Poesía
Carlos Duarte Moreno
¡A todas las madres, por tristes, por buenas,
por santas, por viejas,
les han hecho versos sus hijos poetas
y yo, madre mía, pulsador de cuerdas,
no extrañas que venga
a enredar nostalgias, a enlazar quimeras
en estos mis versos que tienen la herencia
de muchos anhelos y muchas tragedias!
Vuelve de tu sueño postrero de muerta,
suspende un momento siquiera la siesta
¡Y ve cómo queda
cantando tu sangre por todas mis venas!
¡Si en todas mis luchas estuvieses cerca
hoy que nada queda
de la casa aquella
donde abrí los ojos… qué de feliz fuera!
¡Pero todo es ansia, locura que quema,
si ya es polvo triste tu cuerpo en la tierra!
¿Dónde están tus manos dolientes de cera,
tu rostro enfermizo, tu palabra tierna?
¿No ves cómo llevo sangrantes y abiertas
las viejas heridas y las llagas nuevas?
¡Madre de mi alma, cómo llueven penas,
cómo sobre el surco, deshechas se quedan
las plantas viajeras…!
¡Ya nadie me canta, ya nadie me acuesta,
y como del hombre nunca el niño vuela,
el niño que llevo dentro el ser despierta
cuando te recuerdo, madrecita buena!
¡Cuánto mal te hicieron mi niñez traviesa
y mi atolondrada juventud primera,
perdónalo, madre, perdónalo y piensa
que estaba mi alma, sin saberlo ciega,
y que en los primeros brotes de la vida,
a pesar de todo, no sabía lo que era
ni el tesoro inmenso de una madre viva
ni el dolor terrible de una madre muerta!
¡Por eso te pido, pegada en la tierra
mi frente en que vives con llama perpetua,
que tú me perdones; y que cuando sea
hora de que parta mi barca a la meta
de donde salimos y es preciso vuelva
lo que sale de ella,
que tú me recibas como en una fiesta
tendiendo a mi encuentro tus manos de cera
y pongas tu rostro doliente de enferma
¡para que mis labios te dejen mi ofrenda!
Boletín Bibliográfico de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, Dirección General de Prensa, Memoria, Bibliotecas y Publicaciones. México, año XVII, segunda época, 15 de marzo de 1971.