Editorial
Pocas veces percibimos y aceptamos que, aun sin quererlo, los seres humanos hemos caído en las garras de las manipulaciones. Somos cautivos de ellas y hasta aceptamos, pasivamente, imposiciones y sugerencias cotidianas. Los ciudadanos comunes ya somos personas adheridas a las líneas de pensamiento de los manipuladores.
El problema, que se ha acumulado y crecido desde hace un largo periodo, es que pasivamente lo aceptamos e incluso, eventualmente, lo compartimos y hasta promovemos.
Y no se diga que no es así, veamos el cómo y por qué.
Una sencilla revisión del calendario, no en toda su extensión sino en corto período, nos notifica que las hojas del calendario ya vienen etiquetadas con dedicatorias, fechas comerciales y políticas u otros temas alusivos. Tenemos un día de reconocimiento o festejo para todo y para todos: Los Padres y Madres, Niños, Policía y Bomberos, la Amistad, el Árbol, la Libertad de Expresión, la Mujer, el Maestro(a), la Danza, la Raza, los Médicos, Enfermeras, Héroes patrios, Personajes ilustres, Días de los Muertos, Mártires religiosos con sus Semanas Santas, Carnestolendas, Navidad, Descubrimiento de América, etc.
Casi para todo hay motivo de holganza o gastos especiales. A nuestro parecer, esa viene siendo la intención ulterior de cada día festivo, que no son todos necesariamente de descanso obligatorio. Nuestro sistema de festivos al parecer está motivado a mover o agilizar un amplio mercado de consumo general de bienes o servicios.
Ofertas especiales, promociones, llamativas propuestas, golpean nuestros sentidos con miras al gasto alusivo a cada ocasión. Hay para todos los bolsillos.
Y cuando no son días especiales, o espacios para disfrutar y erogar recursos económicos y pago con tarjetas bancarias, existen formas alternas de mover bolsillos y alimentar la economía de comerciantes, industriales o prestadores de servicios.
Nuestra atención amanece con la vista puesta en los periódicos, los oídos en los medios de radio y ambos sentidos en los cambiantes canales de la T.V.
Hay que agregar a esto la aparición de las redes sociales que, además de enlazar con prontitud a personas, van sirviendo también para la promoción de productos comerciales, ofertas, remates o ventas de bienes y servicios a domicilio.
Esa es una característica de nuestra vida social actual y hay que aceptarla reconociendo que, eventualmente, caemos en las redes del consumo por uno o varios motivos de los invocados.
Vivimos una era de comunicación asidua, continua, permanente, y esto es aceptable para la mayoría ciudadana porque los mensajes van, no solo hacia los consumidores inmediatos, sino a la creación en los niños, por ejemplo, de ansias de adquirir dulces, refrescos, golosinas, prendas y juguetes, entre decenas de marcas de muchos artículos promovidos.
Agitar voluntades, convencer, mover gastos hacia consumos, son acciones que agilizan nuestra mente y economía, tengámoslo en cuenta.
Reflexionemos, antes de hacerlos, sobre la conveniencia de cada gasto, porque las consecuencias son endeudamientos para las familias con ingresos modestos o restringidos que incurren en adquisición de créditos y complican con ello, aún más la situación deficitaria de sus grupos familiares.