LXXXIX
RECONSTRUCCIÓN
Comenzó el reto de la reconstrucción con los primeros rayos del sol.
La sola idea, al considerar la magnitud de la empresa que estaba por comenzar, lo había tenido inquieto toda la noche. En sus ojos se asomaba una diminuta luz parpadeante de esperanza.
Comenzó con los pequeños bloques de concreto que se escondían detrás de sus emociones reprimidas, continuó con las retorcidas varillas clavadas en su mente por años, las que le habían llevado a sufrir pérdidas producto del temor. Luego, tomó el trascabo “mano de chango” y rascó en lo profundo hasta extraer todas las astillas metálicas del desamor que, sin darse cuenta, perforaban los ductos que transportaban el líquido vital.
Hasta aquí, experimentó un alivio sin igual.
Sin embargo, aún faltaban los bloques de desecho más grandes y pesados; curiosamente, eran aquellos que él mismo había levantado durante años de enemistad con la vida.
Al fin terminó. Estaba exhausto y sin fuerzas.
Al despertar y ver el cielo pintarse de azul, no se pudo reconocer frente al espejo de pensamientos que lo rodearon; tampoco pudo encontrar maldad en el secreto profundo de sus emociones…
Entonces, desconcertado, pero extrañamente feliz, se acomodó en su viejo sillón sin uso y se bebió la mejor novela de Salinger.
Leyó entonces atento su futuro en el fondo de una taza de un café…
JORGE PACHECO ZAVALA