Lady Betty, la Mujer Verdugo
A lo largo de la Historia, muchos han sido los mitos sobre aquellos cuya profesión era ejecutar una sentencia de decapitación, fuera por cumplimiento de la Santa Inquisición o por orden judicial. Asociamos la figura grotesca de un hombre con capucha e indumentaria de color negro, cumpliendo la orden sin contemplaciones, utilizando una espada, un hacha o una cuerda, sin olvidar una antorcha, para prender la hoguera para acabar con la vida de un procesado. Difícil profesión ser verdugo.
En nuestra mente imaginamos a un personaje cruel, sin remordimientos, de gran tamaño, musculoso; al menos así no los muestran en las películas. Pero en ninguna filmación hemos visto a una mujer ejerciendo el rol de verdugo, el arquetipo de los castigadores siempre es un hombre. La Historia nos dice lo contrario: sí existieron algunas mujeres que se vistieron de verdugos. Tal es el caso de la que se supone fue la primer mujer en fungir como tal.
Los verdugos femeninos no han sido muy frecuentes en la Historia, pero los ha habido. La misma Reina Constanza (1030) decidió oficiar como tal contra los herejes maniqueos, no conformándose con enviarlos al patíbulo, sino siendo ella misma quien aplicaba el tormento.
En Irlanda encontramos un caso peculiar, algo confuso, de un ejecutora femenina que se conoce por Lady Betty, una mujer brutal que ejerció su trabajo a principios del siglo XIX. Fue condenada a la horca por asesinar a su propio hijo, en un episodio en el que se confunde la fabulación popular y la realidad. Sea como fuere, el día fijado para su ejecución, ante la enfermedad del verdugo y la negativa de los funcionarios de justicia para sustituirlo, Lady Betty se ofreció como voluntaria para ejercer como verdugo con el grupo de condenados que la acompañaban. Obtuvo, tal y como pedía, el perdón de su vida y el nombramiento como verdugo en la cárcel de Roscommon, oficio que ejerció durante más de diez años.
No le faltaría trabajo: el Código Penal vigente en la isla era el británico, severo y cruel como el que más. Condenaba a la pena capital a sujetos acusados de delitos tales como el hurto, la caza furtiva y hasta el robo de ropa. Lady Betty hacía caminar a los condenados con una soga al cuello por un andamio colocado verticalmente sobre la pared de los muros de la prisión que, al abatirse, los hacía precipitarse al vacío. La imagen de los ajusticiados, balanceándose en la fachada de la cárcel y colgados de una viga, ha nutrido el mito cruel de Lady Betty, que por lo visto encontraba hasta ocurrente ese movimiento pendular de los cadáveres.
Continuará…
LUIS IZQUIERDO