Entre Corcheas
Lupita Franco
TODA UNA VIDA EN LA MÚSICA: LUPITA FRANCO DE MARTÍNEZ
En enero de 1968, con mi maestra Noemí Concha Burgos, subí por primera vez al coro de la iglesia de Santa Lucía. En el templo se celebraba un matrimonio y, como era lógico, se interpretaron obras como la Marcha Nupcial de Félix Mendelssohn, el Agnus Dei de George Bizet y, desde luego, en el momento de las ofrendas se interpretó el Ave María de Franz Peter Schubert. Aquella experiencia fue maravillosa para mi sensibilidad de adolescente amante y estudiante de la música.
El grupo musical estaba integrado por Don Eleazar Méndez Aguilar y Leonel Canto Hernández como violines, Mimí Concha Burgos al chelo, un armonioso ensamble de voces que estaba integrado por las hermanas Isela y Alicia Pasos Marrufo, y Nidia Canto Ríos, y ejecutando el órgano Doña Guadalupe Franco de Martínez. Muchas veces, y en una infinidad de iglesias de la ciudad de Mérida, y no pocas del interior del estado, esta grata experiencia se repitió, siempre con gran satisfacción para mi inquietud y afición a la música.
De todo aquel maravilloso ramillete de músicos meridanos, casi todos han regresado al eterno mundo de la música; únicamente una sola queda entre nosotros, y ella es la gran pianista Lupita Franco de Martínez, que hace unos días ha celebrado la extraordinaria cantidad de fecundos noventa y nueve años de edad, cosa ya de suyo extraordinaria que, en este caso, lo es más ya que conserva una gran alegría por la vida y, sobre todo, porque sigue alegrando al mundo con la música que sale de la caja armónica de su piano y de la extraordinaria agilidad con que sus dedos se deslizan y arrancan al teclado acordes, arpegios, y una alegría por la vida que ya quisiéramos tener muchos de nosotros. Pocas vidas han sido tan fecundas como la de Doña Lupita Franco.
En su larga trayectoria, Doña Lupita Franco ha sido maestra de muchas generaciones de pianistas, ha acompañado clases de canto y danza, ha sido la acompañante de una infinidad de cantantes que ha llenado varios y entrañables episodios de la bohemia más refinada de las noches meridanas. La sala de su casa está siempre llena de gente que va con sus partituras para ensayar y recibir los consejos de la experimentada pianista acompañante, profunda conocedora del bel canto, de las frívolas operetas, de las entrañables zarzuelas, de los sentimentales boleros y baladas, pues no hay género musical que su diestro acompañamiento no sepa seguir en forma magistral. Junto con Guadalupe Peraza de Núñez y Conrado Peniche Sierra, Lupita Franco de Martínez integra una insustituible tercia de pianistas que han iluminado escenarios y salones con su arte delicado y rico.
Doña Lupita Franco es la heredera de una tradición musical que nos llegó de Cuba. A mediados del S. XIX nos llega de La Habana el gran músico José Jacinto Cuevas; su hijo, Justo Cuevas Pachón, sigue con la tradición musical de su padre, y las nietas de éste, las hermanas Santa Cruz de Oviedo Cuevas, Julia e Inés, fundan una de las academias de piano más tradicionales y prestigiadas que han existido en nuestra ciudad. En esa academia recibe su formación musical Lupita Franco, bajo la égida de Julia Santa Cruz de Oviedo.
Ya como joven ejecutante de piano, Lupita Franco muy pronto está acompañando clases de ballet clásico, y clases de solfeo y canto, primero en la Escuela de Artes y Oficios, y posteriormente en el Centro Estatal de Bellas Artes, donde laboró por muchos años, hasta su merecida jubilación.
Además de su fecunda labor en la docencia, Lupita Franco siempre estaba dispuesta a colaborar con los grupos cuyo fin era impulsar el conocimiento y el gusto por la música tradicional; así la encontramos llenando los programas de la Asociación Artística “Gustavo Río” o del Grupo Amigos del Canto, labor que llenó muchas noches de largos ensayos, hasta encontrar la medida exacta para la precisa interpretación de la canción elegida. Una vida rica y una labor incansable por el puro amor al arte de la música.
Doña Lupita Franco de Martínez, ha cumplido ahora noventa y nueve años, y llega a esta gloriosa edad con una alegría por el vivir que debe ser la envidia de más de uno. Alegre, sonriente, jovial, es una mano amiga, extendida a todo el que se acerca a ella en busca de orientación y consejo, sus dedos que acarician su amado teclado siguen llenando de alegría muchas noches meridanas. Todos los que hemos tenido el privilegio de tratar con ella, de recibir sus consejos, de disfrutar su arte, queremos que esté con nosotros muchos años más.
XVII
ALFONSO HIRAM GARCÍA ACOSTA
Para “Entre Corcheas”, columna que escribo semanalmente en el Diario del Sureste -colaborando con el Dr. en Música José Loyola Fernández de Cuba, en un intercambio cultural que nació en 1990, cuando era el Vicepresidente primero de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, y Presidente hasta la fecha del Festival Internacional “Boleros de Oro”– decidí que debía recordar a Lupita Franco, una mujer que nos dejó huella en la música. Encontré la crónica que le dedicó el Maestro y estudioso de la Cultura y las Artes, Ariel Avilés Marín. Doña Lupita merece un lugar en esa investigación musical que enlaza nuestros pueblos del Mayab y del Caribe. La crónica escrita por el Maestro Ariel Avilés es tan hermosa e histórica que merecía su reproducción completa para recordar a la pianista emérita.
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Recuerdo a Lupita Franco junto a su piano en su casa, muy cercana al monumento a Carrillo Puerto en el Paseo de Montejo, nuestro hogar musical, para ensayar o algunas tertulias de los “Amigos del Canto”. Alternábamos sedes, agregando la gran sala con el piano de cola de Mimí García Palmerín, o la residencia del Dr. Marco Antonio López. Nos dábamos cita los sábados y Lupita o Mimí García siempre estaban dispuestas a acompañarnos a algunos de sus miembros: Leopoldo Osorio, Maricarmen Pérez, Ileana Cortés, Silvia Albornoz, Ligia Canto, Marco Antonio López, Carlos Sansores y muchos más, amantes de la música vocal en descargas bohemias de buena factura.
Lupita fue nuestra pianista cuando formé parte del coro “Isela Pasos Marrufo” de Felipe Serrano, con el apoyo de Luis Roberto Sánchez Gavito en la dirección. Solistas, grupo coral y presentación de zarzuelas u obras musicales que llevamos a escena, en todo la maestra Lupita era incansable, con una sonrisa perenne. Ella hizo los ensayos para la grabación de mis primeras canciones como “Lindo Yucatán” con música de Antonia Mendoza; “Ciudad Ideal”, para un Festival Nacional de la Canción Mexicana patrocinado por Bancomer y la Secretaría de Turismo; y “Preludio Otoñal”, con música de Israel Martínez, de Cuba, mis primeras grabaciones como cantilenista. Fui su acompañante para dejarla en su casa después de algunas actuaciones teatrales o de concierto.
Su capacidad de pianista acompañante y lectora de música a primera vista se agregaban a su talento como cuidadora de nuevos cantantes para ponerlos en tonos adecuados. La vi también acompañar las clases del ballet clásico de la Escuela de Bellas Artes, cuando esa escuela estaba en la calle 60, frente al Diario del Sureste, y posteriormente en su segundo local de la calle 59 en el Centro Histórico de nuestra ciudad.
Guadalupe Franco de Martínez fue merecedora del cariño de muchas generaciones de alumnos, solistas, artistas profesionales en obras musicales de buen teatro. A los que la conocimos y tratamos, como Ariel Avilés y el que escribe, nos dejó gratos recuerdos de su bondad y guía unidos a la música.
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Bibliografía
Toda una vida en la música: Lupita Franco de Martínez – Revista Soma (yucatancultura.com)