Letras
VII
Alimentos y Soberanía
LOS DESAFÍOS DE HELADIO
3 de septiembre de 1998
Han pasado cuarenta años, más o menos, cuando una mañana el entonces Gerente del Banco Agrario de Yucatán, Ing. Herminio Corral Barrera, me mandó llamar a su despacho, donde me presentó a un grupo de jóvenes estudiantes de la UNAM que se encontraban reunidos con él. Me indicó que los guiase para conocer el proceso de siembra, cosecha, desfibración, empaque y comercialización e industrialización del henequén. Entonces tenía a mi cargo la dirección del Boletín “8 de Agosto”, publicación oficial del Banco, creado por el Gerente anterior, Ing. Gilberto Mendoza Vargas, quien ocupó el puesto al transformarse la extinta Agencia del Banco Nacional de Crédito Ejidal en la nueva organización crediticia.
Al despedirse los visitantes, permanecí unos momentos para solicitar instrucciones más precisas al Ing. Corral, hombre muy reservado y parco en palabras, quien simplemente me contestó: “Mensaje a García”. Como para entonces yo desconocía la famosa frase y el significado simbólico de la misma, que se refiere a un hecho anecdótico ocurrido durante la guerra de independencia de Cuba, cuando era urgente enviar desde Estados Unidos información al insurgente García cuyo paradero preciso era desconocido y, por tanto, varios emisarios habían fracasado en el intento, hasta que uno de ellos simplemente tomó el despacho y viajó a las montañas de la isla, donde localizó y entregó al sublevado el valioso mensaje; en la confusión, para mi fortuna, pensé que a quien se refería don Herminio era precisamente al sub-Gerente, Ing. Maximiliano García Arceo, el cual tenía bajo su responsabilidad la operación crediticia de la institución, la coordinación de los agentes de zona, y la planeación de las actividades relativas, por lo que de inmediato le transmití los deseos del señor Gerente y, con la gentileza que lo caracterizaba, dispuso las facilidades indispensables para el cumplimiento de mi cometido. El mensaje a García dio resultado.
Durante varios días acompañé al grupo estudiantil en su recorrido por las antiguas haciendas, los plantíos del agave, las plantas desfibradoras, las bodegas de pacas, donde recibieron amplia información y explicaciones sobre la actividad henequenera en general. Los jóvenes estaban impresionados con el proceso agrícola y el problema social del henequén. Escuchaban, observaban, preguntaban, reflexionaban, todos tenían un denominador común, eran muy serios, disciplinados, inteligentes, pero entre todos sobresalía un joven moreno, de baja estatura, inquieto, de trato gentil y palabra amable y persuasiva, quien era el guía, el líder natural del grupo: Heladio Ramírez López.
Como recuerdo del viaje, me obsequiaron varias fotografías captadas con sus modestas cámaras y uno de ellos, hábil para el dibujo, me entregó con gran afecto un apunte de mi efigie con sus iniciales, VIC, que después serían muy conocidas por sus cartones para un noticiero de televisión.
Heladio de inmediato ganó mi amistad y la de otros jóvenes yucatecos a quienes entonces conoció. Con posterioridad a este, su primer viaje a Yucatán, continuamos una relación fraternal que se fortaleció cuando constituyó el grupo “Tribuna de la Juventud”, en el que participaron los jóvenes más preparados y de mayor talento de su generación. De allí salieron oradores extraordinarios como el propio Heladio y Francisco Berlín Valenzuela, entre otros. Había algo que los unía: su gran amor a México y sus deseos de servir a nuestro país.
Recuerdo que, con motivo de la toma de posesión de la directiva de “Tribuna de la Juventud” en Villahermosa, Tabasco, asistí invitado al evento que allí tuvo lugar, en donde dictó una conferencia –esta sí que magistral– sobre la Revolución Mexicana don Enrique Ramírez y Ramírez, acto en el que intervinieron también con fogosas piezas oratorias los jóvenes tribunos. Aquella noche le había obsequiado una guayabera blanca a Heladio quien, con gran generosidad y desprendimiento, se la regaló a su vez al maestro Ramírez y Ramírez
Nos frecuentamos después en la ciudad de México. Hubo intentos por establecer en Mérida una representación de “Tribuna de la Juventud”, pero las circunstancias no fueron favorables porque entonces los políticos en el poder veían con recelo la organización independiente de la juventud progresista.
Posteriormente, la lucha por la vida nos llevó por distintos rumbos sin que el afecto y la amistad hayan variado. Desde lejos seguí sus pasos, en los que tesoneramente, con gran entrega a su vocación política, fue ascendiendo en su estado natal hasta ocupar el cargo de Gobernador de Oaxaca, donde desarrolló una gran labor social.
Después, ha ocupado diversos cargos en la administración federal y actualmente es Senador de la República.
Pero su mayor reto en la vida es, quizá, en este momento trascendental de la historia del país, su reciente designación como Secretario General de la Confederación Nacional Campesina. Llega a dirigir los destinos de la CNC, cuando el país en el que soñamos ya es otro. La legislación agraria ha cambiado, los equilibrios de poder y la organización de los campesinos han cambiado, el sistema de crédito ha cambiado, la productividad y los modelos de vida en el campo han cambiado e incluso el clima ha cambiado.
Con un panorama totalmente distinto, con un futuro difícil para los hombres que viven de hacer producir la tierra y los alimentos, llega al liderazgo de la máxima central campesina, cuando los Chiapanecos se han rebelado y es necesario trabajar por la reconciliación nacional y la unidad de la Patria. Los desafíos de Heladio son muy grandes, pero quizá los de mayor importancia y significado se encuentren en la producción de alimentos para garantizar el abasto nacional y la soberanía del País.
En la República Mexicana está ocurriendo lo que sucedió en Yucatán con el henequén: caímos en la trampa del monocultivo. Así lo reconoció en su tiempo el Presidente López Portillo. Cuando los ingresos de la fibra eran cuantiosos, había recursos suficientes para comprar los granos básicos y se descuidó la producción agrícola. Hoy, que ya no producimos ni siquiera el henequén y lo estamos importando de Brasil, la precaria producción local no alcanza para el autoconsumo y Yucatán ocupa uno de los primeros cinco lugares en los Estados de mayor pobreza, no obstante los esfuerzos que indudablemente se realizan para estimular la productividad agropecuaria.
En el país, la trampa de la riqueza petrolera y los grandes recursos provenientes de la explotación de los hidrocarburos hicieron olvidar la producción nacional de alimentos, fundamental en una economía como la nuestra, en donde los grandes avances tecnológicos para diversificar y aumentar la producción todavía no llegan.
Los sistemas ancestrales de milpa en Yucatán, y probablemente en otras regiones, son insuficientes para generar el volumen de granos, maíz y frijol indispensables para el consumo diario. Algo similar ocurre con el trigo y otros cereales. El déficit de alimentos nos impone la necesidad de importarlos y pagarlos con los ingresos del petróleo, cuyos precios cada día van a la baja. El sistema capitalista global nos obliga a vender combustibles baratos y a pagar la compra de alimentos con dólares caros. Negocio redondo.
En 1980, cuando visité la ciudad de Des Moines, capital del Estado de Iowa, en Estados Unidos, me sorprendió la increíble cantidad de maíz almacenada a la intemperie. La cosecha de aquel año había sido tan grande que no tenían bodegas suficientes.
Precisamente para esas fechas, en la desaparecida Unión Soviética tuvieron que importar granos de Estados Unidos porque el fracaso de sus planes agrícolas tuvo los resultados desastrosos que culminaron con el derrumbe del país, años después. La lección es ejemplar. La soberanía alimentaria es fundamental para preservar la unidad y fortaleza de la Nación. México es un pueblo que se debate hoy en grandes contradicciones. Los sectores más conservadores y reaccionarios propugnaron por la venta de las tierras ejidales y la supresión de los subsidios al campo y a la producción de alimentos, con los resultados que están a la vista.
Pero, en cambio, ven con buenos ojos el subsidio en forma de apoyos al capitalismo financiero. De haberse invertido los recursos de la Nación en el campo en lugar de entregarlos a los bancos, quizá hoy faltarían bodegas para las grandes cosechas y los recursos del petróleo estarían siendo utilizados para construir escuelas y hospitales. Decía Francois Mitterrand que “hasta el final no se sabe lo que el hombre vale”. Tengo la esperanza y tengo fe, de que el joven Oaxaqueño a quien acompañé a recorrer los henequenales de Yucatán, que hoy ya no existen, sigue teniendo el mismo espíritu progresista, el mismo espíritu combativo, ayer tribuno de la juventud, hoy tribuno y voz de los campesinos pobres de México.
Heladio tiene un gran compromiso de origen, su formación proletaria de mexicano heredero de los principios de un hombre indio superior, universal, que derrotó al imperio y enseñó a la humanidad, que “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”: Don Benito Juárez.
Los desafíos de Heladio son los alimentos y la soberanía nacional. Tendrá que luchar muy duro, contra el tiempo, para resistir los embates de los enemigos naturales de los campesinos, sus explotadores, para ganar su confianza, organizarlos de nuevo y alentarlos para sembrar las semillas de un México independiente y libre.
Luis F. Peraza Lizarraga
Continuará la próxima semana…