Educación entre los Mayas
XXIV
LA SIEMBRA
Al cultivo de la milpa nos hemos referido antes, pero la emoción que va en él sólo puede transmitirla plenamente quien, conociendo las intimidades de la tierra, logra directamente de ella, en tierno diálogo, el obsequio de sus dones. Por ello, dejamos al candor de la entonces juvenil palabra de Rigoberta, algunos felices párrafos.
“Antes de recoger el maíz, hacemos una fiesta. Pero la fiesta viene desde cuando se pide permiso a la tierra para que se cultive. Esa ceremonia se hace con pom, con oraciones de los señores y de todos, y de la comunidad en general. Ponen sus candelas cada uno en su casa y ponen sus candelas en común.” 119
La semilla que se va a sembrar fue elegida desde el año anterior cuando son seleccionadas las mejores mazorcas, las cuales recibirán cuidados especiales en tanto llegue el momento de utilizarlas.
En primer lugar, se respeta la semilla porque tiene que enterrarse en algo sagrado que es la tierra y tiene que multiplicarse para dar de comer otra vez al año que viene. La semilla es algo puro, es algo sagrado. Se seca con toda delicadeza la semilla, se desgrana con toda delicadeza. Se hace una ceremonia antes de enterrarla para cultivarla. Los hombres llevan las semillas de maíz. Y los llevamos con candela, pues es como una ofrenda ofreciéndole al dios único. Va a ser nuestra comida para el próximo año. Se hace una fiesta especial donde también se menciona la tierra, la luna, el sol, los animales, el agua que tienen que contribuir todos con esa semilla para que nos dé de comer. Hacen peticiones los miembros de la familia y prometen no desperdiciar la comida.
Después, al día siguiente, todo el mundo grita para ir a sembrar. Es una alegría para la comunidad cuando empieza a sembrar su milpa. Llegamos al campo. Los hombres siembran la milpa y el frijol. Van en el mismo hoyito. Las mujeres vienen con sus chilacayotes sembrando en medio del surco. Los otros vienen sembrando papas. Los niños por ejemplo, les gusta sembrar las papas. Después se cuida la milpa porque como nosotros vivimos en la montaña, vienen toda clase de animales. Nos turnábamos, pero bien alegres, porque nos quedábamos durmiendo bajo de los troncos de los árboles.
Cuando nuestra milpita está de buen tamaño, todo el mundo se va a la costa, a las fincas a trabajar. La limpia. Después de la limpia, otra vez regresamos a la finca. Después hay más trabajo, cuando la milpa ya está grande. Son los dos trabajos más difíciles. Ya después aguanta, pero hay que ponerles pedacitos de tierra en la raíz para que no se caiga con el aire. Ya cuando crece, las mujeres muchas veces no bajan a la finca. Se quedan atendiendo el frijol, poniéndole sus palitos para que no dañe la milpa. Atendiendo los ayotes; acomodando todo el surtido. El maíz es el centro de todo, es nuestra cultura.120
Entre el tiempo que transcurre de la siembra a la cosecha, hay diversidad de atenciones a la milpa que suelen estar a cargo de las mujeres y los niños: ahuyentar a los pájaros y otros animales que apetecen los elotes tan pronto asoman, hacer una ceremonia para iniciar la cosecha de las hojas que sirven para hacer tamalitos. Recoger las matas tiradas por el aire y aprovecharlas como alimento.
“Ya después, cuando viene la cosecha(…) se recoge y se hace una ceremonia donde también van a comer juntos los de la comunidad. Las mujeres recogen el frijol y los hombres recogen la mazorca, y todos recogemos la fruta de nuestra siembra(…). Antes de eso se hace una ceremonia en la comunidad agradeciéndole a la tierra, al dios que nos dió de comer. Y la gente está bien contenta, porque precisamente le ahorra bajar a la finca(…). La ceremonia para celebrar la cosecha es casi parecida a la que se hace cuando se le pide permiso a la tierra para cultivarla(…). Es un triunfo para la comunidad cuando se recoge la cosecha.”121
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119 Burgos, 1992:75
120 Burgos, 1992:76-77.
121 Burgos, 1992:78.
Candelaria Souza de Fernández
Continuará la próxima semana…