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XXXVIII
LA MIRADA EN EL ESPEJO
Se desnudó de a poco, sin prisa.
Con la inocencia de una niña, fue recorriendo tímidamente su piel virgen. Sus dedos inexpertos descubrieron, por vez primera, los misterios más guardados.
Con cada mirada, el espejo parecía transformarse (o quizá deba decir, deformarse): inexplicablemente, aparecían ondas en la superficie, nunca antes vistas.
Cuando la hermosa joven comenzó a gemir, el nitrato de plata se derramó en el frío mármol de la estancia, haciendo del piso un gran reflejo de la otra realidad…
JORGE PACHECO ZAVALA