Colonia Yucatán
Don José Dolores Sánchez Azueta, mejor conocido como “Rifles”, en amena plática con Ariel López Tejero recordó su vida en la Colonia Yucatán, ahora cubriendo la etapa en que sus hermanas decidieron mudarse a Mérida.
Jorge, hermano de Julia, me preguntó qué iba a hacer. ‘Pues métete de soldador,’ le dije, ‘eso deja dinero’, y se metió de soldador.
Por cierto, una vez hubo un accidente en la fábrica con el hijo de Tobita Villalobos. El ingeniero Mireles había dado la orden hacía tiempo de soldar las chimeneas, pero no se hacía el trabajo porque no limpiaban el terreno, estaba lleno de aserrín y el ingeniero nunca lo mandó limpiar. ‘Me mandas a limpiar eso y lo mando hacer,’ le decía Tobita. Se fue un día a Tizimín y el ingeniero dio la orden de que se haga, al soldarlo cayeron las chispas en el aserrín y se incendió aquello. No fue una cosa grave, pero casi pierden la vida. Cuando vino Tobita se agarró con el ingeniero Mireles, sacaron al ingeniero de la empresa, era el jefe mecánico.
Después de eso, como a los cuatro meses me dijo mi hermanito: ‘Me voy a México.’ Ya estaba grande y se fue con un chofer de tráiler; allá trabajó de soldador mucho tiempo hasta que el Doctor le dijo que lo deje porque iba a quedar ciego. Allá se casó.
A los cuatro años que murió mi mamá yo ya tenía la casa y el papá de mis dos hermanitos trabajaba en las Coloradas, él es de Oaxaca, se llevó a sus hijos y me quedé solo en la Colonia.
Andaba donde quería dándome la gran vida. La vida en la Colonia, te repito, era bonita. Había cosas tristes, pero no hay nadie que conozca que diga que no era bonita…
La gente de Colonia de antes era una maravilla. Yo andaba alhajado. A veces entraba a tomar ahí con don Concho Leal; cuando veía que estaba yo medio mal, le entregaba mis alhajas a su esposa. Quién sabe cómo llegaba a mi cuarto. Amanecía sin alhajas, sin dinero, entraba a trabajar y empezaba a recordar dónde había ido, se me acordaba y a la semana siguiente iba. ‘¿Dónde se había usted metido?’, y me entregaban todas mis cosas, mi soguilla, todo, la gente era HON-RA-DA. Era una buena vida.
La Colonia era una cosa muy bonita, cuando vivía el difunto de don Manuel Rodríguez… juuu teníamos de lo mejor. A mí me gustaba la cacería… Una vez que me casé, llegaron mis primeras hijas, Amparo y Virginia, ¡ya! lo dejé.
Cosa rara, yo veo que una persona toma y para dejarlo hace maravillas y a veces no puede. Yo no sé si tantos ruegos de mis hermanitas, puede ser, en mi familia no hay borrachos tampoco. Yo aprendí eso porque no había otra cosa, pero cuando yo dije se acabó, ¡se acabó! Ya ni fumo ni nada, era yo de lo peor.
‘Hace ahora casi 40 años; desde que nació tu hija,’ le recuerda Oli, como cariñosamente le decimos a su esposa.
He pasado tantas cosas que me pongo a pensar, no sé, le doy gracias a la vida. Mira: tengo picada de víbora cuatro nariz (Porthidium yucatanicum), logré salvarme de eso cuando dijeron que no; llevo ahorita ocho operaciones: tres en mis pies, dos en la vista y si le cuento a una persona no me lo cree…
En cuanto a la tomadera, lo único que yo hice es esto: una vez me llevaron al grupo de Alcohólicos Anónimos y no me gustó porque semanalmente vas y de lo que se habla es de aguardiente, que es precisamente lo que quieres olvidar, no me gustó.
Continuará…
L.C.C. ARIEL LÓPEZ TEJERO
Gracias padrino por seguir compartiendo estás anécdotas de grandes personajes de la historia de nuestra Colonia Yucatán,han Sido y serán siempre interesante enterarnos de ellos a través de tus publicaciones.saludos.