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Mantis religiosa

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La Mantis religiosa, comúnmente llamada Santateresa, Mamboretá, Campamocha o tatadiós o simplemente Mantis, llamada así por sus prominentes patas delanteras que se pliegan en un gesto supino que sugiere un acto de oración, suele mostrarse serena.

La palabra Mantis proviene del griego Mantikos, que significa adivino o profeta, y, pues, estos insectos parecen un tanto espirituales.

Se han descrito unas 2 mil 400 especies de mantis, siendo posiblemente la más conocida la que nos ocupa hoy, la Mantis religiosa. Algunos estudios demuestran que son parientes de las cucarachas.

Son animales solitarios, excepto en la época de reproducción, cuando macho y hembra se buscan para aparearse. Desde el punto de vista filogenético, las mantis son insectos primitivos y tienen un desarrollo de tipo heterometábolo, es decir, las crías salen del huevo con el semblante parecido al de los adultos, crecen a través de una serie de mudas, entre seis y diez, según el sexo y la especie, cambiando el exoesqueleto a intervalos regulares, hasta alcanzar la edad adulta. Para mudar se suspenden de una rama, se desprenden de la vieja muda o exuvia, y salen por la parte anterior de la última cutícula. Una vez maduras, dejan de crecer y mantienen el mismo cuerpo hasta la muerte. El ciclo vital difícilmente supera el año, y a menudo tiene una duración muy inferior, sobre todo en los machos.

Son insectos delgados que se alimentan mucho y cuyo cuerpo está construido específicamente para la caza. Además, tienen ojos relativamente grandes, con una gran visión: pueden ver en 3D y sus ojos tienen una fóvea que les permite concentrarse y seguir con agudeza, y calcular las distancias a los objetos. A pesar de que ve con poca nitidez, la disposición de ojo compuesto es perfecta para detectar el movimiento de sus presas, los grandes ojos compuestos son los más fácil de ver, pero también tienen tres ojos más pequeños ubicados en el medio de la cabeza. Esos ojos se utilizan para detectar la luz, mientras que los ojos grandes son para ver el movimiento y tener una visión profunda. Además, tienen unos brazos rápidos y extremadamente móviles con una cabeza giratoria que puede girar hasta 180 grados.

Suele medir unos 6 a 7 centímetros y contar con unas antenas delgadas. Se encuentran en distintos colores: si habita paja seca, en color amarillo; si es hierba fresca, en un verde vibrante o blanco, magenta o incluso amarillento, en el caso de la mantis orquídea (Hymenopus coronatus).

Tienen dos juegos de alas, aunque algunas carecen de ellas. El ala exterior, también llamada termina, como la de las cucarachas americanas, es estrecha y coriácea. El ala se usa para el camuflaje y, en algunos casos, como escudo para el otro par de alas, que son muy delicadas. Algunos tipos de mantis religiosas tienen alas más pequeñas, mientras que otras tienen alas mucho más grandes que les permiten volar. Debido a que los machos pesan menos, son capaces de realizar vuelos más largos.

Su ubicación geográfica principal se encuentra en las regiones tropicales y templadas, y puede encontrarse en bosques o incluso en desiertos. Está bastante repartida por toda la geografía del Viejo Mundo y existen numerosas subespecies de mantis según el lugar de origen.

La mantis religiosa es un depredador de emboscada; un carnívoro con movimientos de artes marciales y gusto por la carne viva. Con sus largos cuellos, postura erguida, un rostro particular y una mirada directa, son decididamente carismáticas (o terroríficas), a la par que criaturas fascinantes que dominan su espacio en el mundo natural.

Dispuesta a comer casi cualquier cosa, se han difundido muchos rumores sobre sus hábitos alimenticios, el más llamativo es que las hembras canibalizan a sus compañeros inmediatamente después del sexo. Si bien es cierto que la hembra se come al macho, y luego se va a poner sus huevos, no es algo habitual. La frecuencia de esta sombría práctica ha sido un poco exagerada, pues solo ocurre alrededor del 13 al 28 por ciento del tiempo. Los machos proporcionan a sus parejas muchos aminoácidos importantes al ser ingeridos, lo que ayuda a nutrir tanto a la mantis materna como a sus óvulos fertilizados.

El estudio, publicado en la revista Proceedings of the Royal Society B mostró, también, que las hembras que se comen a sus parejas masculinas producían más huevos que las que no lo hacían. Los científicos encontraron que las hembras caníbales produjeron 88 huevos exitosos, mientras que las no caníbales solo 37.

Después del apareamiento, la hembra pone los huevos en envoltorios (ootecas) de un material poroso y resistente; meses o semanas después nacerán las crías, ya preparadas para llevar una existencia independiente. No existen verdaderos cuidados paternos, aunque en algunas especies las madres protegen las ootecas de los parásitos y de los depredadores hasta el momento de la eclosión.

La mantis religiosa puede cazar ratones, mariposas, grillos, saltamontes, lagartijas, pinzones, serpientes de coral, cebras, ranas. Pueden devorar su comida mientras su presa aún se mueve., pues cuando capturan pájaros se comen directamente el cerebro aun estando vivos. Cuando se siente amenazada, se coloca completamente erguida y extiende sus pinzas junto con sus alas y mandíbulas, lo que no solo aumenta el tamaño de la mantis, sino que también presenta una postura amenazante, así como emiten un silbido como último recurso antes de atacar. Todo ello conforma una especie de baile extraño, parecido al que realizan cuando intentan aparearse.

La relación entre la mantis religiosa y el ser humano ha sido un tanto contradictoria ya que, por un lado, ha despertado la curiosidad y la admiración, y por otro suscita la desconfianza y el miedo, pero es totalmente inofensivo y beneficioso para el ser humano, pues devora gran cantidad de otros insectos.

En algunos municipios, la mantis religiosa recibe nombres vernáculos como «muerte» o «caballito del diablo» que revelan esa concepción negativa. Contrastan estas denominaciones con las de «religiosa» del nombre científico y común, y la de «santateresa», que hacen alusión a esa posición en la que parece que se encuentra rezando cuando acecha a sus presas.

Encontrarlas se considera un buen augurio en algunas zonas ya que son insectos fascinantes y no son venenosos.

Dra. Carmen Báez Ruiz

drabaez1@hotmail.es

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