Constitucionalismo en Yucatán
CAPITULO III
EL CONSTITUCIONALISMO EN YUCATÁN
1. El Régimen del General Alvarado
La caída de Porfirio Díaz propició regionalmente una sucesión de gobiernos efímeros, que reflejaban y alimentaban el clima de rivalidad e incertidumbre que reinaba en el estado. Sin embargo, estas pugnas no implicaron a las masas y, en mucho, sólo reflejaron la disparidad de intereses de las distintas facciones sociales, sin llegar a cuestionar las bases del orden imperante.
La aristocracia henequenera jugó a todas las alternativas. Primero contra el maderismo, después contra el constitucionalismo y el carrancismo, cediendo terreno en cada uno de sus fracasos. Pero si las rivalidades políticas locales y los acontecimientos nacionales hicieron que la aristocracia henequenera fuera perdiendo el control del gobierno y del Estado, la economía de guerra que imperaba en el mundo, y el propio desorden interno, le permitieron hacerse de pingües ganancias como fruto de la especulación, monetaria y comercial y de la exacerbación de la explotación de los trabajadores.
Pese a esto, entre 1910 y 1915, no había una fracción que hubiera logrado hacerse del mando político en el Estado, incluyendo a los primeros enviados carrancistas, que fracasaron por su incomprensión del ritmo, y de las características regionales y la insuficiencia de recursos adecuados al proyecto político del constitucionalismo.
Al ser asesinado su hermano, el Gral. Jesús Carranza, Jefe de Operaciones Militares en el Sureste, y en medio de la lucha entre las distintas facciones revolucionarias, Venustiano Carranza decidió lanzar una ofensiva que le diera el total control del sureste. Para enfrentar la rebelión argumedista, que había desconocido al gobierno del Gral. Toribio V. de los Santos, Carranza designó a Salvador Alvarado como jefe militar de la región.
La estrategia carrancista en Yucatán se desdobló en tres dimensiones distintas:
a) LOGISTICA: Tras los bloqueos navales estadounidenses de Tampico y Veracruz, en 1913 y 1914, el macizo peninsular resultaba ser un apetitoso objetivo para una posible intervención extranjera, que pudiera ser utilizada como elemento de negociación para la consecución de otras prebendas. A la envidiable situación geográfica habría que añadir la posible simpatía que hubiera encontrado cualquier iniciativa intervencionista del vecino del norte, entre los grupos políticos y económicos poderosos, que dominaban la producción henequenera y dependían de las compañías y del mercado norteamericano para la realización de sus beneficios.
b) ECONOMICA: La necesidad de disponer de una fuente segura y abundante de divisas, más aún si se llegara a perder la faja fronteriza a manos de los villistas. El henequén era, en ese momento, el principal producto de exportación del país que, lejos de ver disminuida o paralizada su producción y comercialización por los disturbios, como la gran mayoría de las actividades económicas, la había aumentado acicateada por la demanda internacional.
c) POLITICA: Yucatán había permanecido ajeno a la movilización popular revolucionaria, permitiendo la pervivencia del orden característico del porfirismo. Las huestes revolucionarias buscaban desmantelar el último y, quizá, el más sólido reducto del porfirismo, complementando la acción militar con una profunda campaña de reformas que garantizara la realización de los principios sustentados por el movimiento revolucionario (38).
Esos objetivos se pusieron en práctica desde el momento mismo en que el Gral. Alvarado pisó suelo yucateco, al frente de 7,000 hombres armados. Tras las batallas de Blanca Flor, Poc Boc y Halachó, el ejército constitucionalista jugó el papel de garante del espacio político que requería la acción transformadora que encabezaba el general sinaloense. Se podría definir al constitucionalismo en Yucatán como “fuerza de ocupación” de no ser por la intensa actividad desplegada en pos del apoyo popular y la legitimación social.
La acción transformadora de Alvarado en Yucatán fue intensa. Apenas llegado reafirmó la decisión de abrogar las deudas de los trabajadores para con sus patrones, piedra de toque del modelo hacendario. Pero, a diferencia de los gobernantes que lo precedieron, el decreto de cancelación de deudas y el de la desaparición de tutorías y curatelas, fueron acompañados, esta vez, de la labor de los “propagandistas” a fin de contrarrestar las amenazas y las artimañas de los hacendados, que buscaban mantener en la dependencia de sus trabajadores.
En menos de un año se sumaron a los anteriores decretos los reglamentos en materia agrícola, municipal y del erario público, además del Código del Trabajo y de la legislación para promover y reglamentar la educación en el estado. Yucatán fue, igualmente, uno de los primeros estados que constituyó su Comisión Local Agraria, a fin de concretar los principios agrarios postulados el 6 de enero de 1915.
En el ejército constitucionalista venía uno de los “batallones rojos” de la Casa del Obrero Mundial, al mando del Gral. Heriberto Jara y formado por obreros textiles de la región de Orizaba que, rápidamente, hicieron sentir su presencia mediante la agitación y la organización de los trabajadores de talleres, comercios y haciendas. Al término de 1915, apenas nueve meses después del arribo constitucionalista, se habían constituido casi quinientos sindicatos, cooperativas y organizaciones gremiales, que serían la base para la fundación del Partido Socialista Obrero, en junio de 1916 (39).
Se difundió la educación a todo lo largo y ancho del estado, abriéndose más de quinientas escuelas rurales, que funcionaban en las mismas haciendas y que se guiaban por los principios de la educación racionalista. Colofón de esta labor reformadora en la educación fue el Congreso Pedagógico, de 1916, en el que se discutieron y sentaron las bases para llevar adelante la transformación de la sociedad desde la escuela primaria (40).
La lucha contra el clero y su labor mediatizadora fue otro frente de batalla abierto por el Gral. Alvarado, en su afán por desmantelar el viejo orden porfiriano desde sus bases. Y la labor desfanatizadora se vio fortalecida desde La Voz de la Revolución, tribuna periodística del alvaradismo, originada al incautarse La Revista de Mérida, publicación diaria al servicio de la oligarquía henequenera. También el decreto de la “ley seca” y la promoción de la mujer –fuera mediante el combate de la prostitución o por su promoción organizativa, como la del Congreso Feminista–, fueron medidas dirigidas a erradicar desde su raíz los males sociales, demoliendo los mecanismos que mantenían el orden oligárquico.
El régimen alvaradista constituye un ejemplo histórico de cómo el poder estatal, habiéndose asegurado la exclusividad de la violencia, busca y promueve la legitimación social sobre otras bases, construyendo nuevas formas, impulsando distintas fuerzas, alterando los patrones de comportamiento existentes.
La experiencia yucateca cobra mayor valor como fenómeno de transformación social, si tomamos en cuenta que no se realizó en el marco de una insurrección popular o movilización armada. Ante la imposibilidad de barrer con las bases del porfirismo mediante las armas, Alvarado tuvo que desarrollar una complicada estrategia de acción múltiple, fincada en un amplio acuerdo interclasista. En este sentido destaca el acuerdo logrado por Alvarado con un numeroso grupo de productores de henequén –al que Alvarado catalogaría ilusoriamente como “hacendados progresistas”–, agobiados por las prácticas monopólicas de la “casta divina”. La relación con este grupo significó un ensanchamiento de las bases sociales del alvaradismo y, a la vez, agravó el aislamiento de la oligarquía henequenera, restándole posibilidades en la defensa de sus intereses (41).
Pero esta política de alianzas y de concesiones a los distintos grupos sociales, no hubiera sido posible sin contar con un amplio margen de operación, como el ofrecido por la bonanza del mercado henequenero y la demanda internacional acrecentada por la economía de guerra. Las medidas tomadas por el régimen alvaradista para valerse de esta coyuntura económica, resultaron adecuadas para hacerse del control de la producción y la comercialización del henequén, desplazando al estrecho grupo oligárquico.
La formación de la Comisión Reguladora del Mercado del Henequén y las iniciativas colaterales tomadas para complementar su funcionamiento –control exclusivo del crédito y de moneda; nacionalización de los ferrocarriles, muelles y almacenes; constitución de una flota mercante; etc.–, constituyen un antecedente de la intervención del Estado en la economía nacional, asumiendo el papel rector en la actividad productiva cuando atañe al interés general de la población.
Así lo entendió la International Harvester de Chicago que, al ver neutralizados sus mecanismos de monopolización, promovió un juicio en el Congreso de los Estados Unidos contra las “prácticas monopólicas del gobernador Alvarado”.
Pero si el diseño monopsónico alvaradista pudo sortear las presiones y los subterfugios legales de los acaparadores norteamericanos, no pudo hacerlo con el cambio de las condiciones del mercado internacional, una vez cerrada la coyuntura de guerra. La reapertura de las rutas marítimas y la posibilidad de diversificar las zonas abastecedoras de materias primas, dieron a las compañías monopólicas norteamericanas nuevamente la iniciativa en la fijación de los precios y en la determinación de las condiciones de intercambio en el mercado mundial de materias primas. Y la desaparición del margen ofrecido por la bonanza económica propició el surgimiento de fricciones en el acuerdo interclasista que sostenía al proyecto alvaradista. Con el derrumbe de la demanda y de los precios del henequén, se redujo notablemente el margen de negociación del régimen, trastocándose la actitud de participación de los distintos sectores, aliados en descontento generalizado y conflicto al multiplicarse las demandas insatisfechas.
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(38) El Gral. Alvarado nos comenta la situación regional y la tarea de la Revolución en Yucatán, de la siguiente manera:
“Encontré a Yucatán en plena servidumbre. Miles de desgraciados, por culpa de instituciones tradicionales y de vicios sociales tan fuertemente enraizados que parecían indestructibles, languidecían de generación en generación con la vida vendida a los amos…” En ninguna parte como en aquella tierra, que espiritualmente estaba viviendo una vida de tres siglos atrás era necesaria la renovación de todas las fuerzas y el equilibrio de todos los derechos”.
(Salvador A.; 1980; 288–89).
(39) “Durante los primeros meses del gobierno alvaradista, la Casa del Obrero (organización nacional de líderes predominantemente anarcosindicalista) registró 418 sociedades obreras y campesinas y 19 cooperativas de consumo en Yucatán”.
(Paoli F., Montalvo E.; 1977; 45).
(40) El historiador yucateco Gamboa Ricalde, comenta la importancia de la educación en la cruzada reformista del Gral. Alvarado y nos da las siguientes cifras: “Al finalizar el año escolar funcionaban quinientas ochenta y ocho escuelas en quinientas dos haciendas, servidas por seiscientos diez y ocho profesores.
Entre niños, jóvenes y adultos concurrieron a ellas veinte mil doscientos doce alumnos.
En el primer año escolar (1915–1916) no obstante la existencia de alumnos a que nos acabamos de referir no fué ninguno aprobado por no haber funcionado las escuelas el año completo.
En el segundo año escolar (1916–1917) se presentaron a examen catorce mil ciento trece alumnos de los cuales fueron aprobados siete mil cuarenta y dos que aprendieron a leer y a escribir y que consiguientemente hablaban ya el castellano.
En el tercer año escolar (1917–1918) se inscribieron diez y nueve mil ciento cuarenta y nueve alumnos de los cuales fueron aprobados en los exámenes respectivos, cuatro mil quinientos treinta y dos que aprendieron a leer y a escribir.
Durante la gestión administrativa del General Alvarado se obtuvo por lo tanto, el siguiente consolador resultado, fruto de las escuelas rurales: ONCE MIL QUINIENTOS SETENTA Y CUATRO INDIOS aprendieron a leer y a escribir el castellano y por consiguiente a hablarlo”.
(Gamboa A.; 1943; 408–409).
(41) “Celebré numerosas juntas con hacendados y capitalistas invitándolos a emplear sus capitales en empresas remunerativas y de urgente necesidad pública. Traté de 20 hacerles adoptar sistemas de trabajo más en concordancia con el espíritu de nuestras ideas; y muy lejos de pretender destruir el capital –ni siquiera de atacarlo–, procuré siempre darle las mayores facilidades para su desenvolvimiento y para que llenara la función social que la comunidad tiene derecho a exigirle”.
(Alvarado S.; 1980; 292).
José Luis Sierra Villarreal
Continuará la próxima semana…