Colonia Yucatán
Otra de las protagonistas que hicieron historia entre las mujeres obreras de la Colonia es doña Rosita Álvarez Manzanero (+), a quien tuve oportunidad de entrevistar para conocer de su propia voz parte de su historia en la Colonia Yucatán.
«Cuando salió Lupita Arce entré a trabajar a la fábrica, creo fue en el ’64. Diez años hice exactamente. El Huach (Felipe González) era el secretario general del sindicato. Le dije a mi papá que me enlistara en la fábrica porque yo trabajaba en casa del doctor Zapata. ‘Cuando haya algo seguro te aviso,’ me dijo don Felipe. ‘Pero que sea seguro,’ le dije, porque pura suplencia daban.»
«Un domingo que llegué de Mérida me dice mi papá: ¡Qué bueno que viniste porque mandaron avisar que te presentes mañana al primer turno!» ¡Chin! y ¿ahora qué hago? Yo cuidaba a los chamacos del Doctor. Pues trajeron a una muchacha, le enseñé, y ya pude trabajar en la fábrica, en las secadoras. Nunca trabajé tercer turno. A veces pasaba a la canteadora con su papá de él» dice y voltea a ver a su esposo Luis Valdés, (a) Longa. «A veces me comisionaban en el ensamble, otras veces en la guillotina, a donde me manden a trabajar, ese día iba yo.»
«Don Fernando Torres era mi jefe, igual don Juan Rodríguez, el papá de Kiko y Víctor; don Hilario Puga y don Enrique Morales eran los otros jefes de turno. De las compañeras, recuerdo a la hija del huach: Lupita, Elidé Espadas, Lucía Ríos (+), Sofía y Rosy Góngora, Lourdes Chi, Yolanda Medina, la hermanita de Rifles, hermana de balita. Estaba también Ana Sansores, hija de Gilmer; Ana Morales, recuerdo también la que fue esposa de bisbi, mi hermanita Teresa (Kotona), Elsy Aguilar y Maricela, la Rusia; le decían kutusa. Sus papás eran parientes del pájaro Dziu (Esteban Aguilar). Éramos muchas, pero muy cuatachas.
«Trabajamos el mismo jornal que los hombres, de 6.30 de la mañana a las 14.30 de la tarde; salíamos, y el otro turno era de 2.30 a 10 de la noche. A veces, cuando no había material para las secadoras, nos mandaban en el ensamble. Aprendí a clasificar por dibujos y colores de la madera. El que ensambla está dale y dale. Manuel Rodríguez, hermanito de Cash, me enseñaba, pero la zapatilla de la máquina estaba caliente y si te descuidabas te quemabas. Adolfo nos surtía material y Gustavo Mejía (el pimienta) era clasificador. Cuando no había material, nos mandaban a barrer las bodegas. Así cambiábamos de jefe: unas veces con don Fernando, otras con don Hilario o don Enrique o don Juan Rodríguez; el pago era igual a nosotros, era parejo para todos, no por ser mujer que sea menos. No. El último salario que cobré fue de $19.50 pesos el jornal.»
«En ese entonces, cuando una se casaba se quitaba de trabajar de la fábrica, pero ella fue la primera que se casó y regresó a trabajar,» comenta Luis, su esposo desde el 30 de diciembre del ’74, y quien durante varios años enamoró a Rosita. «Nos casó el padre Andrés Lizama, comenta Longa, quien 41 años vivió en la Colonia y le tiene un agradecimiento muy grande. «Soy nato de allá,» dice. «Gracias a eso fui una persona responsable, es un valor que tengo que, desde que empecé a trabajar en la fábrica, a pesar de que fui líder sindical jamás me vi en problemas. Nunca fui una persona que oriente mal al trabajador. Cuando voy ahora a la Colonia ‘¿Qué pasó, don Luis?’ la gente me saluda. Me dejó muchas experiencias la Colonia.
Continuará…
L.C.C. ARIEL LÓPEZ TEJERO