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El baño era típico de una casa de interés social, pero mucho más iluminado. Tan iluminado, que la luz que bañaba las estrechas dimensiones prácticamente deslumbraba. Por ello, la inesperada entrada impresionó mucho más a Cindy Daniella, mujer divorciada que comenzaba a encontrarle sentido a su treintañera vida.
La primera emoción en meses había iluminado su existencia, en una tonalidad mucho menos agresiva que la de aquel estrecho baño.
Apenas empezaba a imaginar nuevas escenas en su vida, y en ninguna de ellas aparecía de repente un desquiciado con un enorme cuchillo penetrando sus carnes, lacerando su cuerpo con una saña medieval.
El dolor llegó a un clima demencial para su espantado corazón; por ello, la parte más espantosa del ataque fue percibido solamente por su alma.
La extrema iluminación decreció a causa de la sangre que cubrió todas las paredes. Ni un solo grito salió de aquel pequeño baño. Apenas se escuchó el sonido de la regadera cumpliendo funciones comunes.
Todavía en estos días, después de tantas exitosas incursiones, no me logro explicar por qué cada vez que lo hago siempre me obsesiono mucho más en la iluminación de los baños, cuando debería enfocarme principalmente en lo sagrado de mi obra.
RICARDO PAT