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Manual de bolsillo para escribir Nueva Narrativa

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edgar rodríguez cimé

              Hace unos años el poeta y maestro José Díaz Cervera me solicitó un taller de periodismo y literatura para los alumnos de Literatura Latinoamericana de la Universidad Modelo. Por compromisos contraídos antes no lo pude impartir. Hoy, aprovecho este espacio para sugerir unos puntos que me ayudaron a desarrollar una nueva literatura, lejos del conservadurismo y el folklore regional.

Para empezar, por mi espíritu rebelde e irreverente, nunca he leído a los escritores yucatecos de antes de los 80 del siglo Veinte. Toda mi experiencia lectora se basa en autores nacionales, latinoamericanos, internacionales y mayas contemporáneos, porque la tradición local en español se pasa de rancia.

Por ello, al decidirme a escribir tenía muy claro lo que no quería: hacer literatura del siglo XIX; repetir modelos y estereotipos; escribir con corrección política; escribir parrafadas kilométricas para abrumar al lector; utilizar palabras ininteligibles para lectores comunes (como yo); usar palabrejas en latín o inglés como idioma extranjero…

 Asimismo, evitaría opiniones racistas, clasistas o machistas por considerarse obsoletas y fuera de época en un siglo propio de la diversidad cultural, política, ideológica y estética, como lo muestran los avances en el mundo. Las visiones incluyentes y anti dogmáticas conforman hoy el pensamiento progresista.

Definitivamente, deseaba hacer una literatura de Abajo para los de Abajo, resaltando valores de la cultura maya y urbana popular; creando protagonistas considerados antihéroes por la historia oficial; invirtiendo valores sociales establecidos (“Plasta” Divina / Alta Cultura maya / “zoociedad” / “poch burgués”); deconstruyendo (rehaciendo) la historia oficial…

Aprovecharía la narrativa para incluir saberes propios, de la cultura maya y popular: la alimentación natural para poseer un fuerte sistema inmunológico; conocer el concepto frío-calor para la prevención de enfermedades, para no alterar la temperatura del cuerpo; el trabajo como fuente de vida y salud; el sueño suficiente para un buen descanso del cuerpo y la mente; el pensamiento positivo, creador y constructivo para reforzar el sistema de defensa del cuerpo, mente y alma; la ayuda mutua tan necesaria, ahora conocida como solidaridad o sororidad entre mujeres.

Como mi experiencia de lector me sugería escribir una literatura que pudiera ser leída por un voceador o un boxeador, el lenguaje debía ser sin palabras domingueras, como decía mi padre, Romeo Rodríguez Toledano, artesano en piedra, plata y oro, o sea, un lenguaje claro y sencillo. Eso no es impedimento para, de cuando en cuando, enseñar conceptos clave de acuerdo al tema.

Sin embargo, también pretendía crear una literatura que rompiera -jugando ortográfica, sintáctica y metafóricamente- con las reglas del castellano, todo, con tal de obtener un estilo literario propio: (¡¡¡Increíble!!!) / (sua-ve-ci-to) / (broder) / (la Alta Cultura maya) / (Estaba tan indignado que le gritó: “¡MIERDA!”).

Advertencia: No es lo mismo jugar consciente e irreverentemente con el lenguaje escrito, alterando provocadoramente las reglas del español, que cometer errores inconscientes o, peor aún, por falta de conocimiento del buen castellano. Dos ejemplos: utilizar minúsculas en un apellido pluralizado (basquiats), o usar punto y coma ¡en un título o encabezado de nota!

Como vivimos en una época muy rápida, decidí facilitar a los lectores, sobre todo a los nuevos, la lectura, evitando párrafos de media página como textos de 600 hojas. Una lectura ágil y amena, que compite con la televisión, el video, el internet y las redes sociales, requiere de un lenguaje sencillo, frases cortas y párrafos no tan extensos. Los libros de relatos juveniles Sexo Virtual y No tengo tiempo de cambiar mi vida son un ejemplo.

Al escribir mis obras lo hice de una forma heterodoxa, tanto porque no seguía las reglas básicas para construir un relato (planteamiento-nudo-desenlace); por no respetar las diferencias entre los géneros literarios (crónica, ensayo, cuento), creando un “colash”, por usar un lenguaje sencillo, aunque alterado por el idioma maya, el habla popular y el novísimo lenguaje urbano; así como por cuidar la extensión en frases y párrafos.

Debido al xek (mezcla) de géneros literarios leídos, a las experiencias urbanas vividas, y al influjo de la cultura maya, cuando empiezo a escribir lo hago utilizando tanto la alta cultura como la cultura maya y la cultura urbana, algo hasta entonces en Yucatán muy distinto uno de otro. Por ejemplo, dándole igual valor lingüístico a un “…y sin embargo se mueve”, de Galileo, que a un “Quen pompó”, de Chico Ché.

En mi libro de relatos juveniles No tengo tiempo de cambiar mi vida (¡Saludos Rockdrigo!) pongo al mismo nivel experiencias de creadores de arte como Pedro Infante o el trovador clásico yucateco “Guty” Cárdenas junto con las del mismísimo Chico Ché, ícono de la música tropical, o los chavos punks uayés Niños Suburbanox, ídolos de las nuevas generaciones.

Asimismo, me doy el lujo de incluir entre las historias juveniles narradas experiencias reales vividas, sufridas y gozadas, por las juventudes de fines del siglo XX. La realidad es tan loca que, a veces, el autor no necesita sudar intelectualmente para crear personajes o historias de ficción, cuando la cruda realidad te muestra que puede ser más surrealista que Salvador Dalí (“El Surrealismo soy Yo”).

Como el texto en español se refuerza con palabras o frases en otro idioma, antes casi siempre latín y ahora inglés, se sugiere utilizar el idioma maya, los refranes populares o el lenguaje urbano de los jóvenes para darle un sello original de la región de un país con antecedentes mesoamericanos, como la península de Yucatán.

Botones de ejemplo: yuumsilo´ob (dioses mayas); dziris (pequeño); p´el (sexo); nah (mamá); tatoos (tatuajes); feisbuquear (navegar en Facebook); oki (okey); hacer loch (abrazar acostado en la hamaca); chamaquear (engañar); qué Pachuca por Toluca (qué pasa) / “¿Y por qué es tan deseado por las mujeres, será que tiene ax (verruga) en el pene?”.

Considerando que el doctorado no quita lo tarado, que cualquiera puede enseñarnos algo, es importante asumir una actitud humilde de aprendizaje ante cualquier ser vivo: un humilde indígena, un discapacitado con alto sentido de la ética, un niño maduro, una abuela amorosa, un presidiario, diferentes animales (una perra adulta jugando y correteando con una gatita joven) o un grupo de adictos.

Uno de mis últimos aprendizajes fue moral. “Independientemente de nuestras limitaciones, debemos ayudar a los demás,” me dijo Pedrito, invidente con alma de artista de Ticul quien acostumbra, con lo ganado como caridad, llevar pan dulce a los abuelitos del Asilo de Ancianos quienes lo tienen como un héroe, al estilo de “Chucho el Roto”, por su buen corazón, pero sin lo bandido.

edgarrodriguezcime@yahoo.com.mx / colectivo cultural “Felipa Poot Tzuc”

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