Letras
José Juan Cervera
Todo libro contiene expresiones literales y tácitas que el criterio del lector –en desarrollo constante, porque el juicio se afina en el impulso de la experiencia– ha de acometer con una disposición de ánimo adecuada. Esto quiere decir que asume un papel activo de suma importancia, poniendo en juego destrezas de las que no siempre está consciente porque pasan a formar parte de su desempeño cotidiano, en el que arraigan hábitos y rutinas de uso.
Desde este punto de vista, el contenido de un texto refleja, además de los conocimientos de su autor, su visión del mundo e incluso ciertos rasgos generacionales, su perfil de ciudadano y sus inclinaciones más diversas. En este aspecto reside una de las claves del gozo que una obra puede incitar, por constituir un aliciente intelectual que algunas veces conduce apreciaciones estéticas, científicas o simplemente informativas, cuando no se trata de una mezcla de ellas.
El género biográfico entraña valores evidentes que matizan las circunstancias en que surgen sus obras, el contexto histórico que envuelve a las personalidades que abordan, y la propia temporalidad que condiciona las acciones de su autor; para dar un ejemplo de ello, viene al caso el trabajo que se titula Ignacio García Téllez. Un intento de biografía, de José Alcaraz de la Rosa (Instituto Mexicano del Seguro Social, Delegación Estatal en Guanajuato, 1992). El subtítulo sugiere un ejercicio de modestia excesiva, debido tal vez al carácter de esbozo que sus páginas despliegan.
El nombre de Ignacio García Téllez (1897-1985) transmite resonancias en la vida diaria, porque con él han sido designados recintos y unidades de servicio médico público en distintas entidades federativas, entre ellas Guanajuato, su estado natal. Paisano suyo, Alcaraz hace notar el contraste entre las ideas de reivindicación popular que el sujeto de la biografía defendió con ardor y la atmósfera de pensamiento anquilosado que se respira en su ámbito regional, sobre todo en ciertos sectores que parecen haberse detenido en una época ya extinta. Cabe recordar que el suelo guanajuatense fue cuna de la Unión Nacional Sinarquista en 1937, aunque pueden citarse muchos otros casos que ilustran esa actitud regresiva. Ante ella, es explicable el advenimiento de grupos e individuos que se contraponen con energía a sus posiciones exaltadas, en una dinámica en que las minorías buscan realzar sus posiciones civiles.
Si bien el recuerdo de García Téllez está estrechamente ligado con la implantación del sistema de seguridad social mexicano, del que fue promotor entusiasta desde sus formulaciones iniciales durante la presidencia del general Lázaro Cárdenas –pero que se concretó cuando Manuel Ávila Camacho lo relevó en el cargo–, el biografiado destacó en varias facetas de su vida, tanto en su carrera de abogado como en distintas encomiendas del servicio público, ya que fue rector de la Universidad Nacional Autónoma de México y titular de varias secretarías del Poder Ejecutivo federal, entre ellas las de Gobernación, Educación Pública y del Trabajo y Previsión Social. En su calidad de jurista participó en varias iniciativas que rubricaron un avance notable en el bienestar de las mayorías sociales.
La identificación profunda que lo unió con el general Cárdenas a partir de los principios que ambos enarbolaron, cada uno en el marco de sus atribuciones, se prolongó en el curso de los años, de tal modo que cuando el mandatario concluyó su periodo presidencial, García Téllez fungió como su secretario particular. A la muerte del divisionario michoacano, el único orador que intervino en su sepelio fue su amigo guanajuatense, por instrucción expresa que el difunto había fijado en su momento. Una nota de relieve humanitario en su trayectoria es que tuvo a su cargo el recibimiento de los exiliados españoles que llegaron a México en 1939 a bordo del buque Sinaia, tras el atentado que el general Francisco Franco perpetró contra las instituciones democráticas de su país.
Así es como se observa que la vida y la obra de Ignacio García Téllez son dignas de apreciarse con detalle. Pero el estilo de este estudio biográfico delata algunas particularidades que le confieren un aire de vieja usanza, que puede explicarse a partir del medio institucional en que se gestó y a las formas expresivas de la generación en que creció el autor, caracterizadas por la insistencia encomiástica con que satura la memoria del personaje tratado, cuyos méritos, de haber sido nombrados en un tono más sobrio y equilibrado, desprenderían el mismo brillo que se aspira a dotar de abundante reconocimiento.