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Guty Cárdenas

José Juan Cervera

Un factor que propició el notable desarrollo de la canción popular de Yucatán radica en la calidad de sus letras, cuyos versos medidos brotaron de la pluma de poetas consumados, tal como puede observarse en la mayor parte de sus producciones. La figura de Guty Cárdenas (1905-1932) cobra un relieve singular en esta atmósfera porque llegó a proyectarse en el ámbito internacional cuando varias figuras sobresalientes incursionaban en este medio tan competido; los registros fonográficos de las diversas piezas que grabó dan cuenta de los aciertos interpretativos que lo encumbraron en su brillante juventud.

Receptivo y versátil, mostró sus dotes en variados géneros musicales que adoptó en su trayectoria, sin dejar de lado su matriz cultural de origen, asimilando ritmos y acentos de otras regiones del país e incluso de otras partes del continente. Eduardo Contreras Soto afirma que su muerte temprana constituyó un obstáculo para que su éxito y su renombre lo propulsaran a alcanzar la estatura de ídolo continental que ostentó su contemporáneo Carlos Gardel a quien, no obstante, igualó en reconocimiento público como intérprete y como compositor, facetas que otros personajes de su tiempo no llegaron a combinar como ellos en su carrera profesional.

Tres años después del deceso de Guty Cárdenas, un hecho que perturbó a su amigo Carlos Duarte Moreno fue que en ese entonces circularon folletos y publicaciones periódicas que omitían, en unos casos por ignorancia y en otros de forma deliberada, la autoría de muchas obras que el cantor yucateco interpretó con su sello característico. “Se habla de su barca póstuma en la que, inconscientemente, se han puesto lauros que no le pertenecen. Él los tiene legítimos y puros, brillando con luz propia y victoriosa en los anales de nuestra trova,” decía en un artículo conmemorativo que el Diario del Sureste acogió en sus páginas.

El poeta y periodista consideró ofensivo ese proceder, tanto para el evocado como para los autores cuyo nombre no fue atendido en el orden de sus merecimientos y, para anticiparse a cualquier sospecha de que él fuese uno de ellos, aclaró que ninguna de las canciones a las que Guty Cárdenas puso música tenía letra suya. Duarte Moreno relata en otro texto de prensa cómo en dos ocasiones puso en las manos de su amigo los versos de Granito de sal, pero el compositor los perdió en algún descuido; lo mismo ocurrió al confiárselos a Ricardo Palmerín, resultados infructuosos que le produjeron cierto desaliento, hasta que por fin Pepe Domínguez dio vida a esa canción memorable.

Gracias a la discografía que Enrique Martín ha registrado con especial cuidado puede saberse hoy que Guty Cárdenas grabó en Nueva York algunas letras de Duarte Moreno con música de otros compositores, tal fue el caso de Boca loca, Granito de sal y Aires del Mayab, piezas todavía vigentes en el repertorio de los trovadores que con su empeño contribuyen a mantener viva esta tradición artística.

El trato injusto que Duarte Moreno deplora en su escrito afectó a personas conocidas en el terruño, quienes resintieron el despojo de su identidad artística cuando editores improvisados excluyeron su nombre de los créditos de referencia en menosprecio de su talento, trocándolo así en sustancia prescindible. Los letristas de las canciones de Guty forman una larga lista en la que figuran Ricardo López Méndez, Ermilo Padrón López, Luis Rosado Vega, Alfredo Aguilar Alfaro y Gabriel Antonio Menéndez, por mencionar algunos. La particularidad del trabajo colaborativo del joven intérprete con Antonio Mediz Bolio marcó el inicio de una serie de creaciones que hoy se designan convencionalmente como piezas de evocación maya, labor interrumpida cuando sobrevino la muerte del músico en 1932.

La inconformidad que Duarte Moreno pone de manifiesto en su artículo en memoria del artista desaparecido constituye un intento de honrarlo en el marco concertado de sus relaciones con otros creadores porque ningún talento se basta a sí mismo, por prominente que sea. Este tributo de amistad, ampliada a otros compañeros de pluma, se sustenta en experiencias vividas, pero también en afinidades que son, en cierto grado, de orden ideológico; para valorar esto, basta recordar como ejemplo el corrido con que Guty saludó el advenimiento democrático de la República española, suceso que atrajo las simpatías de muchos intelectuales de ese tiempo que, como el poeta yucateco empeñado en exaltar las dotes excepcionales de su paisano, se identificaron con el pensamiento libertario y con la acción orientada en sacudir los lastres que obran sobre la humanidad.

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