V
DIOSES, ESPÍRITUS Y DUENDES
Continuación…
De la tradición Quiché, tal como se relata en el Popol Vuh, tomamos las ideas conservadas acerca de la creación del hombre, que fue el resultado de varios experimentos. Primero sólo existía el cielo. Meditaron los progenitores y decidieron crear el mundo y los animales. Luego formaron al hombre, para que los invocara y alimentase.
Así empieza el Popol Vuh:
“Esta es la primera relación, el primer discurso. No había todavía un hombre, ni un animal, pájaros, peces cangrejos, árboles, piedras, cuevas, barrancas, hierbas ni bosques: sólo el cielo existía.”
“No se manifestaba la faz de la tierra. Sólo estaban el mar en calma y el cielo en toda su extensión.”
“No había nada junto, que hiciera ruido, ni cosa alguna que se moviera, ni se agitara, ni hiciera ruido en el cielo.”
“No había nada que estuviera en pie; sólo el agua en reposo, el mar apacible, solo y tranquilo. No había nada dotado de existencia.”
“Solamente había inmovilidad y silencio en la oscuridad, en la noche. Sólo el Creador, el Formador, Tepeu, Gucumatz, los Progenitores, estaban en el agua rodeados de claridad. Estaban ocultos bajo plumas verdes y azules, por eso se les llama Gucumatz. De grandes sabios, de grandes pensadores es su naturaleza. De esta manera existía el cielo y también el corazón del Cielo, que éste es el nombre de Dios. Así contaban.”
Tepeu y Gucumatz meditan, y en su pensamiento se manifiesta que debía aparecer el hombre, por lo que dispusieron la formación de la tierra, las montañas, los ríos y los bosques. Luego hicieron a los animales pequeños del monte, los guardianes de todos los bosques, los genios de la montaña, los venados, los pájaros…
Los Progenitores entonces pidieron a los animales que dijeran sus nombres y que los alabaran: “¡Hablad, invocadnos, adoradnos!” dijeron, pero sin resultado alguno, pues las bestias sólo podían chillar, graznar y rugir, cada cual a su manera. Por esta razón fueron condenados a ser matados y a ser comidas sus carnes.
Era necesaria una nueva tentativa y exclamaron:
“¡A probar otra vez! Ya se acercan el amanecer y la aurora. ¡Hagamos al que nos sustentará y alimentará! ¿Cómo haremos para ser invocados, para ser recordados sobre la tierra? Ya hemos probado con nuestras primeras obras, nuestras primeras criaturas; pero no se pudo lograr que fuésemos alabados y venerados por ellos. probemos ahora a hacer unos seres obedientes, respetuosos, que nos sustenten y alimenten. Así dijeron.”
Hicieron entonces un hombre de lodo pero, aunque hablaba, no tenía entendimiento y pronto se deshacía. Desbarataron su obra y dijeron que era necesario consultar sobre esta materia.
Por eso pidieron consejo a los hechiceros, al viejo Ixpiyacoc y a la vieja Ixmucané.
Se trataba de saber si darían el resultado apetecido unos hombres hechos de madera: “Echad la suerte con vuestros granos de maíz y de Tzité –mandaron los dioses–. Hágase así y se sabrá y resultará si labraremos o tallaremos su boca y sus ojos en madera. Así les fue dicho a los adivinos.”
La respuesta de los hechiceros Ixpiyacoc e Ixmucané, después de consultar la suerte de los granos de maíz, fue positiva: “Buenos saldrán vuestros muñecos hechos de madera –respondieron a los Progenitores–; hablarán y conversarán sobre la faz de la tierra.”
Y así fue, en efecto. Los hombres de madera hablaban y se multiplicaron. Pero ¡Ay! no tenían alma, ni entendimiento. Caminaban sin rumbo y andaban a gatas. No se acordaron de sus creadores y cayeron en desgracia. Por eso fueron aniquilados por una gran inundación, por un gran diluvio. Todos los animales y todas las cosas se sublevaron en contra de estos hombres de palo, que se vieron obligados a huir hacia los montes, los que pudieron salvarse. Se dice que la descendencia de aquellos son los monos que existen ahora en los bosques.
Después de estos infortunados intentos, los dioses celebraron consejos y reflexionaron. De esta manera salieron a la luz claramente sus decisiones, y encontraron y descubrieron lo que debía entrar en la carne del hombre.
Y así los Formadores, los Progenitores, Tepeu y Gucumatz, hicieron al hombre de maíz. “De maíz amarillo y de maíz blanco se hizo su carne; de masa de maíz se hicieron los brazos y las piernas del hombre.” Esta nueva raza era de seres inteligentes, buenos, hermosos, de gran sabiduría.
De esta manera relata el Popol Vuh la creación del hombre, con un extraordinario simbolismo que rinde homenaje a esa planta prodigiosa, el maíz, con cuya existencia está tan estrechamente vinculada la del hombre americano, de tal manera que, verdaderamente, puede afirmarse que está hecho de maíz.
El texto quiché del Popol Vuh se estima que fue redactado allá por 1544, por un autor desconocido, que recogió las viejas tradiciones orales. La primera traducción al castellano la hizo el Padre Fray Francisco Ximénez, de la Orden de Santo Domingo, quien llegó de España a Guatemala en 1688 y pudo conocer el manuscrito indígena cuyo rastro se ha perdido.
Esta versión del Padre Ximénez –“literal y difícil de leer”, dice el americanista guatemalteco Adrián Recinos– la tituló “Empiezan las historias del origen de los indios de esta provincia de Guatemala, traduzido de la lengua quiché en la castellana para más comodidad de los Ministros del Sto. Evangelio, por el R.P.F. Francisco Ximénez, cura doctrinero por el Real Patronato del Pueblo de Sto. Tomás Chuilá.” (Chichicastenango).
El estudioso Padre Ximénez hizo una segunda versión del Popol Vuh, ya revisada, menos literal y de lectura más agradable, la cual incluyó en el primer tomo de su “Historia de la Provincia de San Vicente de Chiapa y Guatemala”, la cual terminó hacia 1722.
Posteriormente, numerosos estudiosos y amantes de la cultura maya se han ocupado de este documento fundamental, lleno de belleza mitológica y que contiene también, aparte del relato de los orígenes, el de las aventuras de los semidioses Hunahpú e Ixbalanqué, así como una relación de los pueblos indígenas de Guatemala en sus emigraciones y guerras.
Oswaldo Baqueiro López
Continuará la próxima semana…