Inicio Cultura Memorias de don Manuelito Lara – V y concluye

Memorias de don Manuelito Lara – V y concluye

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Colonia Yucatán

La esposa de don Manuel Lara Álvarez, la señora Ada, a los tres meses de nacida fue llevada por sus papás a la Sierra. Es originaria del puerto de San Felipe.

Yo tuve una niñez muy bonita, feliz. Era yo muy alegre, me llevaba con todos. Organizaba bachatas, bailes. Era media líder, me gustaba ir a los bailes, jugar voleibol, softbol. En varios campeonatos jugué, recuerdo que nos dirigía Clarita Canto; dejé de jugar porque estaba embarazada de tres meses de mi tercer hijo. Me acuerdo cuando jugábamos con la Colonia y ganaba la Sierra: a pedradas nos despedían; correteados nos hacían ja ja ja ja, suelta la franca carcajada, recordando sus bien vividos tiempos.

La vida en Colonia Yucatán era diferente, esos carnavales ¡pre-cio-sos! Una vez nos disfrazamos como doce muchachas de viejitas, con vestidos, pelucas, todo; metimos un relajo como no tienes idea. Bailábamos con todos, pero no sabían quiénes éramos. Los bailes que organizaban Pilón (Felipe Leal) y Jorge Vales eran preciosos, se ponían buenísimos. Era yo muy amiguera, me llevaba con todos. Me acuerdo mucho de los carnavales, mi mamá me hacía mis trajes; una vez me vistió de pescadora, con su red y pescaditos. Todo muy bonito y ahí nos vamos al baile en camión a la Colonia cuando sucedió una cosa muy fea: casi frente del almacén de don Pedro Mena iba cruzando un niño como de seis años llevando una bolsa de envases; no sé qué pasó, pero recuerdo que casi se metió el camión en la carnicería de don Manuel Rodríguez con tal de esquivar al niño, y no pudo evitarlo. Fue una cosa muy fea, una desgracia lamentable que hasta se suspendió el baile: en lugar de baile hubo velación.

Yo nunca fui candidata a Reina del carnaval, no le gustaba a mi mamá. El baile era mi debilidad. Una vez, aun con la amenaza de un ciclón se hizo el baile, lo hicieron donde estaban los boliches. La orquesta de Bartolomé Loría fue muchas veces a tocar.

La orquesta Copacabana tocó en la Sierra, pero en privado, tercia don Manuelito al que por cierto nunca le gustó el baile. Recuerdo que en el parque de la Colonia había la hora del aficionado al canto con la orquesta de don Pancho Rejón, que ya empezaba a ponerse a la altura de las grandes bandas. Fue a participar Gelolan (Augusto Arceo), a cantar aquella canción de moda que dice: mira como baila el esqueleto, jajajaja, y Gerolan bailaba al mismo tiempo, moviéndose de un lado para otro, ya ves que él era gordito y todo el mundo se estaba riendo.

Doña Adita Díaz y don Manuel Lara Álvarez, posando con sus hijos.

A mí me conocían todos. En la Sierra vivíamos como ochenta familias entre las que recuerdo a mi padrino Sixto, Lupita Mena, Ramón Vidal, don Kuk (Francisco Lizama), don Cuxita. ¿Ya murió? Hombre, era muy buena gente. A Chely Osorio. Con el que tenía mucha amistad era con mi compadre paleta (Carlos Medina Díaz). Todos nos conocíamos, te repito, no había maldad, aunque casi toda la plantilla obrera tomaba.

¿Pues no que no se podía tomar, dónde conseguían el trago?

Muchos vendían bajo el agua, garrafas metían de contrabando bajo los rolos del camión, en la camioneta, en los ejidos también se vendía. Para navidad nos daban una botella a cada trabajador, el 31 también, pero no sabían –los de la empresa– que los contratistas metían mucho trago. Los borrachos jamás causaban líos. Al principio lo controlaba toda la empresa.

Allá no podía haber mujer adúltera, agrega doña Adita, a la que pescaban la sacaban, sobre todo si se metía con un hombre casado; en la Colonia estaba todo controlado en la Sierra no tanto.

Otra cosa que había es que, cuando veían algún animal en la calle, lo mataban; cochino o caballo que se vea en la calle, le pegaban un balazo ya que para eso tenían patios grandes; a las calderas los llevaban. Así aprendieron.

Tampoco había niños sin zapatos, porque a la escuela iban todos uniformados. ¡Qué bonito! Todo era impulsado por la empresa, te daban tu tarjeta para tu mercancía: frijol, harina, maíz, azúcar. Era un paraíso de veras la Colonia. ¡Cómo había de frutas, pájaros, mariposas! Ya se acabó la Colonia, era tan tranquilo, tan bonito.

El 25 de Julio de 1975 vinimos a Mérida a consultar, porque ya iba a nacer mi hijo Sergio Iván, fue el único que nació acá, todos los demás (Gabriel Manuel “Gaby”, José Ricardo “Pepe”, Juan Carlos “Tato”, María José, Diana “Kuki” y Jorge Martín) nacieron en la Colonia. Fue precisamente el año de la huelga, y desde eso nunca volvimos, repartí todas mis cosas, finaliza este buen hombre quien, al igual que doña Adita, se nota saludable, ambos felices por recordar sus mejores tiempos vividos a plenitud en ese lugar que hicieran único sus propios habitantes.

“Cuando venimos a vivir acá, tardé como dos años en acostumbrarme,” señala doña Adita.

Cuando veo a alguien de la Colonia, sabes cuánto gusto me da,” finaliza Manuelito con una sonrisa. “Una invitación sincera y franca, cuando quieras volver, hombre, esta es tu casa, lo sabes,” concluyó.

L.C.C. VICENTE LÓPEZ TEJERO

vicentelote63@gmail.com

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