Colonia Yucatán
Yo soy nato de Colonia Yucatán. Estudié con Cheto Rodríguez, Antonio Tello, José Francisco Polanco, el Pachulito; otros de mis amigos fueron Armando Cabrera, Manuel Tello, Jorge Díaz y Rufino Gómez, que vivían en la Sierra en aquel tiempo. Recuerdo tambien a mis compañeras Julieta Zamudio, Lola Pacheco, la hermanita de Rafael, Teresa, Ucha López, tu tía, con la hija de Martín Polanco, América se llamaba; hasta 6º grado estudié. Al año que salí de la primaria empezó la secundaria a iniciativa de los Profesores Armando Conde y Porfirio Matos; se daba una colaboración de $ 20.00 al mes por cada estudiante. De todo eso me acuerdo, comenta con orgullo Luis Fernando Valdéz Figueroa, mejor conocido en la Colonia Yucatán como Longa.
Mi papá fue don Valentín Valdéz Pasos, y mi mamá María Figueroa Castro. Eran de una hacienda henequenera, pero no recuerdo dónde. Ahí se conocieron y ahí se casaron. Un hermano de mi papá, mi tío Felipe que era jefe en la fábrica, invitó a mi papá a venir a la Colonia y ahí nos establecimos. Había trabajo; recuerdo que a los 13 años vine a trabajar a Mérida con mi hermana Carmen (+) la mamá de Periquita (Lourdes Gaytán Valdéz) cuyo papá era José Dolores Gaytán, soldado del X batallón destacamentado en la Colonia en ese tiempo.
A los 15 años, mi papá me entregó en el taller mecánico de la empresa maderera, con el maestro Juan Miranda Valle junto con José Inés Alcocer (Tuti), Paulino Bates, Tani Arjona y el potro (Eduardo González) ya que su papá era del sindicato. Don Manuel Braga, el papá de Gapo, era un herrero pero de los bueeenosss; él nos coordinaba, nos ponía una semana en cada sección del taller para que aprendiéramos de todo. Cuando empezamos no nos pagaban nada, luego tres pesos diarios nos daban. Eran 8 horas al día. Conforme avanzabas en tu aprendizaje te subían la paga hasta $ 15.00 el jornal, que fue mi último salario. Hasta allá, no pagaban más.
También nos mandaban a los tumbos cercanos a la Colonia a buscar madera: a Chencura, un rancho pedregoso que estaba en Qroo., después de Kantunilkin, yendo a Chiquilá estaba. Había madera de a montones allá.
Los lunes a las 5.30 de la mañana nos quitábamos de Colonia para ir allá y por la tarde llegábamos. Ese día ya no trabajamos, pero los demás días, hasta el viernes, a darle duro. A mí me gustaba porque ganaba más. Semanal veníamos a Colonia, nos quitábamos de los tumbos los sábados en la mañana y en la tarde llegabamos a Colonia.
Aprendí a manejar hasta los tractores cuando trabajaba en el taller, y cuando iba a los tumbos yo manejaba. A mi cuñado Pedro Campos yo le enseñé a manejar, él le comprá un jeep a don Rodolfo -don Rodo-, el abuelo de Chivi Cardeña, pero a mí nunca me gustó la guía. Mi cuñado Pedro tenía un terreno en Chenkura donde quería fomentar su ganadería con Santos Manzanero, tío de mi esposa, Tambien íbamos al rancho Chapas cuando había que reparar ciertas cosas.
Ya estando acá en Mérida, después que nos quitamos de la Colonia, trabajé 15 años en el ADO. Ahí me jubilé y nunca agarré camión. Empecé a trabajar allá por recomendación de mi cuñado Panchi diablo (Francisco Álvarez), que era conductor de la empresa. Yo despachaba y controlaba los aceites, conocía yo de toda clase de aceites para motor; igual despachaba la gasolina a los autobuses. A los 4 o 5 meses me cambiaron de trabajo y empieza la chinga con la computadora.
Continuará…
L.C.C. ARIEL LÓPEZ TEJERO