos de exilio en varias ocasiones. En 1937, cuando había publicado ya sus primeros tres libros, ingresó en el Partido Comunista de Cuba, fundado por su amigo y también poeta Rubén Martínez Villena, y participó en el célebre Congreso por la Defensa de la Cultura, realizado en Valencia en plena Guerra Civil Española, donde conoció a Pablo Neruda, Rafael Alberti, Federico García Lorca y Octavio Paz, y su obra alcanzó difusión europea.
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A su regreso a Cuba, Nicolas Guillén dirigió la revista “Mediodía” y participó de los movimientos de vanguardia en las tribunas de “Gaceta del Caribe” y Revista “Avance”. Pasó luego años de exilio, viajando por Sudamérica, y en 1956 recibió el Premio Lenin de la Unión Soviética. El triunfo en 1959 de la revolución liderada por Fidel Castro y el Che Guevara le permitió regresar a la isla, donde desempeñó distintos cargos (como la presidencia de la Unión de Escritores, desde 1961) y misiones diplomáticas de relieve.
Por ahora nos ocuparemos de la obra poética de Nicolas Guillén: La actividad literaria de Nicolás Guillén se inició en el posmodernismo, aunque pronto su producción se inscribió dentro de la llamada línea realista de los múltiples vanguardismos cubanos, cultivando como ningún otro autor la llamada «poesía negra», tendencia surgida en torno a 1930 en las Antillas.
Desde su condición de mulato expresó con un peculiar sentido rítmico la temática del mestizaje, en un contexto social y político que manifestaba la dura opresión y servidumbre sufrida por el pueblo. En sus comienzos le caracterizó incluso una fonética afrocubana, que más tarde abandonó para desmarcarse de la tradición oral folclórica.
Con el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal
A esta primera época pertenecen “Motivos de son” (1930) y “Sóngoro cosongo” (1931). Poco después, con “West Indies Limited” (1934), se alejó del mero ejercicio rítmico para incorporar la protesta política y antiimperialista, orientándose hacia una cólera militante y comprometida con el hombre.
El poema más conocido de este libro, “Balada de los dos abuelos”, indicó la madura aceptación de lo africano y de lo español en una misma sangre: el abuelo blanco y el abuelo negro, que evocan además la crueldad del tráfico de esclavos. En poemas como “Sensemayá y “La muerte del Ñeque” se inspiró en ritos y creencias africanos, sin que ello supusiera un rechazo de la cultura blanca.
Nicolas Guillén siguió evolucionando en la dirección de las preocupaciones políticas y sociales con “Cantos para soldados” y “Sones para turistas” (1937), donde todavía conservó formas propias del canto y de la danza afrocubana. Al mismo tiempo, sin embargo, se hicieron ya evidentes algunos de los rasgos estilísticos que predominaron en su lírica posterior, como las transgresiones sintácticas ya aparecidas en la poesía del fundador del futurismo, el italiano Filippo Tommaso Marinetti, y el uso frecuente de «jitanjáforas» (palabras sin sentido empleadas por su sonoridad o su poder evocador) que había caracterizado la obra del poeta vanguardista cubano Mariano Brull, así como la rima aguda, las reiteraciones o la enumeración.
En el mismo año de 1937 lanzó, en “Poemas en cuatro angustias y una esperanza”, una acusación contra la barbarie de la Guerra Civil Española y el asesinato de Federico García Lorca. Después, aunque conservó siempre una particular claridad expresiva popular, el elemento rítmico fue decreciendo en beneficio de un tono más elevado y ambicioso desde “El son entero” (1947) hasta “La paloma de vuelo popular” (1958) y sus poesías en sazón revolucionaria de “Antología mayor” (1964), donde mostró su compromiso con la Revolución cubana y los desheredados del mundo.
Además, su poesía se hizo eco también de las inquietudes neorrománticas y metafísicas del momento, como la trascendencia del amor y la muerte, que ocuparon un espacio importante en su obra. Otras obras en esta dirección fueron “Tengo” (1964), donde manifestó su júbilo ante la Cuba revolucionaria, y “Poemas de Amor”, que apareció el mismo año.
Más tarde publicó títulos como “El gran zoo” (1967), “La rueda dentada” (1972), “El diario de a diario” (1972) y “Por el mar de las Antillas anda un barco de papel” (1977). Además, en “Prosa de prisa” (1975-1976) recogió una selección de sus trabajos periodísticos. Y aún dentro de su poesía cabe destacar el singular “Poemas para niños y mayores de edad” (1977), libro en que siguió demostrando su gran capacidad para conjugar preocupaciones diversas y encontrar formas de expresión constantemente renovadas.
Este es el Guillén que, junto con Carlos Duarte Moreno, Humberto Lara y Lara, Carlos y Antonio Canto López, Luis D. Romero, Leopoldo Peniche Vallado, Wilberto Cantón, Clemente López Trujillo, y años después Oswaldo Baqueiro López, revisaron nuestras líneas para la crónica diaria y los suplementos culturales de las páginas del Diario del Sureste, que nos acogió en la Página Universitaria, bajo la dirección del dramaturgo Wilberto Cantón.
Creo ahora que no fuimos una generación trascendente, sino una generación afortunada al tener como amigos a nuestros maestros.
En condiciones extracurriculares; el trabajo que hizo Nicolás Guillén con nosotros fue encomiable. Luis Felipe Ortiz Martínez “El Oso” fue el declamador consentido del poeta cubano, pues le declamaba su obras profesionalmente. Guillén nos enseñó a escribir con su ritmo y fondo, hasta la fecha, cuando llevamos 70 años tundiendo máquinas, antes mecánicas y ahora virtuales donde continuamos el trabajo periodístico y el literario, además de escribir libros.
Todos ellos nos dieron bases literarias a los que integramos la APEY. Bien dice en su portada el libro “Crónicas de la APEY”, editado por el Ateneo del Mayab” y la Universidad Autónoma de Yucatán: fuimos una generación trascendente en el campo de las letras.
ALMA MÚSICA
Yo soy borracho. Me seduce el vino
luminoso y azul de la Quimera
que pone una explosión de primavera
sobre mi corazón y mi destino.
Tengo el alma hecha ritmo y armonía;
todo en mi ser es música y es canto,
desde el réquiem tristísimo de llanto
hasta el trino triunfal de la alegría.
Y no porque la vida mi alma muerda
ha de rimar su ritmo mi alma loca:
aún más que por la mano que la toca
la cuerda vibra y canta porque es cuerda.
Así, cuando la negra y dura zarpa
de la muerte destroce el pecho mío,
mi espíritu ha de ser en el vacío
cual la postrera vibración de un arpa.
Y ya de nuevo en el astral camino
concretara sus ansias de armonía
en la cascada de una sinfonía,
o en la alegría musical de un trino.
Nicolás Guillén.
Esta es la pluma de Nicolás Guillén que inspiró a Carlos Duarte Moreno a escribir su larga denuncia en su poema “Canto a Mister Sam”; a Luis Felipe Ortiz “La Niña que vende claveles” y “El Cósmico Eremita”; y que influyó en mí en algunos de mis largos poemas sobre pensamiento social, como el poema “Silencio Argentino” de mi libro “Dos Latitudes” -México Argentina-, o mi primer poema publicado en la “Página Universitaria” del Diario del Sureste en el 52, “Por un Ideal”; o en otros poemas de denuncia social como “Canto Indio” o “Despertad Conciencias”.
Guillén como un maestro más del pensamiento literario de amor, defensa y de denuncia, nos dio el brío que nos faltaba para seguir escribiendo.
No necesitó mucho Guillén para influir en nosotros. Va un ejemplo:
GUITARRA
“Tendida en la madrugada
la firme guitarra espera:
voz de profunda madera
desesperada.
Su clamorosa cintura,
en la que el pueblo suspira,
preñada de son, se estira
¿Arde la guitarra sola?
mientras la luna se acaba;
arde libre de su esclava
bata de cola.
Dejó al borracho en su coche,
dejó el cabaret sombrío,
donde se muere de frío,
noche tras noche,
Y alzó la cabeza fina,
universal y cubana,
sin opio, ni mariguana,
ni cocaína…”
Nicolás Guillén.
Y ahora presento de Luis Felipe Ortiz Martínez, nuestro entrañable poeta “El Oso”, un declamador de primera y un poeta non de nuestra generación:
GUITARRA
“… Cinco dedos en la llaga,
En una grama de papel madera,
Habrá alguien que no te quiera
A ti escuchar si tu palabra es maga,
Y por las noches soberanas vaga
Una cierta sonrisa primavera,
Sube tal vez, y el viento se la traga…”
Va un fragmento de mi obra Despertad Conciencias a más de medio siglo de distancia… sintiendo al Guillén del “Peón Contreras” vivo en nuestro espíritu y en el Diario del Sureste que como al Ave Fénix levantaron de sus cenizas Luis Alvarado Alonzo y su hijo Sergio Alvarado Díaz.
“DESPERTAD CONCIENCIAS”
“…Despertad conciencias.
Al llamado que hace la razón,
Al legado fecundo de las ciencias
A los instintos de vuestro corazón.
Corazón que no usáis, y os da la vida,
Conciencia que no usáis y os dará muerte;
La fuerza bélica, en forma fratricida
Orilla al mundo dejándole a su suerte.
Suerte pendiente de dos grandes colosos.
Que en psicosis mortal llevan al caos
Guiados por dineros poderosos,
Más amasados con sudores honrosos,
Por hambres y miserias de pobres campesinos,
Por obreros sedientos de mejor situación…”
“… No son los pueblos los que quieren guerra,
Pues esta se refleja en nuestros hijos,
Son los gigantes que reclaman tierra
Para el dólar y el rublo
Con mercados fijos.
Deteneos burgués capitalista,
Monopolista de un Wall Street sombrío,
Lo mismo os digo gobierno comunista
Pues ni Lenin, ni Marx hablan de Guerra,
Su doctrina es social es paralela,
En bien de la igualdad, es pacifista…”
A Guillén lo llevamos en el alma, sin olvidar su personalidad y la lectura que hacía de sus poemas con información de su medio social.
Nunca imaginé en esa época que Rodríguez Manso me solicitara en sus visitas a Mérida conocer a Juan Duch, a Franti Cardeña, para escribir “México, en Guillén”; y en Cuba sentir la esencia de Guillén en los dos encuentros en Morón sobre: La Décima y la Espinela”, invitado por dos amigos del alma: el “Indio Naborí” y Rodríguez Manso. Ambos dejaron algo de su trabajo literario pendiente de editar, ya que el Gran Arquitecto del Universo les brindó una Columna en el Eterno Oriente.
Con Manso acudí a conocer la Logia Masónica que presidió cono Venerable Maestro en Camagüey. En La Habana, Rafael Valenciaga y Manso me concedieron un lugar en Oriente en tenida de la Gran Logia de Cuba; momentos inolvidables de mis pasos por Cuba.
Recuerdo las pláticas anecdóticas en el despacho de Ángel Augier en 17 y H del Vedado, con el buchito de café haciéndonos compañía mientras el tiempo se detenía con la bella plática llena de conocimiento sobre el Poeta Nacional de Cuba, Nicolás Guillén.
En la UNEAC siempre tuve un escritorio en la oficina del Dr. José Loyola Fernández, donde el conversatorio sobre música era imparable; saludando al escritor y presidente de la Uneac, Abel Prieto, participando en la Sala Villena de algún conversatorio o en sus jardines, charlando y escuchando un concierto de Pablito Milanés.
Recuerdo mis charlas en el departamento de Pepe Ruiz Elcoro; tomar un té casero en casa de María Teresa Linares, terminar la noche escuchando el conjunto de Seve Matamoros en el Hotel Inglaterra, cenando en La Bodeguita del Medio, con un mojito por delante.
Recuerdo al Guillén que fue nuestro maestro en Mérida, a quien nunca vi en Cuba, pero cuya figura y poesía llena todavía todos los rincones de esa bella isla cubana. Abur. Hiram:.
Fuentes