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Memorias de don Luis Basulto Pineda – III

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Colonia Yucatán

Luis Ebert Basulto Pineda, mejor conocido en Colonia Yucatán como don Basulto, recuerda la vez que se hizo de un camioncito de tres toneladas.

Empecé a comprar maíz y frutas en los pueblitos cercanos a la Colonia. Cuando me di cuenta, mi negocio se estaba yendo a pique, me estaban robando algunos empleados. En eso me llama el ingeniero y me dice: ‘Oye, Luis, ya sabemos que tu negocio no anda bien. ¿Qué pasa? Ya no tienes ni coca colas.’ ‘Pues no sé, ingeniero.’ ‘Es ese camión que compraste, te está perjudicando, véndelo, deshazte del vehículo, ve qué haces o te vamos a quitar la nevería.’ ‘Pero yo todavía le debo a Hacienda, a la caja de ahorros…’ le dije. ‘Vamos a ver en qué te podemos apoyar.’

‘Pues, efectivamente, Luis, ya estudiamos tu caso,’ me dice a los pocos días. ‘Nos extraña porque tú no eres borracho, no eres jugador y estás en la quiebra. ¿Cómo están tus libros?’ Se los mostré. ‘No te vas a salir, te vamos a apoyar.’ Me ayudaron bajándome la renta de los dos locales a $500.00 por la nevería y por el billar, y me autorizaron subir el precio de los refrescos para que yo me pueda recuperar.

Yo le aportaba a la sociedad de padres de familia $ 1.20 por caja de refresco que, dicho sea de paso, era yo el único autorizado por la empresa a vender refrescos embotellados de Coca Cola, Pepsi y Sidra Pino.

El apoyo fue condicionado. Los refrescos los vendía a .55 Cts. y me autorizaron venderlos a .60 cts. Imagínate: ¡yo vendía casi dos mil cajas al mes! El comité de la empresa me ayudó mucho, en especial el Tigre. Dicen que don Pancho Rejón estaba detrás del negocio, diiiiicen, pero a ningún empleado se lo dieron. El camioncito se lo di al doctor Aguiar por una deuda.

Sí, la empresa me ayudó mucho. En cierta ocasión, uno de la Sierra quiso vender refrescos y lo notificó en la empresa: ‘Si le vas a comprar a Luis, adelante,’ le dijeron. No lo hizo.

Una vez fue a la Colonia Felipe Rodríguez Jr. y me dijo: ‘Mi mamá está en Cancún y quiere venir a dar la vuelta, pero quiere comer esos panuchos que usted hacía.’ -porque un tiempo puse mi lonchería. ‘Pero con una condición,’ me dijo el Jr.: ‘Que me cobre.’ ‘Ta’ bueno,’ le dije, ‘el doble te voy a cobrar ja ja.’

A los pocos días vinieron. Estaba sentada doña Concepción Ochoa, esposa del ingeniero comiendo su panucho, me acerqué a ella, me abrazó, me besó, está lagrimando a la vez que me tiene tomado del brazo. Ese día les preparé de tomar horchata con coco, todos repitieron. Estaban muy contentos, eran como diez ellos. Cuando ya se estaban yendo, se acercó Felipe y me ordenó: ‘¡Dame la cuenta, Luis!’ ‘¡Coño, Felipe, si esto tu papá me lo dio! ¿Cómo te voy a cobrar!?  Eso no se me olvida,’ le digo. ‘¿Qué tiene que ver eso?’ me preguntó; ‘que a mí no se me olvida’ le dije. Me dio un gran abrazo que me hizo sentir halagado, contento. Es muy bonito recordar eso y no hay nada negativo. Bonita vida la de allá. Si yo volviera a vivir, viviría allá de nuevo, ¡claro! Pero como era antes, con la misma gente, las mismas calles; ahora es difícil que vuelva a ser como antes.

Don Luis Basulto Pineda recuerda que en Colonia Yucatán supo sobreponerse a los problemas para salir adelante, por lo que se reconoce como un hombre agradecido con quienes le brindaron su apoyo.

Recuerdo que un día llegó a visitarme a la nevería un tipo que había trabajado en la fábrica. Era contador, le decían el Carnal, una persona muy callada, seria, se veía buena gente. Él y otro que no recuerdo quisieron hacer chafa en la fábrica, trabajaban en las oficinas, los descubrieron y los sacaron. Como a los dos años vino a visitarme y me dijo entre llanto lo arrepentido que estaba de lo que había hecho, del error que había cometido. ‘En ningún lugar de la República van a tener una vida como la que tienen aquí,’ me decía llorando. ‘Que cuiden la Colonia, es su patrimonio, en ningún lugar se gana lo que se gana aquí,’ me decía llorando. En efecto, aquí se ganaba muy bien, el ingeniero Medina lo dijo en una entrevista: que aquí se ganaba hasta diez veces lo que se ganaba en otro lugar. Se podía ganar bien aquí si trabajabas al destajo, recuerda el hijo de doña Felipa Pineda Aguiar y Luis Basulto –así, nada más, Basulto, porque era hijo natural, me confía.

Junto con Vado (Alfredo Góngora) formamos la sociedad ‘Amistad y Fraternidad’ en la Colonia. Surgió un seis de enero que veníamos de la fiesta de Tizimín, el día de Reyes. Estaba lloviendo, estaba malo el tiempo. ‘¡Qué necesidad tenemos de padecer esto para divertirnos si tenemos todo para hacerlo!’ me dice Vado. ‘Tú tienes un local, solo falta arreglarlo.’

Lo empezamos a organizar y hacer las gestiones, hablé con Willy telégrafos (Castillo), el Negrito (Miguel Soberanis), Ubaldo López, Roger Marfil y otros. Había mucha gente. No me acuerdo del año, yo le puse el nombre porque en Espita había uno que se llamaba ‘Independencia, Fraternidad y Cultura.’ La primera embajadora fue… empieza a tratar de recordar cuando grita doña Nilda desde el comedor: ‘¡Lizbeth Ayala, tu sobrina!’ ¡Ándale! Ella fue la primera embajadora de nuestra sociedad, lo que de plano no me acuerdo del nombre del conjunto musical que tocó esa noche en el baile.

Continuará…

L.C.C. ARIEL LÓPEZ TEJERO

vicentelote63@gmail.com

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