XXXIV
EL JUEGO DE LA VIDA
Y cuando el “juego” termina, nos miramos como dos perfectos desconocidos, nos duchamos, nos vestimos sin prisa, y volvemos a ser quienes pretendimos ser todo ese tiempo.
A la intemperie somos otros: dos extraños que deambulan entre la luz y las tinieblas.
Dos desconocidos que un día cualquiera se miran y vuelven a “jugar”, como si el tiempo no existiera.
JORGE PACHECO ZAVALA