Inicio Recomendaciones Magia, mitos y supersticiones entre los Mayas (XII)

Magia, mitos y supersticiones entre los Mayas (XII)

12
0

XII

HECHICEROS Y HECHICERÍAS

Continuación…

Los mayas denominaban Dzacyah a un curandero natural, esto es, “el que cura los dolores” del cuerpo. Yah es el dolor físico, en tanto que el padecimiento espiritual se llama Lob. Cuando una persona padece una enfermedad (Kohanil) se emplea el Dzac, medicamento, en tanto que cuando sufre un hechizo (Pulyaah), entonces se recurre al Loh, que equivale a exorcismo, que debe ser practicado por un H’men.

Es de lo más importante, por tanto, determinar las causas del mal antes de prescribir cualquier tratamiento. Adivinar si se trata de una enfermedad natural o bien de un maleficio. En la remota antigüedad, como lo leemos en el Popol Vuh, se sabía la adivinación por medio de los granos de maíz; posteriormente se ha utilizado el zastun, o una simple jícara de agua, y también el escrutinio de las volutas del copal que se hace arder en el altar.

En esto de la adivinación entra en parte la sabiduría adquirida, y en parte lo que es un don natural. Se cuenta entre las tradiciones mayas la de una famosa adivina, la Xnuci Maní, o sea “La vieja de Maní”, quien se dice que existió en esa población al sur de Yucatán –capital de la tribu de Tutul Xiu– muchos años antes de la conquista española, y que predijo numerosos acontecimientos relativos a la vida de los mayas.

La Xnuci Maní era, entonces, “la que sabía” porque poseía el don de leer en la Naturaleza lo que habría de venir, y porque de alguna manera misteriosa el destino le revelaba sus designios.

La vieja de Maní predijo la Conquista y la llamada Guerra de Castas. Algunas de sus profecías se han cumplido y otras todavía no. Cuando empezaba a anochecer, sentada bajo una gran ceiba a la puerta de su choza, la Xnuci Maní desgranaba sus vaticinios.

“Hace muchos años –dijo una vez– pero tantos que el indio ha perdido la cuenta, las aguas anegaron de tal modo estas tierras que murieron sus gentes y sus animales, pero sus semillas sobrevivieron entre las aguas y fue así como pudo volver a surgir todo”.

“Ahora esperemos lo que no será agua, sino precisamente lo contrario del agua, y que también mata. Sabed que día llegará en que habrán de secarse todas las cosas que producen agua, así las dulces como las amargas; así las aguas que corren como las que no corren; así las aguas claras como las turbias. Las nubes se secarán arriba, y abajo los cenotes y las sartenejas. Entonces se sentirá una sed que abrasará las entrañas, haciendo que las gentes mueran como entre brasas vivas.”

“Pero habrá un gran depósito que no habrá de secarse. Será el único, y ese es el cenote Xcabchén de Maní, y aquel que quisiera de esa única agua que habrá de quedar tendrá que acudir por ella, de cerca o de muy lejos que esté. Pero para obtener el agua tendrá que traer un niño para alimentar con su carne a la Serpiente Sagrada que cuida el cenote. En cambio de esta ofrenda podrá recoger el agua, pero sólo en la cantidad que quepa en la cáscara de un cocoyol.” (Luis Rosado Vega. “El Alma Misteriosa del Mayab”).

La dantesca visión de la Vieja de Maní no se ha cumplido, pero sus circunstancias de sequía y de fuego –“lo contrario del agua”; las gentes morirán “como entre las brasas vivas”– se encuentran en las posibilidades de un holocausto atómico. ¿Llegará el terrible día en el que la gente prefiera sacrificar a sus hijos, antes que dejarlos sufrir y perecer por el calor y la sed?

El agua y la magia se vinculan estrechamente con los orígenes y con la esencia de la cultura maya, pues el nombre de los principales de esta civilización, los Itzáes, significa “brujos del agua” y su capital, la magnífica Chichén Itzá, se traduce como “orilla de los pozos del brujo del agua”.

“Itzá es un compuesto de dos elementos its más a’ (Alfredo Barrera Vázquez, en su Introducción a El Libro de los Libros del Chilam Balam). El primero, its, lo tomamos por brujo o mago, y a’ por agua. El nombre Itzá, pues, se traduce por Brujo-del-agua”.

Siguiendo esta línea, la versión clásica de las palabras de Itzamná (“Itzan caan, Itzen muyal”) esto es, “Yo soy el rocío, o sustancia del cielo y nubes”; debió decir quizá “soy el mago, brujo o hechicero de las nubes”. El que hace llover, pues.

“El hecho de que Chichén Itzá haya sido por excelencia, y que ésta se distinga precisamente por su culto al agua, y en ella exista el más famoso cenote, donde se ejercía el rito del sacrificio a las deidades acuáticas; y de que, además, Itzamná o Itzamatul se dijera a sí mismo mago o brujo del cielo, mago o brujo de las nubes, viene a corroborar la interpretación del nombre itza’ o Itzá, como Brujo del Agua.”

Pues bien, así como nos referimos a la tradición de la Xnuci Maní, hay que mencionar también a Balam, “el más famoso de los Chilames”, quien predijo el advenimiento de una nueva religión en la tierra de los mayas. Si bien Balam es aquí un nombre familiar, también tiene el significado de jaguar o brujo, por su relación con lo “oculto o lo que se oculta”. Los Chilames eran los sacerdotes de las profecías, los que interpretaban la voluntad de los dioses y los textos sagrados. El Chilam Balam vivió en Maní poco antes de la conquista española, y de su nombre se ha tomado la denominación de una serie de libros escritos por uno o varios sacerdotes mayas, después de la Conquista, y cuyo contenido abarca desde datos religiosos y calendáricos, hasta profecías y astrología.

Del texto, o textos originales, fueron sacándose copias que se conservan en diversos pueblos. Se sabe que existen o existieron doce o más de estos textos, pero los disponibles son los Libros del Chilam Balam de Chumayel, Tizimín, Kaua, Ixil, Tekax, Nah, Tusik y el de Maní, (Códice Pérez).

En los tiempos clásicos de la civilización maya, los sacerdotes eran los depositarios de todo conocimiento, escribían los Analtés, o Libros Santos, conocían de astronomía, medicina y de las cosas ocultas. Eran temidos y venerados. Después, cuando ya “todo pasó”, solo sobrevivieron los H’menes, los hechiceros.

Conforme han ido muriendo los viejos H’menes, algo de sus conocimientos se llevaron a la tumba, y otra parte, cada vez menor y más adulterada, pasó a sus descendientes.

Oswaldo Baqueiro López

Continuará la próxima semana…

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.