Cobre y cenizas
XV
13 de noviembre de 1998
La señora Lucía Hiriart se encuentra atribulada. El general Pinochet ha perdido la sonrisa. Pide misericordia y una salida humanitaria para que su esposo pueda regresar a Chile. La salud del viejo tirano de 82 años, senador vitalicio por voluntad propia, se deteriora, amanece de mal ánimo, apático y sin querer oír. Desde su detención en Londres a solicitud de un juez español, para responder por múltiples crímenes, genocidio, tortura y desaparición de ciudadanos chilenos y de otros países, durante su régimen dictatorial de 17 años, la vida ha cambiado para siempre. El hombre del uniforme y el quepí, de aspecto torvo y rostro lombrosiano, aquel cuya crueldad solo tiene paralelo con Hitler y Franco, el que nunca tuvo conmiseración ni conoció la piedad para masacrar al pueblo chileno, a sus hombres más brillantes y a la juventud idealista, hoy pide clemencia. Qué triste final y que diferencia con el valor y la hombría del Presidente Allende en sus últimos momentos de vida, cuando los aviones de combate sobrevolaban el Palacio de la Moneda y los tanques de asalto disparaban sus cañones contra el recinto presidencial. En las últimas palabras del que sería también su último mensaje al pueblo chileno, el Dr. Salvador Allende exclamaba emocionado: “Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz ya no llegará a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la Patria.”
La muerte del Presidente Allende, inmolado por designios supremos del capital imperialista y la reacción chilena, que propiciaron juntos la traición de las bayonetas, es una espina dolorosa en el corazón de los hombres libres de América y del mundo.
Allende fue un idealista y un visionario. Luego de una vida de lucha política inspirada en los principios del socialismo, llegó al poder por el voto mayoritario de sus conciudadanos, apoyado inicialmente, desde sus campañas de 1956, por los dos grandes partidos de izquierda, el socialista y el comunista, unidos en el Frente de Acción Popular (FRAP).
Al tomar posesión, el 5 de noviembre de 1970, en el Estadio Nacional, en una parte medular de su mensaje expresó: “Sin precedentes en el mundo, Chile acaba de dar una prueba extraordinaria de desarrollo político, haciendo posible que un movimiento anticapitalista asuma el poder por el libre ejercicio de los derechos ciudadanos. Lo asume para orientar al país hacia una nueva sociedad, más humana, en que las metas últimas son la racionalización de la actividad económica, la progresiva socialización de los medios productivos y la superación de la división de clases.” En sus propias palabras: “las masas, en su lucha para superar el sistema capitalista que las explota, llegan a la Presidencia de la República, integradas, fundidas, en la Unidad Popular.”
Con esa inspiración dio a conocer su plataforma de gobierno que denominase “Poder Popular”: “Vamos a nacionalizar el crédito para ponerlo al servicio de la prosperidad nacional y popular. Acabaremos con los latifundios que siguen condenando a miles de campesinos a la sumisión, a la miseria, impidiendo que el país obtenga de sus tierras todos los alimentos que necesitamos. Una auténtica reforma agraria hará esto posible. Terminaremos con el proceso de desnacionalización, cada vez mayor, de nuestras industrias y fuentes de trabajo, que nos somete a la explotación. foránea. Recuperaremos para Chile sus riquezas fundamentales. Vamos a devolver a nuestro pueblo las grandes minas de cobre, de carbón, de hierro, de salitre. Conseguirlo está en nuestras manos, en las manos de quienes ganan su vida con su trabajo y que hoy están en el centro del poder.”
Durante los mil días de su gobierno, interrumpido por el cuartelazo, el Presidente Allende no tuvo un día cercano a la normalidad. Desde el inicio, dice Luis Mairat, diplomático y político de amplia trayectoria, que fuese presidente de la Federación de Estudiantes de Chile: “El Gobierno de Estados Unidos, apenas conocidos los resultados de la elección presidencial de 1970, expresó su decisión de impedir la llegada de Allende al poder y en caso de que éste lo lograra, de imposibilitar su mandato. En la propia oficina oval de la Casa Blanca el Presidente Richard Nixon y su Consejero de Seguridad Nacional, Henry Kissinger, trazaron la estrategia de “hacer chillar” a la economía chilena, lo que se encuentra documentado en las Memorias de Kissinger y en el libro del Embajador Nathaniel Davies sobre los dos últimos años del Gobierno de la Unidad Popular.«
La suerte de Allende estaba sellada. El 11 de septiembre de 1973, el General Augusto Pinochet Ugarte, Comandante en Jefe del Ejército, dirigió el golpe de estado auspiciado por las empresas transnacionales afectadas y los intereses económicos y políticos de Estados Unidos. Su régimen, inspirado en los modelos fascistas y corporativistas europeos, se caracterizó por un severo autoritarismo, concentración del poder en su persona, apoyo geoestratégico a Estados Unidos y devolución de las empresas nacionalizadas a las compañías multinacionales.
Las minas de cobre, cuya explotación proporcionan a Chile cerca del 50% de su ingreso total han sido la codicia del imperialismo, como en México lo ha sido y lo sigue siendo el petróleo. Pinochet fue por el cobre, consustancial a su ser y a sus instintos y para conseguirlo traicionó el honor de sus filas, traicionó a su Presidente y traicionó a su Patria. Miles de militantes socialistas y sus familias fueron masacrados, asesinados, torturados y desaparecidos. Sin piedad ordenó la destrucción del palacio presidencial y el asesinato del Presidente Allende, quien en un acto de dignidad y legalidad prefirió el suicidio a la deshonra. Existen evidencias grabadas de las órdenes giradas por Pinochet a la fuerza aérea para derribar el avión de Allende, en el caso de que éste hubiese aceptado el falso ofrecimiento de enviarlo fuera del país, o de asesinar a todos los pasajeros y arrojarlos al mar.
El cadáver de Allende fue escondido, desaparecido, pero su voz atormentará por siempre la conciencia del asesino y genocida. Sus últimas palabras, a las nueve de la mañana, del día en que se consumó la traición, transmitidas por Radio Corporación, han sido proféticas 25 años después: “En nombre de los más sagrados intereses del pueblo, en nombre de la Patria, los llamo a ustedes para decirles que tengan fe. La historia no se detiene ni con la represión ni con el crimen. Esta es una etapa que será superada. Este es un momento duro y difícil; es posible que nos aplasten. Pero el mañana será del pueblo, será de los trabajadores. La humanidad avanza para la conquista de una vida mejor.”
Cuando Pinochet se derrumba y la justicia y la historia lo persiguen por el mundo, sobre el cobre se levantan las cenizas de Salvador Allende, cuyo pensamiento lúcido ilumina a los espíritus libres de Chile y de América, orientando un nuevo camino, una nueva vía, la tercera vía, para hacer de nuestros pueblos, países independientes y libres.
Luis F. Pereza Lizarraga
Continuará la próxima semana…