Cine
Creo que la mejor definición de lo que es Megalodón, la más reciente película dirigida por Jon Turteltaub – de quien disfrutamos National Treasure (las dos partes) y El aprendiz de brujo, tres películas en las cuales el actor principal es Nicolas Cage, por cierto– la proporcionó mi xtup al finalizar la proyección: es un placer culposo. No es una gran película, pero entretiene y, como ustedes ya saben, para mí eso es la más importante medida del éxito de un filme: que me haga permanecer sentado en mi butaca durante toda su proyección. No soy muy complicado, de verdad.
Después de haber leído el libro del mismo nombre de Steve Alten, cuya reseña compartí previamente con ustedes y se encuentra aquí, logré convencer a mi renuente xtup de que me acompañara: me era importante, por haber seguido la carrera de Alten a través de tantos años, saber qué tan buena resultaría la adaptación cinematográfica de la obra que más lo enorgullece. Ya sabía que Jason Statham era el actor principal, lo que garantizaba que hubiera una fuerte dosis de escenas de acción, y el tráiler también se mostraba interesante.
Pues bien, la adaptación de tres guionistas (Dean Georgaris, junto con Erich y Jon Hoeber) se aparta lo suficiente de la historia original de Alten para convertir Megalodón en una película de verano que satisface, aunque no de manera tan profunda como la novela, algo que los que gustamos de leer primero la historia en el libro antes que ver la película en el cine siempre comprobamos. El drama que se vive en el libro no alcanzó a trasladarse a la pantalla, pero sí las bromas y, de manera plausible y digna de reconocimiento, la base científica que explica la aparición del Megalodón (Carcharodon Megalodon), tatarabuelo del tiburón blanco (Carcharodon Carcharias), en la superficie de nuestros océanos.
Las actuaciones de Statham, Bingbing Li (Suyin, oceanógrafa), Rainn Wilson (actor cómico que interpreta al multimillonario Morris), Cliff Curtis (Mac) y Winston Chao (Dr. Zhang) palidecen ante la de la actriz infantil Shuyia Sophia Cai (Meiying, hija de Suyin), y con eso ya se imaginarán qué quiero decir.
A pesar de todo lo anterior, Turteltaub nos entrega una película muy bien ensamblada, con muy elaborados efectos especiales y escenarios (tanto digitales como sets), que nos sumergen en la historia y en lo que sucede ante nuestros ojos. En otras palabras: no se fijen tanto en los actores, sino en los escenarios y, en particular, disfruten al “villano”, el imponente Megalodón, que tiene hambre y tan solo buscará la manera de alimentarse, sin ser remilgoso.
Es imposible evitar la comparación entre Bruce, el tiburón mecánico que usó Spielberg en Tiburón hace más de 40 años, y el Megalodón digital que apreciamos en la pantalla. Turteltaub al parecer lo tuvo muy en cuenta, y decidió no alimentar la controversia o las comparaciones entre ambos filmes. Por el contrario, incluso se dio el lujo de filmar una escena en la playa que es prácticamente un homenaje a la película de Spielberg, casi toma por toma, lo cual le reconozco y aplaudo públicamente.
Megalodón es un jit de verano, una película que hay que ver para –aunque suene a broma– aprender sobre un letal depredador que no conocíamos, con inteligencia y apetitos descomunales, como su tamaño, y para asombrarnos al observar cómo encajaría en nuestro mundo actual. Coproducido por Estados Unidos y China, ese “placer culposo” ha generado en su primer fin de semana casi 45 millones de dólares en entradas en Estados Unidos, y más de 157 millones de dólares en el mundo, desplazando al más reciente episodio de Misión Imposible, lo cual indica que llegó para quedarse.
No se la pierda.
S. Alvarado D.
