In Memoriam
“EL ACUARELISTA CUBANO DE LA POESIA”
ALFONSO HIRAM GARCÍA ACOSTA
Tuve la suerte de conocer personalmente a Don Luis Carbonell, el Acuarelista de la Poesía, como se le conoce en Cuba. A finales del 98 lo conocí en Cienfuegos, donde por casualidad trabajamos juntos al declamar en público en dos teatros cienfuegueros, como lo son el Luisa y el tradicional Tomás Terry. Ahí se forjo la amistad con este talentoso hombre de la declamación.
Esa primera vez fui maestro de ceremonias en el primer festival bi-anual dedicado a Benny Moré, invitado por Jesús Gómez Cairo cuando ya era director del Museo de la Música de Cuba, y dos años después en el magnífico teatro Tomás Terry, donde México y Cuba (Carbonell e Hiram) dedicamos algunos poemas en entreactos musicales de tríos como Los Ensueño de Santiago de Cuba, Los Caminantes de Manzanillo, los Embajadores de La Habana, Los Rojas de Sancti Spíritus. Participamos en las ponencias sobre vida y obra de Moré, con prestigiados investigadores de Venezuela, Colombia, La Habana y por México ofrecí una charla sobre Benny Moré en Ciudad de México en los años 40.
Luis Mariano Carbonell Pullés, nació en Santiago de Cuba en 1923. En su ciudad natal, Luis Mariano estudió piano con Josefina Farré Segura, aprendió inglés y fue profesor de ese idioma. A los quince años de edad integró la nómina de la radioemisora CMKC. Allí se desempeñó como pianista acompañante, director artístico y cultivó el arte de la recitación, al mismo tiempo que actuaba en los teatros Oriente y Cuba. Una de sus experiencias más importantes asociadas a tal etapa sucedió en 1943, cuando en la santiaguera Iglesia de San Francisco dijo el poema A la Caridad del Cobre, de Manuel Sabater, en el transcurso de una actuación del mundialmente célebre tenor español Hipólito Lázaro.
«…no tuve a nadie que me enseñara. Fui aprendiendo sobre la marcha y desarrollando mi propia técnica. Hoy en día poseo una que puedo desmenuzar y explicar, o sea, que es una verdadera técnica. Primero me leo miles de veces un poema antes de estudiarlo, porque solo así se puede llegar a sentir su verdadera esencia, a familiarizarse con ella. Luego voy recitándolo mentalmente y lo repito incansablemente. Más tarde comienzo a articular verso por verso, sílaba por sílaba. Primero las vocales, que son las que forman la articulación de las palabras, porque las consonantes aquí no tienen ningún valor. Primero se articula fríamente, sin acento, sin matices, sin prisas. Lo primero es tener una gran paciencia para poder decir el verso. Se articula una y otra vez, suavizando poco a poco la mandíbula.»
Carbonell mereció, entre otros lauros, los Premios Nacionales de Música y Humor. Fue tal su dominio en el arte de la expresión oral que el 11 de marzo de 1948 ofreció un recital de poesía afroantillana en el Carnegie Hall.
Allí recitó obras de los cubanos Nicolás Guillén, Emilio Ballagas y José Zacarías Tallet, entre otros, también del puertorriqueño Luis Palés Matos, del venezolano Manuel Rodríguez Cárdenas y de los españoles Federico García Lorca y Alfonso Camín.
Llegar al Carnegie Hall cuando no hay más motivo que la magnificencia de un arte incomparable, significa un triunfo, y Luis Carbonell puede decir que marcó un triunfo, que puso una pica en Flandes, al traer el verso antillano, en una voz viril, a esas espaciosas salas, señaló entonces un periodista especializado en el tema.
Al regresar a Cuba debutó en espectáculos dirigidos por el actor y productor argentino Adrián Cúneo en el cine-teatro Warner, en los que obtuvo gran éxito y enriqueció sus recitales con instrumentos musicales, cantantes y bailarines. Su voz se escuchó en numerosos escenarios del mundo, mientras que su extenso trabajo discográfico abarca más de 15 álbumes de larga duración y tres CD. La mulata, ñáñigo al cielo y otros poemas fue su última producción.
El Acuarelista de la Poesía Antillana partió a la eternidad el 24 de mayo de 2014, en La Habana, a los 90 años de edad, pero su impronta no ha muerto, vive en Cuba y en el recuerdo de quienes le agradecen su entrega total al arte, hasta su último aliento.
Mi acercamiento a Cienfuegos en los 90 me permitió entregarle algo de mi obra poética escrita en Cuba: “La Ciudad del Yayabo”, “Un canto a Sancti Spiritus”, “Canto a Cienfuegos”, y Elegía a un viejo cantor”, dedicado al guantanamero Regino E. Boti. Nunca supe si los declamó, pero estar en el escenario con Carbonell en el Teatro Tomás Terry y Luisa de Cienfuegos dejó en mi alma la dulzura de su piano al actuar en el mismo escenario con el más grande declamador antillano. Fue y sigue siento mi triunfo escénico en la mayor de las Antillas, mi Cuba hermosa del ardiente sol, como cantaba mi madre. Abur.
Fuentes
https://www.ecured.cu/Luis_Carbonell
http://www.edicionescubanas.com/luis-carbonell-o-el-arte-de-la-declamacion/