Del arcón de los recuerdos
ALFONSO HIRAM GARCÍA ACOSTA
Como dice la canción: “Recordar, es volver a vivir / recordar las dulces horas del ayer / recordar, aquel amor de antaño…” y, si abrimos el arcón de los recuerdos, encontraremos muchas cosas que nos hacen reflexionar sobre el paso del tiempo y el flujo de la vida.
A mediados de los años sesenta del siglo anterior, ya trabajando en la Ciudad de México, camino a mi oficina sobre la Ave. Juárez había un pequeño puesto de periódicos y revistas donde compraba mi periódico y mi revista semanal “Siempre”, en la que escribían algunos que posteriormente fueron mis amigos.
Concurríamos los sábados al Club de periodistas de México, en la Calle de Filomeno Mata N° 10; mi maestro el Ing. Heberto Castillo –conservo su libro sobre la Tridilosa y Diseño Elástico Plástico, dedicados a mi persona–, Víctor Rico Galán, Carlos Monsiváis, Arrigo Cohen Anitúa, Blanco Moheno, y otros que hacíamos la tertulia sabatina. Al filo de las dos de la tarde, una cerveza y almuerzo en “La Mundial”, donde nos daban un excelente servicio.
Ellos me recomendaron leer a Quino, un excelente periodista y caricaturista argentino que nos hacía reflexionar sobre la política sudamericana y la vida cotidiana de una niña llamada Mafalda y su familia, así como un par de amigos en cuyas bocas ponía el amor, la tragedia, los noticiosos, la escuela y su repudio a la sopa que le obligaban a comer en el diario yantar.
El humor de Mafalda en esa caricatura gaucha, que creo nació en 1964, llegó a ser conocido mundialmente, siendo dibujada por su creador Joaquín Salvador Lavado, que siempre utilizó el seudónimo de Quino.
Su impacto en los que peinamos canas hace muchos años lo reviviré para las nuevas generaciones, que poco saben de esta maravillosa niña que puso a pensar a varias generaciones latinoamericanas.
Mafalda es la narradora de sus ocurrencias diarias, una infanta que analiza y se preocupa por lo que sucede a diario en el mundo, y sobre todo por la paz mundial.
Con este preámbulo te invito a que reflexiones en unas cuantas caricaturas con esta niña que nos hizo pensar, sonreír y abrumarnos con su sabiduría reflexiva de lo que sucede en su hogar familiar y en el mundo.
Mafalda creció popularmente en los países latinos y en algunos de la Europa Central, especialmente España e Italia, aunque también Grecia y Francia tuvieron altos tirajes de la obra de Quino.
Su traducción llega a treinta idiomas y el escritor Umberto Eco, que fue el prologuista de su Primera Edición Italiana, ha dicho amar a Mafalda, considerando altamente importante leerla para adentrarse en el pensamiento argentino.
Mafalda dejó de existir en 1973.
Abur.
Estatua de Mafalda en el Paseo de la Historieta en Buenos Aires
