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(De) lo que no se olvida
“Yo nunca he sido flojo, Arielito. Acá trabajé un tiempo en Pamplona, en aquellos tiempos que los camiones recolectores eran cajones, no como ahora que están modernos. Al mismo tiempo, tenía yo trabajo de planta en la hidrogenadora, pero como seis meses aguanté nada más con dos trabajos. Me salí de Pamplona, pero siempre andaba haciendo mis extras. Arreglaba jardines. En una ocasión fui a arreglar el de casa de tu hermanito pavo (Paulino); en mi bicicleta vendía hielo en marquetitas a los albañiles que estaban construyendo el fraccionamiento Juan Pablo II de aquí cerca.”
“Soy una persona que nunca me he dejado. En Tizimín, trabajé de cargador de mercancías. Soy el mayor de la familia Fernández-Manrique. Me sigue Beatriz Barbaciana, Luisa Juliana, Teresa de los Ángeles, Rocío del Alba, José Narciso –chiquilillo– y Jorge, el j’tu’up. A mi papá, a quien todo mundo le decía don Chicho, Narciso Fernández Rivero, también le gustaba el beisbol. Era oriundo de la tierra de las longanizas. Mi mamá, Ermenegilda Manrique, como ya te he dicho, es oriunda de acá de Mérida.
“Mis papás fueron a Colonia porque mi papá era comerciante y mi mamá vendía papagayos en el mercado de acá, con mi abuelita. Según me han dicho mis tíos, se había juntado con un señor que era carbonero y era mayor que ella. Mis tíos fueron a quitársela a ese señor. Nunca se embarazó, hasta que conoció a mi papá, que era peluquero de oficio y en ese tiempo se había ido a Chemax a pelar a los soldados. Le dijeron que en Colonia había trabajo y se fueron para allá. A todos los que vivían en Colonia les arregló el cabello. Algunos le decían ‘El Cordobés’, en alusión a aquel famoso torero español por la cantidad de orejas que cortó mientras ejercía su oficio, jajaja…” celebra el hermano del difunto Chiquilillo. “Don Antonio Santoyo, don charol (Diego Nuñez), y mi madrina Marciana Aguilar, esposa de Chano Marín, les dieron posada porque son paisanos de mi papá, son de Valladolid. Como un año les dio posada, hasta que le dieron la casita a don Chicho que hace muchos años se vendió; ahora es la carpintería de Valle. Cada vez que voy, y veo la casa, me dan ganas de llorar. Recuerdo tantas cosas que viví en ese lugar…” comenta nostálgico el gran cuate de Víctor Martin. “Cuando lo veas, Arielito, por favor, salúdalo de mi parte,” me pide.
El papá de Gilda Georgina-Yorchi-, Irma Guadalupe y Manuel Santiago –Tochito– Fernández Peraza, abuelito de Elías Adonay y Valeria Guadalupe Martínez Fernández, de Juan Ángel, Gabriel Santiago y Pablo Leonel Cen Fernández, y de Joselin Isabel y Laura Jhoany Fernández Martín, nos agradece la visita estos primeros días del nuevo año 2025.
Debo decir que la vez anterior que fuimos a visitarlo Pimpo (Pedro) Azcorra y yo, apenas unas cuantas semanas antes, hablamos tantas cosas de nuestra vida en Colonia Yucatán, tantos recuerdos, bromas, etcétera, que cuando miramos el reloj ¡eran las 11.10 de la noche y eso que llegamos a las 3.30 de la tarde!
“¡Pimpo, vamos, ¿ya viste qué hora es?” le dije. “Como que abusamos de la hospitalidad.”
“¡No se preocupen, hombre!” nos dijeron Amado y Chuly. “Así que ves, nos da hasta la una de la mañana conversando aquí. Aprovechamos el fresco,” me dijeron ambos. El día de la charla la temperatura marcaba 31º.
Esta vez la visita terminó más temprano, a las 8.20 p.m., después de dar cuenta de los kibis, las papitas y el pan que nos sirvió amablemente Irma.
No será la última visita. Quedamos en regresar a escuchar al Pulpo y a Chuly, un sólido y feliz matrimonio que tantas cosas más tienen que decir de su alegre vida en Colonia Yucatán.
“Ahora solo pido a Dios,” dice un poco solemne Amado, “que me dé salud para seguir disfrutando a mi familia, a mis amigos y pueda ir a Colonia Yucatán para la fiesta este año.”
ARIEL LÓPEZ TEJERO
Un gran orgullo ser sobrina del se. Amado Fernandez (él pulpo)
Diosito me los siga llenando d mucha salud!
Los amo tios!
Y deseo muy pronto velvet a abrazarlos