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Libertad y Tolerancia

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Oswaldo Baqueiro Brito

La libertad de los pájaros se satisface

 en el vaivén de una rama; la libertad del hombre

 se cumple en su conciencia.

Ermilo Abreu Gómez

¿Hasta dónde llega la libertad de expresión? Puede que pensemos que no existe límite para decir lo que queramos a menos, claro, que se viva en un medio en el que la sola mención de un tabú amerite la privación de la libertad, el escarmiento físico o la humillación pública. Más que un límite, la libertad de expresión conlleva una responsabilidad. Por eso se debe siempre decir lo que se tiene que decir en el lenguaje más claro y apegado a la realidad. Hay que verificar las fuentes para evitar la difusión de rumores maliciosos e información que pueda dañar a terceros.

En nuestro país, el ejercicio de la libertad de expresión siempre ha estado condicionado y es oficio de valientes por los peligros que se deben de sortear para ver la verdad publicada. Se arriesga tanto quien la escribe como quien la publica. Bien dice el adagio que la pluma es más poderosa que la espada. La palabra escrita es un arma poderosa, pero no debido a su efectividad para matar, sino para mover conciencias. Por estas razones las dictaduras y los gobiernos represores comienzan por quemar libros «peligrosos», y por perseguir y encarcelar a los intelectuales, como le ocurrió al genial poeta y dramaturgo Berthold Bretch, quien tuvo que huir de la Alemania nazi al ser acusado de alta traición.

La represión asume distintos rostros. Hoy nos parece muy lejana la Inquisición romana de la Iglesia Católica que amenazó con la tortura a un ya anciano y enfermo Galileo Galilei. Incluso parecen difusas las sombras de la violencia suscitada en México durante el funesto año de 1968, en el que fueron apresados en el Palacio Negro de Lecumberri escritores como José Revueltas o Luis González de Alba, acusados de sedición. El problema es que de vez en cuando dichas sombras parecen acrecentarse para demostrarnos que la libertad es algo por lo que se pelea todos los días, y no algo que ya hayamos ganado; es un derecho que debe mantenerse con diligencia y constancia.

Por último, hay que señalar que, al margen de la represión de los gobiernos o del azote del crimen organizado, en la actualidad lo que debiera ser un medio más democrático y libre para la divulgación de las ideas, también parece servir para el señalamiento y el linchamiento público: las redes sociales. Como toda tecnología que entra en nuestra vida cotidiana, no se les puede considerar buenas o malas. Ello dependerá del uso que le demos. Puede que a alguien le sorprenda todavía que existan personas que lucran con la desinformación que se propaga viralmente en dichas redes, valiéndose de noticias falsas y alarmistas, pero éstas últimas siempre han existido. La diferencia es que ahora cualquiera puede generar dichos contenidos y reproducirlos rápida y exponencialmente. Eso no es todo: cualquiera se siente con la supuesta libertad de «defender su punto de vista», denostando y escarneciendo a quien opine diferente, trayendo a veces consecuencias graves para el ofendido en el ámbito privado y laboral. Como señaló el filósofo Karl Popper al describir la paradoja de la tolerancia: para mantener la tolerancia hay que ser intolerantes con la intolerancia misma, verdadero semillero de discursos de odio que aún son un lastre, incluso en las llamadas democracias desarrolladas.

Convengamos entonces en que la libertad de expresión, así como todas las demás libertades del Hombre, se cumplen en su conciencia, como señala la cita que abre este texto, y que pertenece a la novela lírica Canek del escritor yucateco Ermilo Abreu Gómez.

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