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México en el destino de García Gutiérrez

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Letras

García Gutiérrez

Manuel Torre

El día primero de marzo de 1836, en el escenario del teatro del Príncipe, de Madrid, tan caro al recuerdo de Lope de Vega, se honraba ruidosamente a un joven poeta soldado que acaba de fascinar al público con su drama El trovador, flor y nata del romanticismo. Poco después un mediocre dramaturgo, Cammanaro, refundía el drama para el gran compositor ítalo José Verdi. Ocho años después, zarpaba del puerto de Cádiz para Cuba en un vapor inglés el ya conocido poeta García Gutiérrez. Pero el clima cubano y la efervescencia que se gestaba para provocar la rebelión disgustaron al vate y en otro vapor inglés, el Fay, arribó a nuestro Veracruz, desde donde se trasladó a Mérida, fijando allí su residencia.

Amistades fieles como la de Antonio Maldonado le proporcionaron apoyo y ambiente. El móvil principal del viaje del poeta fue para documentarse para edificar un vasto poema épico del corte de La araucana de Ercilla, que habría de llamarse Hernán Cortés a la conquista de la Nueva España. En las maletas venían ya de Madrid más de trescientas octavas reales rotundas que constituían el inicio épico. Era necesaria aquí la visión de Anáhuac, los monumentos antiguos, el ambiente, los idiomas, vestuario y actividades de nuestros aborígenes. Casualidad del destino. Estas estrofas altisonantes que no vieron la continuación fueron devoradas años después en Sevilla en un incendio sofocado en casa del rapsoda.

En los primeros años de 1844 salían de las prensas emeritenses de Gerónimo Castillo los primeros pliegos del drama La mujer valerosa, escrito en cuatro actos. Al fin del mismo año, veía la luz la comedia La gracia de Dios, arreglo del francés. Durante el año 1845 se escribieron, representaron e imprimieron en Mérida los dramas El secreto del ahorcado y Los alcaldes de Valladolid en cuatro actos cada uno. En ciernes, planeados y acotados prepara García Gutiérrez para su retorno a España el drama en cuatro actos El tesoro del rey, los dos primeros actos de la comedia Afectos de amor y odio, parte del drama La espada de Bernardo, el croquis y bastantes versos del drama Juan Lorenzo, dos zarzuelas, El grumete y Los hijos del tío Tronera, convertida después en comedia, que parodia El trovador. Varias fueron representadas en La Habana y reimpresas. A esta producción tan fecunda hay que añadir un centenar de poemas diversos, entre los que descuella el soneto dedicado a su amigo Maldonado que comienza: “Guardo de vuestra tierra mexicana/ un recuerdo imborrable, Maldonado/ pues en ella cinco años he pasado/ olvidando mi tierra castellana”.

Sus poemas A las ruinas del Mayab, El pájaro maravilloso, Los cenotes, El caimán y tantos otros, son evocaciones y emociones líricas sentidas en la tierra del faisán y del venado. En 1850 torna a España haciendo escala en Cuba. Ya en su tierra, perdura en su alma su amor a México como vemos en su comedia de corte alarconiano. La bondad sin experiencia es la que introduce como personajes a Guadalupe y Cecilia, dos jóvenes mexicanos. En uno de sus mejores dramas románticos, Juan Lorenzo, introduce numerosas alusiones a México. No puede olvidarse aquella quintilla gentil: “Mi amor ha cifrado en ti/ Isabel, todo mi afán/ mas aunque me voy de aquí/ perdurarán siempre en mí/ nostalgias de Yucatán”. La dama de la despedida era la hermosa yucateca Leonarda Dávalos Pech, una criolla capaz de paralizar el aliento de Apolo, a quien nunca olvidó el poeta, pues desde Sevilla le escribió varias veces bellas quintillas, como ésta: “Amé desde que te vi/ tu belleza soberana/ y en la pasión que sentí/ aprendí a querer en ti/ a la tierra mejicana”.

El paso por México de García Gutiérrez señala una etapa importante para nuestras letras lírico-dramáticas. La coincidencia con la convivialidad de José Zorrilla, lector del emperador Maximiliano, es decisiva, pues de esas dos fuentes abrevan linfas castálidas varios poetas mexicanos como Calderón, Carpio y Rodríguez Galván. El tono altisonante de los versos de García Gutiérrez en Yucatán lo hallamos de nuevo en Peón Contreras. Su drama La hija del rey bebe el aliento del vate de El trovador. Su cariño por México nunca fue desmentido. Con honda sinceridad escribe numerosas cartas a sus amigos recordando su estancia en el Mayab donde amó, fue amado y sintió las mieles del triunfo. Allá por el año 1844, peinando las canas de una ancianidad venerable, aún tuvo un grato recuerdo para México en su comedia La criolla. Honores póstumos que en su madurez le fueron negados en las esferas oficiales lo llevaron a una curul en la Academia de la Lengua y a diversos puestos diplomáticos, poco asequibles con su temperamento rebelde y retraído. Dúctil y adaptable a todos los géneros, escribió dramas robustos de larga perduración como El trovador y Juan Lorenzo, Simón Bocanegra, y Venganza catalana en los que destaca siempre una rebeldía de amor e ideal. Verdi inmortalizó El trovador con su ópera y los trágicos amores de Leonor y Manrique, los celos del conde de Luna y la catástrofe final han corrido por todos los escenarios del mundo armonizados maravillosamente. La frase final de Leonor en la prisión: “Si no puedo vivir para ti, sabré morir por ti” ha conmovido los corazones femeniles durante un siglo.

Es importante hacer notar que el paso por México de García Gutiérrez, como el de Bernardo de Balbuena, el de José Zorrilla, el de Juan de la Cueva, el de Gutierre de Cetina, el de Mateo Alemán, el de tantos otros viajeros de la inquietud estética, ha sido fecundo para el arte mexicano, siendo éste precisamente el que ha influido más eficazmente en aquellos, modelando con su ambiente y ricos valores espirituales las producciones más relevantes.

(De El Nacional, México, D. F.)

 

Diario del Sureste. Mérida, 31 de octubre de 1966, pp. 3, 7.

[Compilación de José Juan Cervera Fernández]

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