Letras
Joel Bañuelos Martínez
Muchas noches sin dormir nos tuvo el retobado coyote que noches atrás aullaba por los linderos de la loma. Las gallinas en el guamúchil cacaraqueaban asustadas, tanto así, que ya ni ponían huevos del susto que traían en las tripas; las que por valentía se atrevían a hacerlo, cuando mi tía los guisaba, tenían la yema más pálida que mi compadre “Pecas” –que nunca se curó de la vez que le descargó la escopeta Juancho cuando lo vio trepándose la barda después de ganarle el calor de la cama y de Justina.
Los coyotes tienen la maña de bajar del monte y llegar al pie del árbol donde duermen las gallinas. Empiezan a dar de vueltas hasta que las marean y caen de azotón, luego cargan con ellas, van y las despluman y se las tragan. Ni los huesos dejan los condenados.
Mi tío Moncho tenía mucha “esperencia” en esos menesteres, así que ni siquiera contestó cuando mi tía le reclamó:
–¡Oyes, viejo! ¿Tás esperando que el coyote nos deje sin animales? ¡Carga la escopeta y métele cien municiones en la panza a ese mequetrefe!
Él se quedó como sordo, apartó a la gallina prieta y, como si fuera su consentida, le dio su buena ración de maíz, hojas de quelite y otras hierbas y agua con masa.
Mi tía refunfuñó diciendo:
–¡Ah y ahora se las vas a engordar al méndigo animal! ¡No te digo, pues!
Los aullidos siguieron, las desveladas, el cacaraquear de las gallinas, las huellas del coyote alrededor del guamúchil y del azotón de alguna presa.
Como a la semana desapareció la gallina negra y mi tía ya no se aguantó: se le salieron todos los sapos y culebras por el vocabulario con dedicatoria para mi tío:
–¡Ya ni la amuelas, con una fregada, ya le engordaste la gallina al canijo animal! ¡Pos’ haz de cuenta que era tu comida, ve y busca a ver ónde dejó las plumas y eso es lo que vas a tragar tú!
Mi tío soltó una carcajada y chiflando de contento agarró camino pal’ monte.
A la media hora regresó con el coyote a rastras.
–¡Ai’ stá el culpable de tus bilis! Le voy a quitar la piel pa’ hacerle la funda a mi machete, onque’ no sé si se le quite la peste porque murió sin la gallina en las tripas: toda se le salió en agua con la purga de la hierba con que engordé a la prieta.
Pobre coyote, no supo con quién se topaba: mi tío sabe todos los secretos de las hierbas y de muchas cosas. Lo único que no sabe es cómo domar a mi tía, que se la pasa regañándolo. Pero pa’ lo que le apura: todo se le resbala, como a las tripas del coyote.