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Los dioses verdaderos

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Letras

José Juan Cervera

Referirse a los dioses verdaderos o a los que no lo son puede motivar agrias disputas porque el solo hecho de sugerir una variedad de entidades divinas se convierte en sospecha de paganismo, ese concepto denigrante y etnocéntrico con que invariablemente han sido calificados los pueblos antiguos a los que se juzga salvajes o bárbaros por su profesión de fe politeísta, por su creencia en almas que habitan los objetos y los seres de la naturaleza, y por otros rasgos culturales poco comprendidos. Es preferible apreciar su contexto específico antes de emitir certificados de autenticidad que expulsen del paraíso de lo aceptable aquello que no encaje con valores cuyo alcance no es universal ni absoluto, sino de carácter histórico.

El contraste entre deidades verdaderas y espurias la aplica Roldán Peniche Barrera en una de sus obras encaminadas a satisfacer una escasez acuciante de información básica, clara, confiable, y por demás gozosa a propósito de estos asuntos, labor que se ha impuesto desde lejanas décadas de fructífera disciplina. Así surge Dioses mayas. Historias mitológicas del panteón sagrado (Mérida, Editorial Dante, 2014), libro que, con afán divulgador, continúa la senda trazada por Ricardo Mimenza Castillo, Alfredo Barrera Vásquez y otros conocedores que exponen de modo asequible la materia tratada.

El maestro Peniche Barrera se mueve a su gusto en un terreno que domina en la misma medida que lo cautiva, que se ha convertido en origen de varios textos suyos tanto ensayísticos como narrativos, e incluso reluce como fondo de algunas de sus composiciones poéticas, porque la cultura maya y el sabor nativo pueden transmitir una estimación vasta de la vida, representando así un ingrediente significativo de sus letras.

Empeñado en describir tanto a los dioses de los mayas peninsulares como a los que animan las páginas del Popol Vuh (del cual preparó una versión propia que dio a conocer en 2009), al abordar las divinidades en que creían los quichés de Guatemala, fija una distinción entre las verdaderas y las falsas de acuerdo con los contenidos expuestos. Mientras Corazón del Cielo ejerce un rango supremo que resulta inobjetable para ese pueblo centroamericano, personajes como Vucub-Caquix sólo exhiben la impostura de quienes pretenden una jerarquía sacra ajena a ellos, en su caso desde la vanidad que se nutre de una belleza externa, perecedera como demuestran los acontecimientos inscritos en el relato respectivo.

El autor hace notar la dualidad que obraba entre los rasgos de algunas deidades del Yucatán antiguo, como Ek Chuah, el sanguinario dios de la guerra, que en otra de sus caracterizaciones se erige protector de viajeros y mercaderes. Algo parecido se advierte en Ixchel, diosa dadora de vida, que en una faceta distinta preside inundaciones tan dañinas como el diluvio al que se refieren numerosas tradiciones en todo el mundo.

El maestro Roldán remite puntualmente a sus fuentes de información, escritas en su mayor parte, aunque de igual modo comenta relatos que escuchó en diversas poblaciones de la península. Suele indicar el número de veces que cada uno de los dioses aparece representado en los códices, de tal manera que, por ejemplo, Chaac supera en este aspecto a Itzamná. La persistencia del primero se observa en las esculturas que adornan varios edificios antiguos y en figuras sincréticas que los mayas actuales veneran para propiciar los ciclos agrícolas, pero el generoso profeta Itzamná está presente también en la memoria colectiva: “En fin, todo lo bueno que se le quiera atribuir a Itzamná es merecido, y hoy, transcurridos varios siglos de su desaparición, todavía se le recuerda con respeto en el Mayab.”

El texto alterna con ilustraciones del desaparecido artista plástico Juan Ramón Chan Alvarado, cuyos dibujos acompañan otros libros del mismo escritor.

La consagración de los elementos naturales, el conjunto de creencias relacionadas con ellos, y el sentido que aportan al comportamiento humano son algunos de los valores que destaca esta obra y que representan fuerzas intangibles, que evocan y rigen el orden del universo desde la perspectiva de una de las culturas más sorprendentes de la humanidad.

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