Colonia Yucatán
¡Juu…! La vida en la Colonia me gustaba. Había torneos de boliche, hasta las mujeres participaban; de carambola, una vez le gané un torneo de billar a Eusebio Díaz. Fue una dura competencia, el trofeo lo tengo en la nevería, junto con los de sóftbol, béisbol y básquetbol que organizaban los ingenieros.
A mí me gustaba caminar, pero ahora ya no puedo por mi operación de la rodilla, todo lo que podía hacer lo hacía, hasta enamorar chamacas, dice un poco más recio y animado don Luis Ebert Basulto Pineda, bromeando, ahora sí, con tremenda carcajada al ver a doña Nilda cerca de nosotros.
Sin embargo, cierto día pasé un trago amargo. Había un amigo mío que vivía en los cuartos y era agente judicial asignado en la Colonia. Se llamaba Vicente Graniel. Me llama aparte y me dice que lo acompañe; me muestra un telegrama y casi me voy de espaldas al leerlo: ¡orden de aprehensión contra Luis E. Basulto Pineda!
‘Mañana temprano nos vamos a Mérida, prepárate y espero que no sea verdad,’ me dijo. Avisé a mi cuñado Jenaro lo que estaba pasando para que informe a mi familia, por si acaso. Al día siguiente, al llegar al edificio de la Judicial, me dijo: ‘Espérame aquí, ahorita vuelvo.’ Al rato regresa y me dice: ‘¡Te salvaste! ¿Tú sabes de qué se trataba? Comprabas cosas robadas.’ ‘Sí, pero poco,’ le digo. ‘¡Pues era por eso! Pero ya quitaron la demanda, el que robó aceptó su culpa y retiraron la demanda, así que ya no hay delito que perseguir.’ Era un paisano que me lo vendía y yo lo hacía por ayudarlo, pues a él agarraron, pero ¡qué chinga me puso! dice a manera de despedida este hombre que seguramente sabrá muchas anécdotas más ya que la nevería de la Colonia, de la que ahora su hija Nena trata de recuperar su esplendor, era el punto de reunión todos los días de todos los habitantes de esta singular población. No pueblo -insisto- porque en esa época la vida en la Colonia, como dice don Basulto, era una vida bonita, tranquila y, claro, con música ambiental, variada y de moda.
Cuando ya me estaba despidiendo, después de pasar un largo rato conversando con el amigo de mi papá, agradeciendo la hospitalidad y la confianza, me jala hacia él y me dice en voz baja, susurrando al oído: ‘¿Tú sabes por qué les dicen chivos a los de Espita?’
“No,” le contesto un poco desconcertado.
‘Pues porque se maman solos… ja ja ja ja,’ me dice, festejando la broma con franca y sonora carcajada.
El 13 de mayo de 2012, el Señor llamó a su presencia a Don Luis E. Basulto Pineda.
L.C.C. ARIEL LÓPEZ TEJERO