VI
DIOSES, ESPÍRITUS Y DUENDES
Continuación…
Los mayas de Yucatán, después de siglos de un proceso histórico que incluye el colapso de su cultura clásica, reservan el lugar principal en sus creencias para los dioses o espíritus relacionados con la lluvia, la agricultura, los montes y los animales.
Dice a este respecto Miriam Beatriz Ríos Meneses, en su Relación de los Dioses Mayas con Algunas Ceremonias que aún se Practican en Yucatán: “Los mayas actuales de Yucatán que habitan en el campo dependen en gran parte para su subsistencia del logro de su pequeña milpa, la que de no llover, al no regar el dios Chaac de la lluvia con sus lágrimas la tierra, se perderá, ya que la particular naturaleza del suelo –formado en su mayor parte de carbonato de calcio– no permite la existencia de corrientes de agua en la superficie, ni el aprovechamiento de éstas para formar canales de riego, aunque sí propicia la formación de corrientes subterráneas, los llamados “cenotes” –del maya Dzonot–, los que unidos a otras fuentes proporcionan el agua necesaria para su subsistencia, para su vida diaria”.
“Nos encontramos –sigue diciendo MBR– con que la dependencia que conserva hasta la actualidad este grupo con las fuerzas de la naturaleza ha propiciado que su relación con algunos dioses prehispánicos y las ceremonias que les dedicaban aún perduren, modificadas por la fusión de la religión maya con la que les impusieron los españoles. El sincretismo está presente en casi todos los aspectos de su vida.”
Hay espíritus que casi siempre son benévolos y que sólo demandan respeto y ofrendas. Si no hacen mal directamente, la falta de su protección es causa de muchas desgracias. Otros espíritus hay, por lo contrario, que siempre son malos y de los que hay que cuidarse por todos los medios.
Los más familiares –decía Brinton– entre aquellos de buena disposición son los Balamoob, nombre que es el plural de balam, que significa tigre o jaguar, pero también está relacionado con “Ocultamiento”. Según Barrera Vázquez, “en el caso de jaguar se refiere al animal misterioso que anda oculto; en el de los espíritus protectores, el que guarda, protege y oculta de todo peligro a los indios y a sus pueblos, y que además no se deja ver fácilmente.”
Pues bien, los Balam se hacen cargo de los pueblos y los protegen. Son cuatro para cada lugar y se colocan cuidando los puntos cardinales. De día no pueden verse, pero si alguien tiene la mala suerte de ver alguno, es señal que pronto habrá de enfermarse. Los Balam duermen de día, pero de noche se mantienen activos, como los perjuicios que ocasionan los malos espíritus.
A veces el indio que camina entre el bosque llega a un lugar en el que hay ramas quebradas, árboles arrancados de raíz y piedras rotas y diseminadas. ¡Son señales de una lucha entre Balam y algún mal espíritu!
Se presenta a los Balam como hombres de gran estatura, con largas barbas. Cuidan las milpas, pero castigan a los incrédulos que se olvidan de las ofrendas. Sobre estos imprudentes caen las calamidades más inesperadas.
A veces también los Balam se llevan a algún niño, para que les sirva en sus asuntos. Así puede desaparecer algún pequeño, sin dejar rastro alguno, porque el Balam se lo llevó.
Los Balam son espíritus serios, con poca paciencia para ciertas frivolidades. Así se desprende de un cuento que se conocía entre los indios de Tihosuco:
Sucedió que un día, un indio y su esposa fueron a su milpa a recoger mazorcas. El calor producido por la faena hizo que el marido fuese en busca de agua y se alejó de la milpa. Entonces la mujer se quitó la bata, tanto para refrescarse como para no romperla, y se quedó desnuda.
Muy quitada de la pena estaba cuando escuchó a sus espaldas que alguien gritaba con enojo: ¡Pixe a uito, xnoh cizin!, (¡Tapa tu culo, gran diablo!), al mismo tiempo que recibía dos sonoros golpes en la parte mencionada. Sorprendida y molesta, la dama en cuestión volteó la cabeza y acertó a ver a un hombre alto de largas barbas, muy irritado, que antes de desaparecer todavía propinó dos golpes más a la mujer, en la misma zona anatómica, de la que nunca desaparecieron las marcas del castigo.
¡Cosas de los Balam!
Oswaldo Baqueiro López
Continuará la próxima semana…