Editorial
Acabado el registro de los candidatos a la presidencia de México, pronto arrancarán las campañas, continuación de las precampañas, temporalmente suspendidas para dar paso al registro de los candidatos en esta larguísima puesta en escena electoral.
Como todos hemos podido atestiguar, en realidad la autopromoción de los candidatos ha sido pobremente disfrazada y nada respetada cuando nuestra ciudad y el país han sido tapizados de propaganda electoral desde hace muchos meses.
Tal vez lo más doloroso en todo ese monumental gasto que se ha ejercido, y que aún continuará durante varios meses, es considerar cuánto de ese dinero podría haberse dedicado a cosas más urgentes que hubieran servido mejor a los mexicanos, siendo medicinas, infraestructura hospitalaria, el rubro de la salud, pues, lo prioritario y más urgente.
Además del próximo bombardeo infame de spots en los medios de comunicación, los candidatos ahora intentarán convencernos de que cada uno de ellos es la solución a lo que nos aqueja, mientras se trasladan a lo largo y lo ancho de nuestra república.
Preparemos entonces los sentidos para aguantar a pie firme la retahíla de ofertas, promesas y propuestas que cada uno de ellos nos arrojará en su afán de obtener nuestro voto.
Como políticos que son, prometerán el cielo, la luna y las estrellas.
La recomendación obligada en este proceso es la siguiente: escuchemos con atención lo que se dice, poniendo especial énfasis no en lo que se ofrezca –las dádivas– sino en la manera –el cómo– en que nuestro país, nuestra economía, nuestra seguridad, nuestra salud, pueden ser restauradas, resarcidas, restañadas.
Vayamos más allá si nos es posible: intentemos escuchar las ideas de aquellos que se ostenten como estadistas, aquellos que piensen a largo plazo, y juzguémoslas en beneficio de las generaciones futuras.
Aquellos candidatos que no sean capaces de decir “cómo” lograrán lo que ofrecen son aquellos a quienes debemos negar nuestro apoyo por medio del voto, sencillamente porque son más de lo mismo que nos ha postrado como país.
Todos queremos un México mejor, mucho más honesto, en el que podamos transitar y vivir sin sobresaltos ni miedos; un México en el que la salud, la honestidad, el crecimiento económico, el aumento del poder adquisitivo, vengan de la mano de buenos administradores, de personas en las que podamos depositar nuestra confianza.
La elección será nuestra.
Elijamos bien…