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Letras
José Juan Cervera
Los relatos navideños constituyen una de las tradiciones que se entrelazan en torno de esta festividad anual. El de Dickens es acaso uno de los más recordados, mientras la actual industria del entretenimiento recrea historias populares en los canales mediáticos, haciendo uso de su acostumbrado estilo frívolo. Hay periódicos que destinan alguna sección específica para incluir textos de esta índole, encarnando a su modo una reminiscencia lejana de versiones orales que, incluso en la antigüedad previa al cristianismo, reunía a las comunidades para transmitir valores y fijar la memoria de hechos o pasajes imaginariospara asegurar la continuidad de esta práctica entre nuevas generaciones de narradores.
El prestigio literario de Ermilo Abreu Gómez se cifra en sus dotes narrativas, aunque cultivó géneros variados y durante muchas décadas se desempeñó como maestro en instituciones educativas del país y del extranjero. Si bien algunas fuentes de consulta señalan que sus primeros cuentos los publicó en La Revista de Mérida tras su regreso a su tierra natal recién concluidos sus estudios, hay algunos antecedentes que sitúan publicaciones suyas cuando no había realizado aún su primer viaje fuera de Yucatán, en 1919. Una de ellas describe una conversación entre una madre y su hijo en plena Nochebuena, sometidos a los rigores del frío y de la penuria, sin poder comer siquiera frugalmente y con la ilusión infantil de recibir alguno de los regalos que los ángeles reparten con generosidad celestial, según una conseja de aquel entonces, cuando la mercadotecnia no había impuesto aún la figura del conocido personaje ventrudo y barbado con el traje rojizo de inconfundible factura publicitaria.
Las acotaciones y diálogos presentes en la estructura del texto sugieren la idea de un apunte escénico, como los que tiempo después suscribiría el mismo autor en la redacción de obras de lo que llegaría a ser conocido como teatro regional yucateco, tal como consigna en el primer tomo de sus memorias. Participó como uno de los pioneros de ese movimiento, primero corrigiendo libretos y luego creándolos para que fueran representados. A diferencia de estos productos, que se nutrieron de tipos populares y giros del habla local, el escrito de tema decembrino contiene pasajes que pudieran reconocerse en cualquier comarca hispanoamericana, salvo una breve alusión a las calles de San Juan (aunque los barrios con nombres de santos católicos no son materia exclusiva de la capital de Yucatán). Vio la luz en la revista Génesis, que dirigió el poeta Augusto Ruz Espadas, en enero de 1914.
El arte de Abreu Gómez, sobrio y equilibrado, se muestra en estas líneas como en sus textos de madurez. En ese entonces rondaba los veinte años de edad. En La del alba sería… refiere que sus letras primerizas, precursoras de estas publicaciones, fueron recibidas con suspicacia cuando algún adulto que las leyó, mirándolo desde la cumbre inexpugnable de su autoridad, lo acusó de plagiario, haciendo mella en su ánimo. Experiencias como éstas son las que, superada la crisis del momento tras remontar sus efectos devastadores, estimulan la persistencia en el oficio elegido, pese a las opiniones que tienden a menospreciar motivaciones personales. El desempeño temprano en una tarea que supone disciplina y talento siempre hará recaer sospechas sobre quien demuestre cualidades notables en su realización.
La breve historia que la revista inserta en sus páginas conmueve sin ser patética. También permite apreciar la ternura que Abreu Gómez dejará ver en muchas de sus obras posteriores, sin caer en la nota cursi; encierra el sentido afectivo de la solidaridad en el infortunio, como cuando el niño busca mitigar con sus palabras el hambre que el pequeño gato de la casa comparte con sus amos. Expone la estrecha concordancia del amor materno y del acatamiento obediente del hijo que, entre las ilusiones que lo mueven y la ingenuidad de sus años, logra intuir mucho más que las personas endurecidas por el apego a las apariencias en el trato diario.
Cabe recordar que este escritor, además de abordar problemas sociales a lo largo de sus libros y de sus pronunciamientos públicos, abrazó una orientación política definida que lo hizo camarada de gente de lucha, es decir, contribuyó con palabras y acciones a forjar la conciencia crítica del sistema opresivo de su tiempo.