Los Franciscanos y Nuestra Señora de Tekal
AUTOR:
JOSÉ IVÁN BORGES CASTILLO
LUGAR:
TEKAL DE VENEGAS
Continuación…
Hasta el año de 1755 en que los frailes estuvieron en Tekal, la Iglesia en su estructura solamente poseía la bóveda del presbiterio, y el techo de palmas. Carecía del retablo del altar mayor. La ubicación de Nuestra Señora de la Candelaria dentro del templo debe considerarse en uno de los nichos ubicados en el presbiterio, o tal vez en alguno central, en la parte que actualmente ocupa el retablo mayor, instalado antes de 1780.
En los poco más de 130 años que duró la presencia franciscana alrededor de Nuestra Señora de Candelaria, se localiza el primer capítulo del culto candelario en Tekal, tiempo decisivo que determinó su arraigo en la piedad popular. Algunos nombres de aquellos que durante ese periodo cuidaron y velaron por la conservación de la fe:
Fray Miguel Fress en 1657 – 1676
Fray Manuel González en 1678.
Fray José Sánchez de Villanueva en 1699.
Fray José Anduze en 1700
Fray Antonio del Rincón el 15 de junio de 1700.
Fray Sebastián de Vega
Fray Juan Gutiérrez 1711.
Estos son los nombres de tan solo algunos de aquellos beneméritos hijos de San Francisco que cuidaron el culto a la Madre de Dios en su advocación de la Candelaria en Tekal. Ciertamente anhelábamos tener más larga lista de aquellos religiosos, pero lamentablemente los archivos de la Orden se perdieron. Estos nombres han aparecido en otros documentos que han permitido una breve reconstrucción histórica.
“En nuestros pueblos, el Evangelio ha sido anunciado presentando a la Virgen María como su realización más alta.” De tal manera que todos los evangelizadores, militares, civiles y demás colonizadores se encargaron de traer a María al Nuevo Mundo, cada uno a su manera y respondiendo a sus necesidades. El amor a la patria española propició el traslado de las devociones marianas hispanas a tierras del Nuevo Mundo. Los vascos veneraban a la Virgen de Aránzazu; los riojanos y gallegos a la Señora de Balvanera; los madrileños a la Virgen de Antigua, y Canarios a la Virgen de Candelaria por excelencia. Estos cultos particulares, en el caso de Yucatán, llegaron principalmente por los colonizadores, y su culto fue cuidado por los evangelizadores como vínculo de unidad entre estos dos grupos, trayendo beneficios al arraigarse entre los pobladores peninsulares.
De allí que el culto a la advocación de la Candelaria tenga sus propagadores entre el clero secular y los civiles. Estos últimos llevaron a los pueblos sus encomiendas, bajo la administración religiosa de la orden.
El caso temprano sobresaliente lo presenta Uayma, convento franciscano en que reporta Fray Diego López Cogolludo, para 1680, un culto a la Candelaria.
La historiografía recoge estos cultos en el siguiente orden: 1) La ermita de la Candelaria, fundada en Mérida por el Maestreescuela Manuel Núñez de Matos antes de 1636; 2) Llega a Tekal la imagen de la Candelaria por iniciativa de su encomendero Francisco de Lara Bonifaz, en 1635, iniciando su culto; 3) La Candelaria del convento de Uayma para antes de 1680.
En el siglo XVIII el culto a la Candelaria en la península parece extenderse. Teniendo los mismos factores anteriores, la orden franciscana, sacerdotes seculares y laicos fueron sus principales propagadores.
La Salve Regina los sábados
¡Con qué honda tristeza nos relataban antiguos tekaleños, devotos de la Virgen Santísima, aquellas celebraciones marianas realizadas todos los sábados, y que se dejaron de ejecutar!
Herencia franciscana ligada al culto en Nuestra Señora de Tekal fueron aquellas celebraciones. La popularidad que obtuvo, le permitió existir, y nos habla de aquel “recelo religioso” referido por el Obispo Matos Coronado.
En nuestro modesto estudio intitulado “Historia de una Reina” decíamos: “Las familias de los indios, mestizos y españoles solían reunirse los sábados, desde temprana hora hasta la tarde, en la Iglesia de San Pedro Apóstol para recitarle a la Santa Imagen las tres Aves Marías, la Salve y la letanía lauretana.”
El renombrado Fray Diego López Cogolludo, eminente cronista de su orden, escribió: “Todos los sábados por la tarde se canta la Salve Regina a la Madre de Dios con mucha solemnidad y concurso del pueblo, especialmente de las mujeres a esta devoción, como por la mañana a la Misa solemne que se canta.”
¿Cómo era aquella celebración? De aquellos testimonios trataré de reconstruir aquellos hechos: de la sacristía, precedido de un acólito que llevaba un incensario, salía el sacerdote vestido de capa pluvia; en el caso de que el sacerdote no asistiera, solamente los acólitos llevaban el incensario, pues Tekal no era parroquia ni convento, y tocaban la campanilla, mientras que en un extremo un cantor preludiaba el tono sobre el teclado de un pequeño órgano: la llamada serafina. “¡Salve!”, clamaba con fuerte voz el ministro, levantando todos los asistentes devotos sus velas encendidas, como antorcha y como señal viva de fe, alzándose a un tiempo en vaporosas columnas de nube el oloroso incienso.
“¡Salve Regina… Mater misericordiae vita… dulcedo… spe nostra… Salve!”, contestaba el coro con las dulces notas del órgano y del canto sagrado, a la vez que el pequeño grupo estallaba unísono y ferviente repitiendo aquellas sublimes palabras en vulgar idioma: Dios te salve Reina y Madre de Misericordia… mientras más de un devoto caía de hinojos ante la Madre de Dios.
No todos los sábados se oficiaba la Santa Misa. Dependía en cuanto al número de sacerdotes que poseía el convento de San Miguel, pues existía un especial cuidado en cuanto a la hora de celebrar. Y los sacerdotes se trasladaban a pie de un pueblo a otro, ocasionando que no pudieran en algún tiempo cubrir las necesidades de sus pueblos de visitas.
La Iglesia, desde el Concilio Vaticano II a mediados del siglo pasado, ha puesto énfasis en las celebraciones cotidianas de los sábados a la Virgen María, la Santa María del Sábado. “La presencia de María no es solamente para los grandes momentos o para ocasiones de emergencia. Es una presencia normal, inserta en la trama de las semanas de las que se compone nuestra vida. María es la dulce y discreta compañera en el viaje cotidiano hacia la casa del Padre.”
La Alborada y las Cinco Letras de María
Una de las tradiciones vigentes es la llamada Alborada del novenario a Nuestra Señora, que contiene en su estructura el sello franciscano. El 23 de enero se efectúa, y la tradición piadosa revela el motivo principal: pedir la protección de María para la fiesta patronal en su honor.
Después del rezo del rosario, se agrupaban en la puerta principal, dentro de la iglesia, en forma de círculo, y con velas encendidas en las manos entonaban el canto de Las cinco letras de María, escrita por el santo franciscano San Buenaventura, mientras se repicaban las campanas. Por el canto de Las cinco letras encontramos el origen franciscano de esta tradición mariana. Cuando los franciscanos salieron definitivamente de la administración religiosa de Tekal desde 1755, la piedad popular lo conservó. Era encabezada por los descendientes de criollos avecinados en la comunidad.
Ciertamente, en algún momento antes de la secularización de la Iglesia de Tekal dio comienzo esta práctica, pues al salir los franciscanos estaba arraigado fuertemente el culto que a nosotros ha llegado no con poca fuerza. ¡Más de dos siglos y medio de la Alborada!
Las cinco letras de María, por raro que pueda escucharse, no se canta en ninguna otra celebración mariana, teniendo en esta comunidad la exclusividad para la noche de la Alborada. Debemos mencionar que, cuando por algún motivo fuera de las tradicionales bajadas oficiales del 23 de enero o 1 de mayo se tenga que bajar a la sagrada imagen para un novenario extraordinario – como en el pasado año 2010, en el mes de agosto –, una noche antes se canta la alborada “anunciando a María un novenario en su honor”; esto solamente para casos extraordinarios.
La Alborada es la marca del amor profesado por aquellos antiguos pastores de la grey tekaleña, los hijos de San Francisco, los Frailes de la Virgen.
Continuará la próxima semana…