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XXXIV
‘Durante centenares de años, los secretos de los Shinobi estuvieron a salvo de miradas indiscretas. Fue hasta inicios del Siglo XX, en la década de los 30, cuando apareció, oculto en unas cuevas de Kioto, el primer papiro con relatos de proezas realizadas por una pareja de extraordinarios guerreros’ – AYUMI KOIZUMI, Cronista
Hiroshi y Chieko corrían detrás de Hiraku sobre el pequeño espacio que aquella cornisa permitía. Avanzaban rumbo a la cima de aquella montaña helada. La indicación había sido continuar sin detenerse, superando cualquier obstáculo que encontraran en el camino, y vaya que se complicaba cada vez más.
El entrenamiento había iniciado meses atrás y cada día ambos enfrentaban verdaderas pruebas de resistencia física y, sobre todo, mentales. El shinobi mayor les explicó que, para poder evolucionar al siguiente nivel, requerían adaptar sus capacidades mentales a una nueva forma y fondo de percibir la realidad. Para que esto fuera posible, aprendieron a ampliar su concentración para no caer en las trampas que constantemente aparecían en sus rutas, trucos mentales que semejaban barreras u obstáculos que no existían en realidad, mientras otros sí exigían toda su concentración y fuerza.
El entrenamiento con las armas era algo digno de observar. La pareja trataba de herir a su mentor con las katanas, atacándolo al mismo tiempo. Hiraku era un consumado maestro: literalmente jugaba con ellos, bloqueando sus embestidas, anticipándose a ellas y contrarrematando con tal eficacia que hubiera podido matarlos muchas veces. El proceso era espectacular, tan dinámico que la propia Mitsu no podía evitar participar, cada vez más entusiasmada por la manera en que su amada nieta crecía como guerrera.
Chieko retornó a su cuerpo a la hora programada. Cada vez era menor el uso de algún aparato electrónico que la ayudara a despertar de sus viajes astrales. Observó a su lado a Hiroshi, en posición de flor de loto, concentrado, todavía en el otro plano platicando con Hiraku. Ella había retornado antes, para preparar los alimentos requeridos.
Recordó la última plática con su tatarabuelo Hiraku, precisamente en la cima de aquella montaña a la que llegaron tras un impresionante esfuerzo. Su maestro les iba dosificando la información importante, ayudándolos a comprender de manera sistemática todo lo que se requería para no enloquecer en el proceso de evolución.
<<Muchos elegidos no logran el objetivo de alcanzar un mejor nivel de existencia, porque fallan en la parte final. No me refiero a que pierdan la confrontación que les da derecho a dar el salto a una nueva vida; incluso habiendo vencido en el duelo cumbre, muchos se quedan pasmados cuando la compuerta de la cúpula se abre tan solo el tiempo necesario para que enfrenten su destino. Al saltar, sus mentes deben seguir fijas en un solo objetivo: lograr el renacimiento.>>
Hiraku ofreció a sus discípulos ejemplos importantes de poder mental.
<<En el año 170, Marco Aurelio escribió: Lo que se interpone en el camino se vuelve el camino. Con esta frase desarrolló la estrategia para vencer a sus enemigos y ganar la guerra contra los Germanos. La batalla de las Termópilas, en el 480 A.C., no fue una masacre de 300 guerreros espartanos enfrentados a miles de persas, fue el camino que estos valientes eligieron para ganarse el derecho de continuar su viaje. Leónidas llegó al mismo nivel en el que ustedes están ahora, y enfrentó a quien desde siempre había sido elegido como su némesis. Su abuela Mitsu me acompañó a realizar proezas realmente increíbles que asombraron a todo Japón y muchas otras partes del mundo; por eso fuimos llevados a otros continentes. Somos letales guerreros porque no existe ningún impedimento contra nuestras intenciones, porque somos capaces de adecuarnos, de adaptar la mente para transformar cualquier obstáculo en una estrategia.>>
<<Ambos enfrentarán a enemigos temibles, que no solo serán más fuertes al ser quirúrgicamente mejorados, sino que mentalmente también serán capaces de realizar proezas. Han desarrollado un poder similar al utilizado por el proyecto MK Ultra, el programa de control mental de la Compañía, solo que ellos lo hacen de manera directa: pueden incorporarse al cuerpo de otro para matar, o distraerlos. Así eliminaron a personajes como John Lennon, Bruce Lee, Jimi Hendrix, quienes habían obtenido información importante, o bien habían evolucionado en su arte y representaban un problema para el sistema.>>
Esta vez fue Hiroshi la que la regresó al presente. A diferencia de su amada, quien retornaba en silencio, él acostumbraba lanzar siempre la misma exclamación: ¡Banzai! La célebre frase nipona.
Chieko sonrió y abrazó a Hiroshi, quien la comió a besos.
Esa noche, ambos despertaron al escuchar un vehículo que se acercaba a la casona antigua donde radicaban en aquella zona de Campeche. De la limosina descendió un individuo impecablemente vestido. Con tono alto, pero amable, dijo en el intercomunicador: <<Buenas noches>>.
Hiroshi se vistió de prisa, tomando una estrella de metal antes de asomarse para averiguar de qué se trataba aquella inesperada visita, no sin antes indicarle a Chieko que permaneciera dentro. Presionó el botón del intercomunicador.
<<Buenas noches. ¿Puedo ayudarle en algo?>> dijo con tono sereno.
El individuo sonrió, remarcando aún más su delgadez.
<<Mi nombre es Lev Aggot, y vengo precisamente a platicar con usted, señor Hibiki Matsumoto. ¿O debo llamarlo Hiroshi? Por supuesto, también deseo hablar con su compañera, la señorita Chieko Fujimoto. Soy representante de la Compañía, pero no se preocupe: no existe ningún interés en hacerles daño. Por el contrario, queremos que los dos lleguen con bien a la cita con su destino. Precisamente de eso vengo a dialogar con ustedes.>>
Continuará…
RICARDO PAT