Las luciérnagas son unos insectos que han fascinado al ser humano durante miles de años. Los lampíridos son una familia de coleópteros polífagos que incluye los insectos conocidos como luciérnagas, bichos de luz, curucusíes, isondúes, cocuyos y gusanos de luz, caracterizados por su capacidad de emitir luz.
Las luciérnagas son un insecto coleóptero, es decir, son en realidad escarabajos y están muy relacionadas con las mariquitas. Hay casi 2 mil especies diferentes de luciérnagas, y viven en las zonas templadas alrededor de todo el planeta.
Clasificadas como invertebrados, son capaces de escenificar una danza en la que sus cuerpos brillan a la vez. Los machos llegan a desarrollarse completamente, y presentan alas y un cuerpo con una forma más parecida a la del resto de escarabajos. Sin embargo, las hembras nunca llegan a alcanzar un tamaño tan grande, dejan de desarrollarse poco después de dejar de ser una larva. Estas últimas son más pequeñas, no vuelan, y se confunden fácilmente con cualquier otro insecto que vive en los troncos y en las hojas de los arbustos.
Debajo del abdomen cuentan con una serie de órganos lumínicos y células especializadas; cuando absorben el oxígeno, éste se combina con una sustancia llamada luciferina (productoras de luciferasa). De la reacción química se produce luz y apenas un poco de calor. Esto se llama bioluminiscencia, y es común a machos, hembras y a todas las especies de luciérnaga en general.
Estos insectos pueden usar su brillo para varias cosas diferentes. Sobre todo, lo usan como parte del cortejo de apareamiento y para ahuyentar a posibles depredadores. Por tanto, se trata de un mecanismo de defensa parecido al de las ranas u otros animales de colores vivos: le comunican a sus depredadores que no son apetitosos o son venenosos.
La luz de la luciérnaga es por lo general intermitente, y brilla de un modo específico en cada especie. Cada forma de brillar es una señal óptica que ayuda a las luciérnagas a encontrar posibles parejas. Los biólogos saben cómo las luciérnagas producen luz, pero no cómo son capaces de controlarla para que brille de manera intermitente.
Las luciérnagas son insectos nocturnos que habitan alrededor de todo el planeta, salvo en las zonas más frías como los polos y los países cercanos al círculo polar ártico. Tienen preferencia por los climas templados y los ambientes húmedos, por lo cual es común verlas en pantanos o bosques, aunque también suelen vivir en las orillas de los ríos u otras zonas donde haya abundante agua, al igual que las mariposas.
La hembra deposita los huevos en una zona oscura y muy húmeda, y los incuba durante tres o cuatro días. De ahí nacen las larvas, que se alimentan de gusanos y caracoles a los cuales atrapan mediante un líquido que los paraliza, para posteriormente digerirlos poco a poco. Las larvas también son luminiscentes.
Unas semanas después, las larvas se convierten en adultos. Algunas especies de luciérnagas no se alimentan en absoluto. Resulta que la esperanza de vida de las luciérnagas es tan corta que, mientras son larvas, ya han ingerido la suficiente energía para sobrevivir durante toda su etapa adulta. Otras especies, sin embargo, se pueden alimentar de polen o néctar.
Desde hace años se está observando que cada vez es más difícil ver luciérnagas. No se sabe con exactitud por qué están desapareciendo, pero se sospecha que se debe a una mezcla de factores: la deforestación o la intrusión del ser humano en los ambientes naturales de estos insectos podrían ser elementos, aunque también el vertido de sustancias químicas en los acuíferos puede ser otro motivo. Estas mismas causas se sospechan que son las que están poniendo en peligro a las abejas.
Las luciérnagas son unos de los insectos más admirados y conocidos por los humanos. La destrucción de su hábitat está provocando que cada vez podamos encontrar menos ejemplares, a pesar de lo beneficiosas que son para el medio ambiente. Algunos lugares reconocen la importancia que tienen para los ecosistemas estos insectos y han creado santuarios de luciérnagas, como el que se encuentra en el bosque de Nanacamilpa, en Tlaxcala.
Dra. Carmen Báez Ruiz
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