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Monografía de la Universidad de Yucatán – III

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CAPÍTULO II

PRIMER INTENTO DE CREACIÓN DE UNA UNIVERSIDAD EN YUCATÁN.

En el año de 1918, siendo Diputado a la XXV Legislatura local D. Felipe Carrillo Puerto, se discutió y aprobó una iniciativa de Ley de Creación de la Universidad Yucateca, a propuesta del nombrado legislador Carrillo Puerto y de sus compañeros de Cámara Héctor Victoria A. y Lic. Arturo Sales Díaz.

Ocupaba entonces el Gobierno de Yucatán el Sr. D. Carlos Castro Morales, quien dejó congelado el proyecto de creación de la Universidad Yucateca, a pesar de haber sido unánimemente aceptada por el Congreso local y socialmente esperada con gran entusiasmo.

Sin embargo, aun cuando la iniciativa durmió el sueño de los justos y no fue firmada por el Ejecutivo, es un antecedente digno de tomarse en cuenta, no sólo para comprender mejor el espíritu revolucionario de Felipe Carrillo Puerto y su deseo de progreso y desarrollo para el Estado de Yucatán, sino también para penetrar el medio sociocultural de principios de siglo, con una ciudadanía plenamente consciente del acelerado proceso evolutivo que imponía el avance revolucionario.

El Lic. Arturo Sales Díaz, al presentar en la Cámara el proyecto relativo para su discusión, pronunció un importante discurso, significando la necesidad que tenía la Revolución, de construir para el futuro una vez pasada la primera etapa de violenta demolición de viejas estructuras. En lo referente a la Educación y, especialmente en la necesidad de creación de una Universidad, dijo lo siguiente:

“Amante de la cultura intelectual como lo ha sido a través de los siglos esta Península, tan fecunda en cerebros privilegiados, es ingente la necesidad de crear un establecimiento de la más alta enseñanza, una Universidad, en donde puedan adquirir el más completo desarrollo las mentalidades en embrión. Desde que dio principio a sus gestiones esta H. Cámara, y bajo el influjo de la gratitud y el cariño que siento por esta tierra hospitalaria cuyos hijos tienen siempre abiertos los brazos para recibir a todo aquél que al venir no trae otro objeto ni abriga otras miras que prestar su concurso al desenvolvimiento de las actividades humanas que van laborando sin cesar el adelanto y la creciente prosperidad de Estado, ha venido alentando en mí, al igual que en los diputados Carrillo Puerto y Victoria, la idea de iniciar ante este H. Cuerpo la fundación de una Universidad que haga que Yucatán sobresalga pujante y vigoroso, y conserve su prestigio intelectual en la marcha de los pueblos.

Yucatán ha prosperado en nuestros días de una manera asombrosa, al grado que, en muchos conceptos, está hoy a la vanguardia de la Federación. No existe pues razón alguna para que los jóvenes yucatecos no puedan, sin tener que alejarse del seno de la familia, ni abandonar al suelo que les es tan querido, adquirir los más refinados conocimientos y descollar en el mundo de las ciencias, de las letras, de las artes y de la industria y colocarse al nivel de sus excelsos antecesores. Timbre de sano orgullo y noble satisfacción serán también para este girón de la patria el que concurran aquí, como a nueva Atenas, los jóvenes de los demás Estados del Golfo, quienes sin duda preferirán Mérida a otros centros de cultura, por virtud del clima, distancias y costumbres, seguros de recibir estimulante y cálida acogida de sus hermanos yucatecos.

Sin embargo, tratándose de una obra de importancia tanta, de una obra que de realizarse hará que la histórica urbe montejina vuelva a ser la capital intelectual de la Península, la fuente de la cultura en donde hayan de beber los hijos de la región suroriental de México, había que pensar en un proyecto de fundación lo más perfecto que fuera posible, algo que no llevase en su origen mismo el germen de una mórbida existencia, sino de la más robusta longevidad. Éranos pues necesario solicitar la colaboración de algún mentor cuya práctica y cuyo amor al ramo de la Educación Púbica fuesen en sí una garantía, y nada más oportuno que ocurrir a quien es uno de los más ilustres maestros que jamás hay visto lugar alguno en el globo y que está por fortuna ligado a mí por vinculo de sangre: Manuel Sales Cepeda. Su colaboración ha sido, en efecto, valiosa y eficaz, y con ella nos hemos evitado el incurrir en los errores y deficiencias propios de quien no está versado, como él, en achaques de enseñanza.

H. Colegas: me ufano en creer, como en verdad creo, que la nobleza de vuestros sentimientos, el acendrado amor que sentís por esta tierra, y el insólito afán de progreso del que habéis dado tantas y tan elocuentes pruebas y que tanto os honran, os unirán hoy más que nunca para colocar como invulnerable escudo blanco en el rojo estandarte de la emancipación del pueblo, la gloriosa efigie de Minerva.

Yo os prometo que, cuando tras fructuosa brega trasmontemos los alcores y montañas y lleguemos a la meta de la vida, dispuestos a descender apoyados en el báculo de la experiencia a los tranquilos lazos de la vejez, de esa Universidad que fundemos habrán de venir las balsámicas brisas que hayan de dar vigor a nuestras almas. Y a nuestros oídos llegarán, dulces y suaves, las notas de los himnos que la nueva humanidad entone para celebrar los triunfos de los hombres del mañana.”

Desde luego, los legisladores ponentes obtuvieron unánime apoyo y se procedió a la elaboración de la iniciativa de Ley respectiva, en cuya exposición de motivos se significó la gran labor realizada por el General Salvador Alvarado en el ramo de la Instrucción Pública, especialmente en el renglón relativo a la Educación Popular y a la creación de las escuelas rurales, considerando indispensable para integrar una auténtica y plena estructura educativa atender el problema de reorganización de la Educación Superior, a fin de equilibrarla en sus alcances al avance logrado por el Sistema de Educación Primaria; para este efecto, se hacía preciso fundar una Universidad que agrupara a todas las Escuelas especiales y normara la calidad de la enseñanza, llevando los conocimientos a los mayores niveles posibles.

Es muy importante observar cómo existía una plena conciencia de la necesidad de dotar a la juventud de una preparación para el futuro. No se trataba ya de un aprendizaje de finalidad personal y de utilidad práctica. Se estaba rebasando el utilitarismo y el individualismo de la Educación, en función de un profesionista altamente capacitado y perfectamente concientizado en favor del desarrollo social.

Los artículos 2º y 3º de la Ley que crea la Universidad Yucateca, dicen lo siguiente:

Art. 2º.- Conforme al espíritu del artículo anterior, la Universidad, aparte de su misión educativa para las profesiones y encomendada a las Escuelas Superiores en ella congregadas, tendrá como finalidad ulterior:

I.- Perfeccionar, especializándolos y elevándolos a un nivel superior, determinados estudios científicos que en grados menos altos se cursen en las Escuelas profesionales.

II.- Proporcionar a sus profesores y a sus alumnos los medios de llevar a cabo, metódicamente, investigaciones científicas que sirvan para enriquecer los conocimientos humanos.

III.- Crear el Doctorado Universitario y formar profesores especialistas de enseñanza Secundaria y Profesional.

Art. 3º.- Para cumplir su alto programa cultural, la Universidad establecerá como cursos libres de las escuelas respectivas, tan pronto como sea posible, tres secciones de estudios fundamentales y sólida erudición.

I.- Sección de Humanidades, que comprenderá las lenguas clásicas –latín y griego– y las lenguas vivas, la gramática y preceptiva literaria, la psicología, la ética y la historia comentada de las doctrinas filosóficas.

II.- Sección de Ciencias Exactas y Ciencias Naturales, que abrazará las matemáticas, física, química, mineralogía, geología, paleontología y biología. Comprendiendo ésta, además de la investigación de las leyes de la vida, la zoología y la botánica in extenso.

III.- Sección de Historia y Ciencias Sociales, Políticas y Jurídicas, que abrazará todos los estudios que tienen por objeto los fenómenos sociológicos y antropológicos-morales.

Con el fin de obtener el mayor fruto posible en las investigaciones científicas y en los altos estudios de especialidades que conforme al Plan anterior se hagan en la Universidad, se contratarán, cuando sean necesarios, profesores extraordinarios, nacionales o extranjeros para que se encarguen de aquellas cátedras que reclamen tal contingente; y serán debidamente estimulados en diversas formas, según su condición, los jóvenes que cursen tan serios estudios con perseverancia y aprovechamiento.

La Universidad Yucateca no llegó a establecerse nunca pero ¡qué hermosa lección de civismo la de los integrantes de la XXV Legislatura local, al promover la Ley relativa a la creación de la que hubiera sido la primera Universidad liberal en el Estado! Posteriormente, en 1922, Felipe Carrillo Puerto, ya como Gobernador del Estado, firmaría el Decreto de Creación de la Universidad Nacional del Sureste que aparentemente satisfacía su anhelo de dotar al Estado de una Casa de Altos Estudios; sin embargo, cuando leemos cuidadosamente y comparamos la Ley de Creación de la Universidad Yucateca de 1918 y la Ley de Creación de la Universidad Nacional del Sureste de 1922, establecemos diferencias fundamentales; la primera estaba llena de vigor mental y el entusiasmo de sus promotores, y la segunda es sólo reflejo de un Convenio de participación a nivel político entre la Federación y el Gobierno Estatal. Desde luego, y como veremos más adelante, el apoyo absoluto de Carrillo Puerto y el impulso renovador del Dr. Eduardo Urzaiz Rodríguez se conjugaron para logar la cimentación definitiva de la educación universitaria en el Estado de Yucatán, pero cabe recordar y honrar a los Diputados de la XXV Legislatura: Felipe Carrillo Puerto, Héctor Victoria A., Lic. Arturo Sales Díaz, Diego Hernández Fajardo, F. Valencia López y Ceferino Gamboa, los tres primeros promotores, y los tres segundos firmantes de la iniciativa de Ley de Creación de la Universidad Yucateca de cuyas aulas, ciertamente, no saldrán “los himnos que la nueva humanidad entone para celebrar los triunfos de los hombres del mañana”, así como salieron de los corazones y de la mente de aquellos ilustres legisladores las voces de esperanza y fe en el futuro, que sostienen la voluntad de los hombres de hoy.

Margarita P. de Hernández

Continuará la próxima semana…

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