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Mitsu e Hiraku (XXXVI)

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‘En Egipto, durante la dinastía de Ramsés, fueron encontrados enterrados a un costado de unas pirámides los cuerpos de dos guerreros japoneses ataviados con ropas oscuras. La mezcla imposible de épocas propició que este increíble hallazgo arqueológico fuera considerado un mito.’ – AYUMI KOIZUMI, Cronista.

Chieko e Hiroshi acudieron a su última reunión con sus ancestros, en aquella majestuosa colina rodeada de ocho diferentes tipos de árboles, cada uno completamente diferente del otro, como diferente era el color y el olor de las flores que los adornaban.

Mitsu e Hiraku los esperaban en la cima de aquel altozano, ambos vestidos con los tradicionales trajes shinobi en azul oscuro. Diversas armas estaban sujetas a sus cuerpos. Únicamente sus rostros permanecían descubiertos.

Sus miradas penetraron directamente las pupilas de sus descendientes.

Los cuatro se saludaron con la tradicional inclinación respetuosa. Hiraku fue el primero en hablar. Lanzó una profunda mirada a los cuatro puntos cardinales, como atisbando la posibilidad de que algo extraordinario pudiera manifestarse de repente.

<<Llegó el momento de enfrentar el destino para el que fueron creados. El resultado de este duelo determinará su futuro. La muerte significa el fin o, en el escenario menos funesto, un retroceso en sus niveles de vida, pudiendo retornar a la Edad Media, o quizá a sucesos tan antiguos que nadie sabe de su existencia. Vivir significa la oportunidad de dar el gran salto de morir en la tierra y renacer en este plano en el que ahora estamos.>>

Mitsu esperó la señal de su amado para intervenir con otro aspecto importante.

<<Esta realidad nos interconecta a otros niveles existenciales. Fue así que su abuelo y yo logramos el nivel de energía que nos ha conservado a través de los siglos. Nuestro sueño es que sean ustedes los primeros descendientes sanguíneos que logren atravesar el portal evolutivo.>>

Chieko, dejándose llevar por su temperamento lanzó una pregunta directa: <<¿Los primeros? ¿Quieres decir que en estos centenares de años otros lo intentaron y fracasaron?>>

Mitsu miró con una ternura inmensa a su tataranieta, sonriéndole como acostumbraba, infundiéndole valor.

<<Amada hija, en estos más de 500 años, decenas de descendientes fallaron en el duelo supremo, el mismo que ahora enfrentarán ustedes. No sería capaz de mentirte en algo tan definitivo. Pero tampoco debo callar los sentimientos que mi yo interior destila hacia ti y Hiroshi. Algo en mi corazón me dice que fuiste predestinada para convertirte en la excepción que tanto anhelo.>>

Los ojos de Chieko se llenaron de lágrimas. Eran gotas de emoción pura, una manifestación de sentimientos de amor tan desbordante, imposible de detener. Hiroshi la abrazó sin dejar de mirar a sus tutores. Era su turno de plantear sus argumentos.

<<Maestro Hiraku, ha sido un honor entrenar con el máximo héroe del clan Matsumoto. Sus enseñanzas son un tesoro que acompañará mi existencia hasta el final, sea en la Tierra, en el pasado o en cualquier otro escenario que nuestros creadores determinen. Sepa que no defraudaré su confianza. Enfrentaré mi destino sin temor; lo haré convencido de un objetivo supremo. Mi guía será mi amor por Chieko.>>

Hiraku asintió levemente con la cabeza para proceder a abrazarlos. Fue un gesto cariñoso, pero breve. De inmediato los volvió a colocar de frente para terminar su mensaje.

<<Hijos, al lugar donde van no hay escapatoria. Estarán rodeados de los amos de la Creación. Ellos disfrutarán el combate de cada uno de ustedes. Al llegar a la Antártida, serán separados. Ninguno sabrá cuando su amado o amada esté enfrentando la muerte. De hecho, el que quede vivo de ustedes deberá esperar que por la puerta lateral salga la persona querida y no su némesis. Sea cual sea el resultado, si tú, Chieko, derrotas a Hiso y al salir a la línea de salto ves que el ganador del otro combate fue Kadashi, no deberás tratar de cobrar venganza, ni tampoco de huir, simplemente porque no tendrás tiempo. La puerta a la inmortalidad solamente se abre por un breve espacio de tiempo, apenas el suficiente para tomar el valor de saltar al vacío, a un costado de la cúpula que cubre el mundo.

Mitsu compartió su propia experiencia.

<<Mi enfrentamiento con aquella asesina china fue extremadamente sanguinario. Cuando finalmente logré decapitarla, apenas tuve fuerzas para salir por la puerta que se abre por breves minutos. Al hacerlo, te encontrarás en un borde muy estrecho y descubrirás que hay muchas otras puertas a lo largo de la cúpula. De ninguna de ellas vi salir a Hiraku. Entonces me concentré y confié en que mi amado también cumpliera su tarea y me alcanzara en nuestro lugar de reencarnación. Me lancé al vacío, esperando morir despedazada por la energía que despedía aquella cubierta que rodea al mundo entero.>>

Hiroshi quiso aprovechar hasta el último minuto para absorber toda la sabiduría de aquellos guerreros ancestrales.

<<Maestro Hiraku, maestra Mitsu… ¿El amor fue un factor importante para el logro de su reencarnación?>>

<<Es el ying y el yang, hijo mío>> respondió Mitsu.

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Kadashi sabía que estaba en Sierra Leona. Su olfato se había incrementado de manera suprema por lo que era capaz de reconocer el olor de la sangre. Aquella que aspiraba con deleite pertenecía a esa zona.

Su amo, el doctor Mengele, le explicó que, para dejar saldada su deuda con la Compañía, debía eliminar a un enemigo de la élite, uno de los títeres que ya no querían seguir financiando.

Los helicópteros en los que viajaban eran más modernos, pues no emitían sonido alguno. Eran dos: uno en el que era transportado el que alguna vez fuera el Asesino de Negro, y un segundo donde lo hacía la transformada Hiso.

Mengele le dijo claramente que el objetivo debía ser masacrado, junto con sus principales comandantes y que podía usar todo el arsenal disponible.

La noche era tan oscura que hubiera sido imposible que alguien pudiera observar los dos cuerpos que descendían del cielo desde aquella altura.

Cuando estaban a pocos metros del objetivo, ambos expandieron sus alas de murciélago para planear sobre sus víctimas. Kadashi descendió sobre el techo del cuartel principal y observó a Hiso elegir el que estaba enfrente, a pocos metros. Los dos admiraron sus nuevos cuerpos, aquel diseño perverso que fusionaba carne y venas de otros seres de diferentes especies. La sonrisa del ninja resultó siniestra: donde alguna vez hubo una impecable dentadura blanca, ahora resaltaban colmillos parecidos a los de las pirañas.

Emitiendo un sonido que sonaba más a bestia que a un humano, el asesino comenzó a cegar vidas con su enorme par de espadas. Su rapidez era pasmosa. Ninguno de los africanos pudo reaccionar. Trozos de cuerpos, extremidades, cabezas, tripas comenzaron a salir disparados en todas direcciones. Los gritos de espanto de aquellos miserables mercenarios solamente añadieron más dramatismo a aquellas dantescas escenas.

Hiso no solamente cortaba partes con su espada, sino que también utilizaba aquella cola con puntas dentadas que ahora formaba parte de su anatomía para atravesar a sus rivales con mortal efectividad.

Pocos lograron realizar disparos, pero estos remataron a sus propios compañeros, porque aquellas bestias se movilizaban de manera espeluznante.

Cuando Kadashi e Hiso irrumpieron en el cuarto del líder principal, este trataba de dispararse en la sien, pero su cobardía impidió dicho escape. En cambio, aquellos monstruos lo golpearon sin piedad hasta dejarlo agonizante. Antes de colapsar a causa de la hemorragia interna, el objetivo vio con auténtico pánico que uno de ellos comenzó a cortarlo desde los pies con certeros tajos. La sangre se esparció a borbotones y el olor excitó a aquellos engendros que culminaban así su entrenamiento.

Desde el helicóptero principal, el doctor Mengele sonreía satisfecho, vitoreado por sus lambiscones colegas nazis. El demente científico ordenó que bajaran a buscar a sus ‘armas vivas’ para iniciar el largo trayecto hacía un punto muy específico de la Antártida.

Continuará…

RICARDO PAT

riczeppelin@gmail.com

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