Libros y lectores
Jorge Pacheco Zavala
Leer o no leer, he ahí el dilema…
En un mundo globalizado y con un ritmo de vida que parece inclemente, se antoja lógico pensar y concluir que lo único que no es indispensable es leer.
La lectura sigue siendo la cenicienta de los tiempos modernos. Las generaciones lectoras fueron aquellas que descubrieron el libro correcto en el momento correcto. A muchos buenos lectores hoy les atrajo de manera inmediata Salgari y su eterno Sandokan. Otros más fueron atrapados por Stevenson y su Isla del tesoro, o Mark Twain, con Las aventuras de Tom Sawyer. Era, y es, la lectura lúdica el acceso a ese mundo literario inimaginable.
Será que acaso ahora leemos para impresionar.
Leemos para aprobar y ser aprobados.
Leemos para ser incluidos en círculos que de otra forma nos excluirían.
Leemos para sentirnos cultos.
Leemos porque nos han dicho que sin ser lector no se puede ser escritor.
Leemos porque nos gusta la idea de parecer intelectuales.
¿Por qué leemos en los tiempos modernos? Seguramente hay tantas respuestas como títulos literarios existen.
Esto es lo que el escritor español Javier Cercas, autor de grandes éxitos literarios modernos, dice cuando escucha a alguien comentar que no le gusta la lectura: «Solo me queda darle mi más sentido pésame.» Ha comentado además en varias oportunidades que le parece que «…la literatura es tan placentera como el sexo.»
Si así es, ¿entonces por qué la media de lectores en el mundo no ha cambiado significativamente? Pareciera que el mundo virtual tecnológico va a la delantera, aun considerando que muchos buenos lectores leen en digital.
Hasta el 2022 en México, se leían en promedio 3.9 libros al año. Imagine nomás: cada lector lee, ahora mismo, un promedio de cuatro libros cada año, es decir, cada tres meses lee un libro, casi nada. Mientras tanto en España, hasta el 2022, mismo periodo, se leían 11 libros al año. Es decir, cada lector en promedio se chuta casi un libro al mes, gran diferencia.
El otro tema que parece secundario es qué tipo de lectura se hace. A qué nivel se hace. Es lectura informativa, formativa o académica, lúdica o pedagógica…
Es complejo tratar de desenmarañar las razones y las motivaciones que llevan a un lector a elegir cierto tipo de libro. Porque es bien sabido que una cantidad importante lee por recomendación directa de otro lector, pero también se sabe que, al elegir un libro, la portada es significativamente importante. Se elige también por la trascendencia del autor, aunque muchas veces resulta un fiasco encontrarse con obras de grandes autores que no cumplen con la calidad conocida con anterioridad.
El escritor francés André Gide, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1947, resume la experiencia lectora de manera excepcional: Ante ciertos libros uno se pregunta: ¿quién los leerá? Y ante ciertas personas uno se pregunta: ¿Qué leerán? Y al fin los libros y las personas se encuentran.
Es, ni más ni menos, la experiencia que produce el encuentro entre el libro y la persona lo que define el acto de leer. La expectativa de descubrir ese mundo hasta ahora desconocido y oculto que yace bajo la tinta y el papel, ¿o debiera decir, tras la pantalla de un Kindle?