LXXVII
JUDAS Y LA ROCA
Se sabe hoy, por los dimes y diretes de la historia, que Judas de Iscariote se mantenía a la distancia del maestro. Sin embargo, al paso del tiempo se convirtió en un testigo de los beneficios de pertenecer al fructífero ministerio de su líder.
Cada mañana, los seguidores de Cristo subían con él a la montaña; motivados, además de la palabra, del cotidiano milagro que el maestro ejecutaba al convertir las piedras en pan.
Cada discípulo cargaba, desde muy temprano y con suma expectativa, su roca. La abrazaban con tal determinación, que subir la pendiente no representaba ningún tipo de sacrificio. Al llegar a la cima, y luego de la enseñanza, el Hijo de Dios extendía, sin más, su mano, y con su dedo de autoridad mandaba que cada piedra se convirtiera en pan.
Judas había perdido la cuenta de las veces que vio descender a los discípulos plenos de algarabía, comiendo aún las migajas de su último trozo de pan.
Al siguiente día, Judas se dispuso a experimentar por sí mismo el milagro. Se buscó la roca más grande que pudo cargar. Intentó caminar y aprobó. Cuando regresó, ya los discípulos se encaminaban por la misma ruta de siempre.
Judas rodeó la roca con sus brazos y se echó a caminar. Era el último de la fila, pero eso no le incomodó; pensaba en la recompensa al llegar a la cima.
El sol quemante hacía que la breve travesía se volviera una dura faena y un verdadero desafío.
Al llegar a la cima, algunos de los discípulos miraban a Judas, que a duras penas avanzaba con la gran roca pegada a su cuerpo. El sudor le cubría el rostro y su piel enrojecida parecía un tomate a punto de explotar.
Al llegar, Judas arrojó la roca al piso, escupiendo alguna palabra extraña en arameo. El maestro hablaba con pasión acerca de las ovejas de su Padre.
Mientras Judas aún respiraba tratando de recuperar el aliento, que al parecer había perdido en la pendiente, el Maestro hizo un alto en la enseñanza y dijo: “Hoy es un día especial, he sentido en mi espíritu una viva convicción; este día lo dedicaremos al ayuno…”
JORGE PACHECO ZAVALA