Colonia Yucatán
Cuando te ibas a casar lo notificabas y te daban tu casa por la empresa, no te cobraban nada: te daban casa entera, o media casa con luz, agua…
A Dios gracias, hemos vivido aquí más o menos bien. No hemos sufrido ninguna clase de crisis, enfermedad siempre ha habido; pero la vida acá es más barata que en cualquier otro lado. Nos acostumbramos a la vida barata. En esa época la empresa nos proporcionaba todo… ¡Cuidadito que salga un niño sin zapatos! Si veían jugando en la calle a un niño sin zapatos, lo llevaban al almacén y le daban un par de zapatos que luego le descontaban a su papá del sueldo. La empresa no permitía eso.
Para llevar serenata había que solicitar permiso a la comisaría de la empresa. Ibas con el jefe de personal: ‘Voy a llevar una serenata, ¿me puede dar permiso?’ ‘¿A quién?’ Dabas el nombre, mandaban llamar al papá de la muchacha, si lo autoriza te lo dicen; y cuando salgas a la serenateada tienes que tener el papel del permiso porque al rato llega Pancho López (Felipe Leal, Policía, QEPD), y si no tienes el papel la suspende. Cuando llevábamos serenata, comprábamos un “chaakpolito”. ‘¿Tienes algo?’ preguntaba, le dábamos un trago. ‘Tá bien, tá bien,’ nos decía, ‘pero tranquilos.’ Pero sí nos exigía el permiso; así era la vida acá, todo bajo control.
De esta manera, siempre sonriendo, nos narra su vida en la Colonia Yucatán Hilario Arce Santoyo, casado desde hace 48 años con Rosa María Ruz Aranda, oriunda de Panabá: ‘Es que en esa época las esposas no podían ser de acá, llegaban,’ dice a manera de justificación. El padre Pedro Petrucci nos casó por la iglesia en misa de 8.00 AM. Hubo su agasajo y todo eso. La empresa te vendía un poco más de trago que lo que te daba de costumbre, lo notificabas y, te vendían un poco más, y para completar pos comprabas de contrabando. En la casa era el agasajo, nada de alquilar local. Por lo general, nadie se casaba entre semana, tenía que ser domingo, día de descanso, y casi todos se casaban cuando iban a salir de vacaciones, o sea en diciembre, para poder pasar la luna de miel. Nos daban 15 días de vacaciones.
Los amigos más allegados de la familia iban a la boda. Me casé el 22 y el 23 salí de vacaciones y luna de Miel a Valladolid, a Mérida y a Progreso, para que conozca el mar mi esposa, ja ja ja; en esa época casi nadie conocía el mar. Ella trabajó también en la fábrica, se retiró cuando nos casamos porque sólo aceptaban solteras. Cuando te retirabas era voluntario, no te daban nada, lo único que te dicen: ‘Cuando quieras regresar, vuelves a trabajar.’ El registro civil venía de Tizimín, uno que le decían Minina (Evelio Trejo) traía el libro para asentar y te daba tu boleta en donde constaba que estás casado para sacar tu acta el día que quieras. Cada vez que había boda le avisaban y venía.
Sin soltar su periódico, acepta platicar en la puerta de su casa de madera una mañana de diciembre del siglo pasado. Gentil, ameno, dispuesto, de ágil memoria, comienza a recordar parte de su tranquila vida en la Colonia Yucatán en aquella época en que no había televisión. El que más tenía era un radito, pero los muchachos después de la chamba de primer turno salíamos a dar la vuelta al billar. Había mucha gente jugando, íbamos a la nevería a tomar un café, un helado o un refresco; en grupo andábamos, nada como ahora, comenta el amable y sonriente yerno de don Ibes e interrumpe por un momento la plática. ‘Pregunten allá,‘ dice a unas niñas que fueron a comprar hielo a su casa.
Continuará…
L.C.C. ARIEL LÓPEZ TEJERO