Era nuestro perro porque lo que amamos
lo consideramos nuestra propiedad…
Callejero/Alberto Cortez
El espacio editorial de DIARIO DEL SURESTE ha dado cuenta, desde hace casi ocho años, de la historia de SANSÓN, nuestro amigo canino rescatado.
Al conocerlo, un domingo de abril de 2015 por la tarde, le llamamos SANSÓN, como si supiéramos la fortaleza que demostraría a partir de ese momento, librando batallas por su vida, cual mítico guerrero.
Estoy seguro que desde mucho antes SANSÓN ya había luchado contra todo en la vida. Nacido en la calle, durante unos cinco años sobrevivió a sus peligros hasta aquella funesta tarde del 12 de abril, cuando fue atropellado y abandonado. Unas buenas personas lo resguardaron y entonces nuestras vidas se cruzaron.
Mi esposa Lucy y el que esto escribe decidimos pelear junto a él por su vida. Tuvo que ser operado de emergencia con un pronóstico reservado. La batalla dependía de él y su fortaleza. En ese momento surgió el nombre de SANSÓN.
De la urgencia salió avante; sin embargo, la movilidad de la patas traseras estaba comprometida. Una nueva lucha se avecinaba entonces para SANSÓN: sería a través de sesiones de rehabilitación para que pudiera caminar con sus cuatro patas, de dos a tres veces por semana en la clínica, y dos veces al día en nuestra casa. El destino decidió que no fuera así, SANSÓN nunca volvería a estar de pie en sus cuatro extremidades.
Para entonces ya lo considerábamos “nuestro” perro, había pasado por un hogar temporal, su tiempo se acabó, y Lucy y yo decidimos integrarlo a nuestra manada. Una buena persona le donó su sillita de ruedas, que usaba por momentos, el resto del día se movilizaba por toda la casa en sus dos patas delanteras.
Una nueva urgencia surgió cuando su bazo le jugó una mala pasada, causádole una anemia que tuvo que ser atendida y medicada durante varios años. En esa nueva contienda, siguió contando con nosotros.
Es necesario mencionar que, por alguna razón, SANSÓN parecía no tener buena química por momentos con Lucy, a quien incluso llegó a morder, pero al final quedaría demostrado que nuestro amigo la llegó a querer muy a su manera.
Durante varios años intentamos darle a SANSÓN una verdadera vida de perro, procurándolo, amándolo, aseándolo dos veces por día, educándolo sin pensar que era un “pobre perro que no caminaba”. Era tan querido que, como suele suceder, tuvo varios motes: Chanchón, Choncho, Chonchis, Gordo-gordo (porque un tiempo engordó mucho), Cachetón, Perro precioso, o cualquiera que se nos ocurriera.
Por su parte él demostró siempre su agradecimiento hacia nosotros. Con todo y su discapacidad, era un perro guardián en toda la extensión, no permitía que nadie se acercara sin que alertara a ladridos. Sus publicaciones jocosas en redes fueron habituales, tenía sus propios seguidores.
Aunque nunca recibimos un meneo de cola de su parte, sabíamos por su mirada cuando estaba contento. Fue un perro tan normal como todos, al grado que participó en un concurso para ser la imagen de una marca de alimento.
Pero el tiempo cobra muy caras las facturas. De unos meses para acá notamos que el guerrero ya no podía incorporarse, ya no tenía fuerza. Los estudios dieron la noticia que tanto temíamos: presentaba daño renal, aún tratable, pero irreversible. De este combate sabíamos de antemano el desenlace, sobre todo cuando se empezó a complicar con problemas gástricos propiciados por la inmovilidad.
Tampoco lo dejaríamos solo, pelearíamos junto a él hasta el final.
El domingo 5 de febrero el corazón de SANSÓN decidió que ya no había por qué luchar más. Cómo una muestra de que en realidad sí la quería, y mucho, nuestro amigo exhaló su último aliento en brazos de Lucy. Nuestro guerrero decidió que la última batalla había que darla por concluida, aceptando la derrota.
Hoy, el pie de la cama luce vacío sin él. La manada siente que falta alguien, como si esperara que la ausencia de SANSÓN sea solo pasajera. Quizá con el tiempo ese lugar vuelva a ser ocupado; mientras tanto, lo llenarán los buenos recuerdos.
Esperamos haber sido dignos de tanto amor y de haberle correspondido. Ojalá al final de los tiempos tengamos el honor de que nuestro peludo nos ayude a cruzar el río.
Mientras tanto, SANSÓN representará la más complicada y hermosa experiencia que este viaje llamado vida pudo habernos regalado.
Hasta que nos volvamos a encontrar, amado perro.
Carlos M. Vivas Robertos
vivasrobertoscarlos@gmail.com