Colonia Yucatán
Don José Dolores Sánchez Azueta, mejor conocido como “Rifles”, recordó que no le resultó complicado trabajar en la fábrica. Pues no se me hizo difícil, sabía los movimientos de la maquinaria; cuando tenía problemas, ya que la misma gente la echaba a perder para que no trabaje, mandaba para que la reparen. Muchas veces era levantar un botoncito y aprendí. Ya no se sentaban; como se dormían mucho, el sindicato los apoyaba, por eso dicen que es la ruina de una fábrica.
En mi turno, te voy a decir, había como 25 obreros de base; a los eventuales los ponemos a barrer, cada quien comía en su departamento, comían con el que le gustaba. El jefe de turno tenía su mesa. Un día a Jaime Contreras, no se me olvida porque le mandaron un chile habanero entero, lo agarra, lo apesga y sale disparado directo a sus ojos. Se estaba muriendo el pobre; agua fría le echamos para aliviarlo.
Cuando la empresa era la fábrica Triplay seleccionaron a dos personas, las mejores, considero las más responsables, para pasar a Lignum play. Nos pasaron ahí pero todavía faltaba como un mes para arrancarla. Nosotros estamos nomás barriendo, todavía no producía, no estaba bien armada, porque unos alemanes vienen a instalar y otros vienen a arrancar y no había venido el que iba a arrancar.
Cuando ya arrancó me dijeron que iba a estar de operador. Conocí todo y fui enseñando a los demás, varios preparadores de goma pasaron. Eso que te digo ya pasó mucho tiempo. Cuando estaba jalando, casi a la mitad del tiempo pasaron a Charol (Diego) Núñez, a Ramón Salas y a uno de la Sierra que fue el que se quitó cuando yo entré. Entonces estaba grande Lignum, jalaron a mucha gente, hicieron otra lijadora. Yo hice allá mucho tiempo. No me gustaba ser jefe, no jalaba con ellos. El otro jefe era Omar Espinosa.
Ese don Max Abonic una vez en mi turno vino y cagoteó a uno de los hijos de don Bon Dzib; además me cambió el programa que yo le tenía puesto; yo sé por qué lo tengo puesto, pero lo estaba observando. Esto no se lo voy a permitir. Al día siguiente, amaneciendo fui a la oficina. ‘¿Está don Max?’ ‘Sí pero está ocupado.’ Hice como hora y media. ‘Mañana vengo.’ ‘El otro día volví a ir: ‘¿está don Max?’ ‘Sí, pase.’ ‘¿Qué pasó, José?’ ‘Mire, una cosa: ¡no me gusta que vaya usted a moverme ningún botón de la máquina! para eso estoy. Tampoco tiene usted porqué venir a cagotear a ninguno de mis operadores; esa orden yo la di. Si le digo esto es porque hay sindicato y tengo muchísimos problemas con ellos. Tengo los nervios en la punta del pelo. Si usted me agarra de mala gana agarro un palo y le pego un chingáo trancazo; me importa quién sea usted, sea el dueño o quien sea… le pego un chingáo trancazo…’ ‘No, José, no lo tomes así…’ Nunca más me volvió a hacer nada, pero a los demás les requinteaba la madre, así como lo oyes: ‘pendejos, inútiles.’ Pero a mí no: ‘cuando usted quiera saber algo me pregunta, pero no me toca usted a ningún obrero.’
Yo sabía mis derechos. ¿Por qué se formó el sindicato?, se pregunta y responde, por la actitud del jefe de personal que era don Carlos Hernández: él te da una orden y tú como empleado de confianza lo tienes que cumplir; la cumples, amanece, va el sindicato y ya, solucionado el problema, y lo que tú hiciste o dijiste valió un cacahuate. Así nos estaba pasando a todos los jefes de turno. Fue cuando nos juntamos los empleados de confianza: ‘Vamos a moverlo.’ Lo movimos y le paramos la empresa ocho días. En mi vida había yo visto que vaya la Junta de Conciliación y Arbitraje de acá de Mérida a un lugar como esos, tan lejano. Sin embargo fueron. El mero macizo de allá dijo: ‘¿Cómo es posible que por 40 empleados que paren la fábrica se queden 450 gentes sin trabajo? No puede ser posible que por acá que por allá y les lavan el coco.’ Eso fue un sábado.
Todos contentos, pendejos digo yo, porque hasta a mí me tocó, pero mi dinero no lo toco, yo no, el chiste es que el lunes deben entran a trabajar, solucionado… El domingo todos a mamarse…
El lunes nos presentamos y ‘tú te vas, tú también; tú tampoco tienes trabajo; ¡vámonos, cabrones!’ Así nos corrieron. Pero tuvo un grandísimo error la empresa EMSA al retirar y liquidar a los que conocían, a los que sabían: se quedaron los ayudantes, creyeron ellos que los ayudantes sabían. Tú les estás enseñando pero ellos no aprendieron, les estás enseñando no quieren aprender. No es mi culpa. Sacan a los mejores y meten a los peores en toda la fábrica.
Primero tronó Lignum, luego las demás, lo cerramos y dicen: ‘Bueno, ya se fueron esos.’ 44 nos fuimos. Eso fue después del ‘75. Ya lo tenía Perló. El ingeniero Sánchez estaba, el yerno de Jaime Contreras. Nosotros le dimos en la torre, cuando quisieron mover la fábrica la última vez se les quemó una banda que viene de Alemania y viene en barco, no sé cuantos meses tarda en llegar. Ahí tronó la fábrica de veras, el único que volvió allá fue Omar Espinosa: después de enseñar a los demás, a los tres meses lo liquidaron.
Continuará…
L.C.C. ARIEL LÓPEZ TEJERO