Editorial
Los yucatecos han vivido en los meses anteriores, años diríamos, circunstancias de riesgo y peligro severo como la indeseable presencia de una plaga que por muchos meses afectó la salud de los pobladores de esta tierra nuestra.
El bien más preciado de nuestra población no es el dinero o la acumulación de riquezas pecuniarias. Es la salud la que constituye la mayor riqueza de los yucatecos, así ha sido a través de los siglos y milenios, cuando nuestra solidaridad humana se ha puesto a prueba en ocasiones precedentes.
Un pueblo podrá ser pobre económicamente, pero siendo saludable contará con esa riqueza física que le permite multiplicar sus esfuerzos para construir un mejor futuro para las familias, la sociedad entera.
Los siglos anteriores dieron fe del esfuerzo acumulado por nuestras comunidades. El carácter de nuestra raza original, la maya, halló en la naturaleza, en las plantas, la curación de muchos males físicos.
Aún ahora la ocupación de hierbatero es de respeto y veneración. El maya conoce las plantas que curan, tanto como las peligrosas para la vida y la salud.
Los conocimientos transmitidos a través de muchas generaciones, mucho antes de la llegada de la medicina profesional, permitieron a nuestros abuelos mayas crear una civilización que ha dejado ejemplos que aún sorprenden al mundo y han cambiado el entorno social. Por ejemplo, mascar chicle es dar continuidad a una antigua costumbre maya para limpieza dental e higiene bucal.
La más reciente visita del COVID ha demostrado de nuevo la solidaridad de nuestra población, mestiza, pero con firmes raíces mayas. Somos así, formados por muchas generaciones: la solidaridad es una de las muchas características plausibles de nuestros coterráneos.
Qué bueno que así sea.
Que nuestra solidaridad interna se mantenga y fortalezca ante las nuevas y duras pruebas que nos impone la convivencia en esta época moderna.
