LXVI
UNO DE LOS DOS
Decidido a concluir con su enfermizo narcisismo, el aclamado escritor, digno contendiente al Premio Nobel de Literatura, se propuso nunca más mencionar su nombre.
Prohibió que su nombre y su fotografía aparecieran en las portadas de sus libros, en los diarios y revistas de cultura.
Una mañana, luego del titánico esfuerzo realizado, el exitoso autor se levantó de su cama y notó de reojo, junto a la cómoda de noche, uno de sus libros, escondido, como si tratara de escapar del juicio eterno.
Tomó el libro entre sus manos y dijo en voz apenas audible: “Me serás recordatorio de lo efímera que es la fama y lo breve que es la vida. De ahora en adelante, mientras vea mi nombre en este libro, sabré que mi existencia en esta tierra sigue siendo narcisista.” Acto seguido, borró con líquido isopropílico hasta el último rastro de tinta.
A la mañana siguiente abrió los ojos. Miró la portada del libro aquel de la conciencia. ¡Qué desaire! Su nombre estaba nuevamente ahí.
Con la fuerza del coraje y un bastón, quebró el espejo en mil pedazos.
Esa mañana comprendió que había llegado el momento de elegir: uno de los dos debía morir…
JORGE PACHECO ZAVALA