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Lecciones de la historia

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Editorial

A resueltas de un operativo judicial fallido en la costa noroeste del país se ha despertado un gran volumen de especulaciones encontradas.
Unos opinan que las fuerzas federales y estatales deberían anegar en sangre el reto de grupos del crimen organizado, que claramente provocaron al sistema gubernamental el cual, en este caso, optó por la prudencia, el repliegue táctico y el rechazo a engrandecer el número de muertes a costa de nuestras fuerzas armadas y personas civiles.
A nuestro juicio, la decisión fue correcta, acertada, oportuna.
Ello no ha gustado a los amigos de la violencia y la sangre, del engrandecimiento de los conflictos y la división social, que son sus oscuras metas desde hace algún tiempo.
La prudencia del gobierno en turno evitó un derramamiento estéril de sangre del que el único beneficiario hubiera sido el grupo que en el pasado reciente poco caso hacía a la prudencia gubernativa.
Bastantes ejemplos tristes tenemos de esos casos, entre ellos Aguas Blancas, Ayotzinapa y otros de los cuales apenas vamos conociendo datos, cementerios clandestinos, violencia inaudita.
En este caso privó, brilló, el razonamiento. Estuvo presente la lucidez. Lo que, claro, marcó una gran distancia entre tiempos y gobiernos. Pasado y presente.
No derramar más sangre inocente.
Y, claro, eso enerva a los violentos, a los nostálgicos de un pasado sangriento en que las armas y el poder se exaltaban por encima de la sangre inocente.
Nuestros lectores seguramente han recibido por los otros medios informativos convencionales censuras a la no violencia de los gobernantes actuales de México. La frustración de los anhelantes de acceso nuevamente al poder es evidente.
México, que ha llevado a todos los continentes un mensaje de paz, confirma que las raíces de nuestra visión nacional son pacifistas.
Recordemos que la sensatez de la Doctrina Estrada apoyó y favoreció la pacificación en no pocos países de América. Ahora adquiere el reconocimiento internacional y el de los propios mexicanos.
Remarquemos que, si las grandes potencias continúan con sus competencias armamentistas, la prueba de nuevos misiles y armas tácticas, México enseña al mundo la doctrina juarista de que la paz nace en el respeto al derecho de los demás.
Las decisiones gubernamentales de este tipo y nivel nos refuerzan que el gobierno actual mantiene la vocación de vivir y convivir en la paz, sin derramamientos de sangre inocente.
Practicar la paz y el entendimiento no es claudicar. De ninguna manera. Es simplemente definir visiones sobre las relaciones internas de un pueblo con una historia de altibajos de la que siempre, afortunadamente, ha salido adelante.
Esa es la lección de estos días.
Enhorabuena.

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