XLIX
EL NOMBRE DEL SILENCIO
Un día las palabras ya no salieron más de su boca.
Sin explicación, se fueron rezagando en su interior; llegaron a formar una gran montaña de sonidos ahogados. Solo el viento podía comprender el profundo vacío.
Cuando el silencio lo llenó todo –ojos, pelo, piel, uñas–, comenzó a llamar las cosas por su nombre, como al principio.
Así fue que a la muerte le llamó vida, y al final le llamó principio…
JORGE PACHECO ZAVALA